Edito para aclarar que Kousen aún usa la Cadena del Reino, a pesar de tener otro llavero disponible
Avanzamos lentamente por la calle que tomamos, la cual nos dirigió hacia los jardines que habíamos podido ver tras atravesar una pequeña cubierta... si es que a aquello se le podían llamar jardines.
Lo que una vez estuvo lleno de esplendor de la naturaleza y verdura estaba ahora marchito y sin vida. La tierra, antaño llena de plantas estaba ahora gris, apagada y llena de hierbas muertas, de la que brotaban como siniestras estacas árboles muertos, cuyas ramas y troncos parecían haber sido retorcidos por algo maligno en una mueca macabra hacia lo que una vez fueron. Las baldosas que formaban el camino estaban en parte descolocadas y muchas habían sido arrancadas o bien destrozadas, creando huecos donde posiblemente había impactado algo.
En las paredes que amurallaban el recinto, las enredaderas ennegrecidas creaban la impresión de pequeñas manos que se aferraban a lo poco que quedaba, mientras que las tuberías estaban descolocadas y muchas de ellas tenían fracturas o fallos de soldadura por los cuales escapaba una especie de humo púrpura brillante que se esfumaba al poco de salir.
Era la viva imagen de un lugar que quizás fuese una vez precioso, pero la mano del tiempo y la oscuridad lo habían deformado en una visión fúnebre. Todo eso unido al silencioso soplar de un viento vacío me puso la carne de gallina.
Teníamos dos opciones que tomar en cuanto a avanzar: O bien seguíamos por unas escaleras que cuales terminaban en una sólida puerta metálica cerrada a cal y canto, o ascendíamos por los jardines hasta un camino alternativo a aquel castillo retorcido y lleno de tuberías y grúas, lo que le obsequiaba un aspecto de factoría.
—
¿Por dónde vamos? — preguntó Fátima.
—
Hmmm... lo veo difícil — respondí —
Si avanzamos hasta aquella puerta y la encontramos cerrada habremos ido en vano, demasiado sólida como para romperla de algún modo y no veo cerradura.Miré en dirección hasta el castillo y tracé un camino con la vista a través de los jardines.
—
Por otra parte, si avanzamos hasta el castillo no hay duda de que nos encontraremos con algún recibimiento por el camino.Antes de que pudiese seguir hablando, escuché un ruido bastante curioso y reconocí los portales por los que solían manifestarse o volatilizarse los Sincorazón.
Invoqué la Llave espada inmediatamente, preparado para defenderme, pero me tembló la mano cuando vi aparecer una mole entre todos aquellos de tamaño más o menos normal. Aquella cosa era enorme, mucho más que los otros a los que estaba más acostumbrado o había visto representados numerosas veces ¿Uno solo contra eso? Imposible. Tendríamos que tumbarlo entre unos cuantos, pero primero debíamos quitarnos de encima a los menores que sin duda aprovecharían para atacarnos.
Fátima se abalanzó contra una de aquellas pequeñas sombras con la intención de propinarle unos cuantos golpes.
—
¡Vamos, acabemos con ellos antes de que aparezcan más! — exclamó.
Antes de reaccionar, observé a nuestros enemigos. Tres sombras comunes y un soldado, armados con garras para ataques físicos, lo preferido sin duda también para el grandullón. Pero me centré en los dos voladores que andan por encima, no tenían garras y llevaban un gorro muy característico: debían de ser hechiceros de algún tipo, aunque su color era una pista bastante obvia. Esos serían los más complicados a la hora de defendernos de ellos, así que encontré mi objetivo.
Esperé a que una de aquellas campanas azules pausase su movimiento y le apunté con mi mano libre.
—
¡Piro! — Exclamé, lanzándole una bola de llamas.
A continuación corrí a toda velocidad contra su compañero más alejado del grande, esperando mantener una distancia prudente a este, y blandí la llave espada con la intención de asestarle un buen golpe aprovechando la carrera.