La tienda de regalos Shinju contempló cómo Xefil tomaba al dragón entre sus brazos, con desaprobación. Éste terminó de indicarle que no era una buena idea al rehuirle enseguida, y pese a que no le atacó porque era una cría aterrada, se rebulló y saltó de nuevo al suelo, escondiéndose tras Pichu.
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Las crías crecen, ¿sabes? ―le dijo duramente―.
Y cuando crecen, recuerdan lo mucho que han sufrido en su vida porque alguien no sintió compasión de ellas. Cuando se vuelvan dementes y te ataquen, lamentarás no haber acabado cuando las matabas de una patada.Sin embargo, no intentó atacarlas, ni volvió a proponer que las mataran. El aprendiz era su único aliado y no quería ponerlo en su contra. Aunque, claro está, si era razonable y aceptaba sus palabras y argumentos, estaría complacida de deshacerse de las crías, ella sola o por los dos.
Entonces, Xefil comenzó a meditar en voz alta su teoría. Shinju bufó, fingiendo aburrimiento.
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¡Y yo qué sé! Las personas son manipulables y propensas a reprogramarse, pero yo no entiendo nada de este mundo ―decretó.
Y al contrario de lo que pensaba…
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¡Lolo! ¡Claro que me encantaría encontrármelo aquí! Sería una mejor compañía ―dijo con franqueza―.
Pero no está. Tal vez por otra parte.Shinju estuvo deseosa de salir de allí, por la perspectiva de Lolo y de abandonar la tienda. No obstante, Xefil comprobaría que no sería tan fácil llevarse a Harun con él. Pichu se interponía en todo momento y, aún con el casual de cogerlo, Harun se resistiría a regresar con su amiga. Al final, tendría que desistir.
Y en cuanto a Pema… No se movió con ninguna de las órdenes que le dio. Xefil no lo sabía, pero no era su verdadero amo. Su verdadero amo, aparte del señor de la corrupción que comenzaba a afectarla, había sido Xefil Data, incluso si nunca se conocieron. Así es como la habían programado. Reconocía en Xefil al Data, pero no estaba unida a él.
Al comprobar su lealtad, Harun y Pichu acudieron a ella para refugiarse, y Pema enseguida los ocultó tras de sí, como en otro momento hizo con Nyx. Cuando los pequeños se rindieran a la corrupción, ella los protegería.
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¡Vamos! ―le apremió Shinju.
De vuelta a la entrada, comprobaron que allí no había nadie. Shinju se paseó, miró con desgana en el resto de direcciones y se encaminó a la puerta por la que habían venido la primera vez.
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¿Qué? Dijeron que volverían si localizaban al ejército y no lo han hecho aún. Esto es una pérdida de tiempo. Me vuelvo con los demás. Si se van, no quiero que me dejen aquí.Si Xefil quería escoger otro camino y que fuera con él, tendría que escoger sabiamente sus palabras para convencerla.
El bar La idea de Neru era viable y posible. No cabía duda en que Tandy había realizado magias, así que, ¿por qué no que una de ellas fuera la culpable de transformar a MoguDer? Lástima que fuese errónea. Pero eso Neru no lo podía saber.
Quorra no recibió instrucciones del aprendiz, que planeó su estrategia para sí mismo, por lo que comenzó a atacar a MoguDer y éste, furioso, se volcó en esquivar su disco y en perseguirla, mientras ella corría y se apartaba del muchacho. Hikaru no atendió, porque mientras tanto tenía otros problemas.
Por lo tanto, Neru tenía vía libre para atacar a Tandy. Podía esconderse detrás de unas mesas o no, por precaución. El moguri flotaba sobre el escenario, mirando la batalla de MoguDer y Quorra de vez en cuando o no mirando a ningún punto fijo, perdido en sus ensimismamientos. Entonces, Neru arrojó la cadena, le dio a Tandy en la cabeza, pero ésta cayó al suelo sin el animal, que se siguió sosteniendo en el aire. La cadena era voluble y difícil de manejar para alguien tan inexperto para Neru. Podía asestar un golpe, pero no cumplir una intención tan clara si ni él mismo sabía cómo.
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¡Ay! ¿Qué te he hecho? ―lloriqueó Tandy, llevándose una mano al chichón.
Y el misterioso hechizo de MoguDer no se deshizo, que siguió peleando con Quorra. Ésta le rechazaba con el disco, que lanzaba, recogía y se defendía con él cuando MoguDer la alcanzaba. Sin embargo, parecía estar presentando buena batalla.
Cuando Hikaru le tendió la poción a Simon, éste alargó el brazo obedientemente para cogerla. La botella traspasó la mano y cayó al suelo, rompiéndose en pedazos. Simon levantó la vista, indiferente al extraño suceso que acababa de ocurrir, mirando sin mirar a Hikaru.
Y, a través de él, pasó un gato negro que provenía del mostrado, directo a la cara de Hikaru, que empezó a arañar con saña.
Albert había encontrado por entonces un refugio en las sombras y allí se escondió.
Justo en ese momento, en el que Tandy sollozaba, Quorra golpeaba a MoguDer con el codo mientras éste intentaba alcanzar su yugular y Albert contaba baldosas, apareció alguien más. Un ratoncito correteó desde las cortinas del escenario y comenzó a hacer soniditos cuando estuvo bajo Tandy. El moguri se volvió hacia él, asintió y gritó:
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¡Ya es la hora! ¡El amo nos requiere, señor MoguDer!El perro dejó de inmediato a Quorra, que retrocedió, precavida. Ilana, la gata que atacaba a Hikaru, bajó de nuevo al suelo y trotó hasta el escenario, donde se subió. Guilmon temblaba bajo una de las mesas.
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¡Vamos, Guilmon, tú también!Y Guilmon obedeció. Eran sus amigos, los únicos que conocía, al fin y al cabo. No quería quedarse solo y no tenía a nadie más en el mundo. Aunque no quisiera luchar. Aunque no le gustase estar enfermo. Era el único que había conservado la razón y temía el momento en que enloqueciera como ellos.
MoguDer fue el último en subirse al escenario, completando la reunión de los cinco animales, incluyendo a Mordisquitos. Les gruñó a todos, pero encabezó la marcha a través de las cortinas, al
backstage de dónde habían venido en un principio, y por donde se perdieron.
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¡Un momento…!Quorra salió tras ellos, sin pensárselo dos veces y dejando atrás a Neru, Hikaru y Albert. Corrió las cortinas, revelando la parte trasera del escenario, que ya estaba vacía, porque las mascotas se habían dado prisa en desaparecer. Y sin volverse tampoco, centrada en su misión, echó a correr para perseguirlos.
Los aprendices se quedaron solos. Había dos caminos: o perseguir a Quorra, o retroceder a la entrada del Coliseo. O continuar escondidos en las sombras.
PV de Neru: 5/8
PH de Neru: 4/4
PV de Hikaru: 22/32
PH de Hikaru: 20/20
El casino Fue sólo un golpe, pero bastó. El gato era débil y Malik ya tenía intención de destruirlo. El cuerpo cayó enseguida, rígido e inerte. Las demás mascotas lo contemplaron con horror. Y se abalanzaron con rabia hacia ellos.
Malik batió a Pikachu y Stelios a Ukki y Houma. No fue una victoria honorable. Todos murieron con los primeros impactos, porque los aprendices no sabían que eran débiles y, en el fragor de la batalla, no podían medir la fuerza de sus golpes. Gaomon miró a sus compañeros caer, llorando de nuevo, impotente.
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¡Ellos también me han abandonado! ―exclamó.
Empezó a rugir, mientras adoptaba su forma cabalgadura: un enorme perro azul con garras y colmillos que les enseñaba amenazadoramente. Levantó la zarpa, con la intención de desgarrar a los dos aprendices de una vez, pero se detuvo. Y lenta e inexplicadamente, se fue calmando. Los ojos se le pusieron vidriosos.
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Erased… Erased me llama… ―murmuró—.
Si acudo, tal vez Light esté…El pobre no sabía que el destino de Light Data pendía de un hilo en manos de otros. La corrupción le había privado de esa conexión.
Pasó entre los dos aprendices galopando, arrollando a ambos a cada lado, y se perdió por la puerta por la que habían venido. Pasaría por la entrada apenas un minuto antes de que Xefil y Shinju salieran de la tienda de regalos, en dirección al punto del que habían partido todos.
Les dejó allí solos, rodeados de cadáveres y una máquina tragaperras que se apagaba poco a poco tras agotar la electricidad que se le había suministrado.
Faltas: James Bond (1).