—
Intentaré, entonces, que lleguéis sin problemas a los mil años; me encantaría que nuestros nombres aparecieran en los libros de texto —suspiró, extenuado—
. Gracias por todo lo que has hecho, Saeko.Comparar mi vida como Portadora, la que había llevado hasta ese entonces con mis maestros en mi época, con la de los Caballeros del pasado era impensable, no hacía falta más que mirar la diferencia entre nuestras habilidades para darse cuenta de que, en el fondo, no éramos gran cosa. Quería pensar que eso se debía en parte a su mayor número, y a los conocimientos directos sobre runas y magia antigua del que disponían. Y podía sentirme orgullosa, sí, porque había luchado como nunca antes, había visto y contemplado cosas increíbles, ya fuesen positivas o negativas. Eso era suficiente para estar bien conmigo misma.
—
Y no te dejes manipular más por los Maestros, querida, a menos que quieras ser una pieza en el tablero de ajedrez —intervino Catrina con un tema que no me esperaba, para mi sorpresa—
. Hay gente que decide convertirse por propia voluntad en un peón, con la esperanza de convertirse en una reina, y juran lealtad para siempre a quien mueve las fichas —tragué saliva, sin duda me sentía muy identificada con la descripción que estaba dando. Y fue inevitable sentir cierta preocupación—
. No significa que no piensen por sí mismos, sino que tienen la voluntad de cumplir los designios de otra persona… para beneficio propio. Quien no es capaz de acatar órdenes, entonces no debe convertirse en una pieza. Sólo se hará daño a sí mismo y a los que le rodean.Pero comparada con los Caballeros que tenía ante mí, no significaba nada. Tal y como le había dicho a los hermanos Serpientes. Puede que sí, que Nithael tuviese razón y se hubiesen dedicado a conquistar mundos a placer, a manipular niños, en definitiva, a volver aquella utopía en una dictadura donde competían unos con otros. Aun así todo eso me quedaba lejos, no me llegaba, mis problemas de mi día a día en mi época eran más importantes e inmediatos.
El camino cuesta arriba, hasta lo alto del castillo, fue bastante simple y directo. No hubo nada que destacar así que me lo pasé callada, inmersa en mis propias reflexiones. En los recuerdos de aquel mundo perdido en el pasado.
—
Si tuviéramos las otras dos piedras…Cierto, ya hasta había olvidado que existían otras dos piedras, tan centrada como me encontraba desde la mañana que viajé al Templo del Oeste con Anisa, Hana, Nithael y el resto de Caballeros. ¿Habían escuchado mi mensaje, o en cambio habían optado por movilizarse cuando el mundo se sumió en las penumbras, a falta de opciones? No tuve manera de saberlo, y eso me dejó un poco preocupada. En cierto punto del recorrido me detuve unos instantes, volviendo la mirada hacia atrás, preguntándome si, aún con la derrota del Alfa, la gente había logrado reagruparse o al menos sobrevivir. Recordé al niño que tanto la maestra Lyn como yo dejamos en el Alcázar, al enorme líder de los Osos, Zacharias, o al dirigente del clan de los Leopardos, el mismo que nos había advertido sobre un posible traidor en las murallas. Quería creer que seguían con vida, luchando a capa y espada por salvar a los inocentes en algún lugar remoto.
Y la famosa líder de los Unicornios, según recordaba de la batalla el primer día y de la reunión de los clanes, estaba muerta. Eso era lo que había dicho Nadhia, al menos. Me mordí el labio inferior de rabia, recordando al maldito de Gabriel. Él era el culpable de todo eso, y encima por su culpa hasta Nithael había sucumbido. No tardé en proseguir tras el grupo, un poco frustrada por todo aquello que me había venido a la mente durante el trayecto, ignorando los cuchicheos de Assur y Catrina o el inconsciente Neru que cargaba Diana en ese momento.
—
No os preocupéis .
Tengo una idea. Cuando acabemos con esto, os la diré:
Parece que Adam no os acompañará. Ha decidido quedarse.En efecto, aquel muchacho loco de cabello blanco, el mismo que conocí de vista durante el ataque del Alfa en nuestro tiempo, se había quedado en el pasado. Sus razones tendría, y tampoco me importaban, pero me daba lástima seguir perdiendo gente.
Alcanzar lo alto del castillo no supuso mayor esfuerzo. La última habitación era de un blanco cegador, emitía pureza de cada una de sus esquinas. Los líderes Serpientes comenzaron un ritual místico, uno de los muchos que a esas alturas había contemplado, y qué decir que por muchas veces que lo viera seguía asombrada.
La estancia se cargó de energía y me miré las manos, buscando algún cambio en ellas, cuando el cuerpo de Neru entró en contacto conmigo y me provocó un fuerte respingo. Ahogué un grito y observé a Diana y al aprendiz unos momentos. Supuse que aquella aventura había sido demasiada incluso para un aprendiz novato como lo era aquel chico, el mismo que me había regalado cosas frente al alcázar.
En cuanto el círculo estuviera preparado, todos avanzamos con cuidado de no pisar las líneas. Temí que me fallaran las fuerzas en algún momento, pero obedecí, sin saber bien lo que me iba a suceder a continuación, aparte de terminar petrificada como ya habían comentado.
Pero me vi detenida.
Assur me ofreció a mí, precisamente a mí, el libro de Zephyr. Lo contemplé con cierto asombro y vista cansada. Alcé mis brazos hasta tenerlo en mi poder y guardé el enorme tomo bajo mi hombro derecho como pude.
—
¿Por qué nos lo dais?. No tiene sentido. ¡Este libro os permitiría realizar hechizos increíbles, por lo que decís!—
Es verdad —añadí, intentando defender el argumento de la maestra—
, no vais a poder invocar las cadenas de Tierra de Partida.Porque en teoría el castillo de Tierra de Partida no existía todavía, y gracias al libro de Zephyr se podían obtener hechizos de un poder semejante, entre los que se incluía el de las cadenas, ¿no? Entonces, si nosotros nos hacíamos con el libro… ¿Quién se iba a encargar de recrearlas a lo largo de la historia? ¿Neizan, el hijo de Zephyr? Era el único candidato que me venía a la mente.
—
¿Por qué creéis que fue sellado? La gente intentó utilizarlo… y crearon innumerables problemas para Tierra de Partida. Sólo haberlo usado sería suficiente para condenarnos al exilio. En vuestra época no sabéis runas. Eso significa que os costará sudor y esfuerzo asimilar estos conocimientos: no será un poder que podáis usar sin más para destruir. Estará mejor con vosotros. Aquí… Sólo se usaría para el mal.
Ahí sí había dado en el clavo. Estaba de acuerdo con Catrina en todo, el libro iba a estar más seguro con nosotros, pero todavía quedaba el asunto de las cadenas. Temía en el fondo que estuviésemos alterando la historia o algo parecido, si es que no lo habíamos hecho ya. Y ya puestos, tampoco entendía bien el concepto que tenían Assur y los demás de la petrificación. Iba a pasar mil años encerrada en ese castillo, lo cual quería decir que existían dos versiones de mí… La que entró por el portal al pasado y la que se encontró encerrada en la torre más alta del castillo todo ese tiempo. O eso, o el poder de aquel sitio y de los viajes en el tiempo escapaba a mis conocimientos, como era costumbre.
Antes de darme cuenta Assur ya me estaba presionando para entrar dentro del círculo con el libro, a lo que aceleré el paso. Mi pequeño, que me había seguido durante todo el trayecto a pata se aferró a una de mis piernas.
Observé por última vez a todos los presentes, sin detenerme en nadie en especial, y presioné el enorme tomo entre mis brazos, frente a mi pecho. Escuché de fondo a Assur y Catrina llamando a un nuevo conjuro que invocó una energía violenta a nuestro alrededor. Comprendí en ese momento que ya no había marcha atrás, que Chihiro no nos iba a ayudar a regresar con ningún portal, que la única manera de volver a nuestra época era quedarnos mil años dentro de ese lugar hasta que algo pasara.
El corazón se me aceleró y sentí cómo las piernas se me tornaron piedra. Me costaba pensar con claridad, así que aproveché mis últimos instantes para sonreír, contenta pese a todo, y cerrar los ojos, con el libro todavía aferrado a mí. Y deseé gracias desde el fondo de mi corazón a todos aquellos que nos ayudaron en esa aventura: los clanes, el Guía, ¡incluso mis propios compañeros!
—
Nos vemos en el futuro. Dulces sueños. Finalmente me dejé llevar. La energía azulada y todo lo demás fue desapareciendo hasta quedar sumida en el más profundo sueño. A partir de ahí sería esperar nada más y nada menos que mil años…
****—
Ahí los tenés: Los Perdidos.
El grave sonido de cristales rompiéndose en mil pedazos fue lo primero que captaron mis sentidos, todavía entumecidos. Ni siquiera me di cuenta de que, nada más salir de mi prisión y ante un enorme grupo de aprendices, caí al suelo sin remedio, con el libro de Zephyr entre mis manos, tal y como lo había dejado en lo que me parecieron un par de horas atrás.
Poco a poco fui despertando, desorientada por completo y sin saber bien dónde me encontraba, o qué estaba haciendo allí tirada, frente a numerosas figuras que no lograba distinguir bien. Gemí y me estiré todo lo que pude, rompiéndome casi las extremidades.
—
¿Qué tal la siesta? ¿A que no ha sido tan desagradable? Como un sueño muy largo, ¿verdad? Por cierto, vosotros dos, cuidado con la Llave Espada. Podéis usarla para modificar la estructura del Castillo, pero puede saliros muy mal si no os coordináis, así que mejor concentraos en sostenerla y nada más. ¡Ah! Casi me olvido.Escuchaba de fondo muchas voces distintas, pero que parecían provenir de una misma persona. Así como murmullos, pasos y respiraciones de muchas otras. Capté conceptos como “Estructura del Castillo” o “Llave Espada”, y los recuerdos no tardaron en venir a mi cabeza: mil años bajo un hechizo de petrificación.
Intenté incorporarme como pude, sin saber muy bien dónde me encontraba, intentando hacer memoria de lo que había sucedido durante todo ese tiempo, pero no servía, no lograba recordar nada, como si, en efecto, hubiese estado dormida todo ese tiempo. Me puse en pie y sostuve el libro de nuevo bajo mi hombro, tras acariciar a mi pequeño fantasma.
Y tan sorprendida que me quedé luego al ver quiénes tenía delante de mí: Saito, Simbad, el aprendiz con aspecto de perro y otros más que me sonaban de vista. La habitación era la misma en la que, horas atrás —para mí—, habían estado Assur, Catrina y un pequeño Guía. Ahora en cambio ninguno quedaba —a excepción del propio Guía del castillo, más adulto y recubierto por la capucha—, sino las personas de mi época, todas heridas y recubiertas de sangre, casi sentí pena por ellos. Luego fruncí el ceño y sentí lástima también por los hermanos Serpientes, ¿cómo les habría ido al final?
—
¿Habéis cumplido vuestra misión? ¿Cómo habéis vuelto? —Me sobresalté al escuchar la voz de la maestra Nanashi, en la que todavía no había reparado. Me puse tensa al ver cómo clavaba sus ojos sobre mí, como si, en efecto, fuese una enemiga que se había dedicado a manipularme a su antojo. Pese a todo intenté mantenerme en el sitio, con el libro bajo mi custodia, tranquila—
. ¿Qué es eso...?Musité algo inaudible, intimidada, cuando la maestra Lyn me interrumpió con brusquedad.
—
Eso es nuestro. Saeko, ten cuidado con élPermanecí en el sitio, quieta e inmóvil, agradeciendo la actitud de Lyn que, de alguna manera, sentía como protectora.
»
Diana, cuando volvamos a Bastión Hueco quiero un informe completo de lo sucedido. —
S-sí, Maestra.
Pero yo no quería volver. No quería continuar aquella vida, me negaba en rotundo. Ya la había sentido, la libertad de poder hacer lo que quisiera, de no tener que obedecer órdenes todos los días ni de matar a nadie, tal y como estuve a punto de hacer con Lyn cegada por ideales que en el fondo no compartía. No, no quería volver a lo mismo, y fue por eso por lo que decidí salvar el mundo mil años atrás, colaborando con todos aun con nuestras diferencias. Ya me lo había dicho a mí misma por ese entonces: no iba a ser ninguna asesina.
—
¿Y Adam? —
Yo tengo la respuesta .
¡Fíjate en la pared cuando bajemos por el pasillo! Hay un mensajito para ti.Incluso Catrina me lo había advertido. Tragué saliva, incómoda por la presencia de Nanashi allí delante.
—
Todos debéis curaros. No escatiméis en utilizar pociones, éters o cualquier cosa que tengáis. Una vez abajo cualquier error puede acabar muy mal y ya no estamos hablando sólo de vosotros. ¿Comprendéis? ¡Y no os olvidéis las piedras! Resultarán muy útiles.Yo estaba como nueva, y muy posiblemente los demás que habían viajado en el tiempo también lo estuvieran, pero no podía decir lo mismo del grupo de aprendices que nos había despertado de ese eterno letargo. Estaban hechos papilla, de forma casi literal, incluso uno estaba muerto en el suelo, cerca de donde… estaba el fragmento oscuro de la Llave Espada. Sí, recordaba con claridad el momento en el que se partió en dos mitades por culpa de Nithael, y ahora todo cobraba sentido.
La otra mitad tenía que estar abajo, ¿no?
Estuve atenta por si alguien quería dedicarme unas cuantas palabras, pero mi prioridad en ese momento eran mis compañeros, aunque siguiese incómoda con los maestros de mi bando, y con algunos del otro, sí era cierto que ellos seguían siendo eso: compañeros. No pensaba dejarlos tirados.
—
Saito, Simbad —los llamé, buscando al que todavía no se hubiese recuperado para apuntar a su cuerpo con mi Llave Espada y emplear un hechizo
curativo—
. Me alegra que sigáis con vida. ¿Qué ha pasado? —pregunté al aire, por si alguien me quería hacer un resumen.
El Guía abrió un túnel oscuro en uno de los extremos de la sala. Se podía escuchar algo que provenía de dentro, Sincorazón lo más probable. Tragué saliva, sin querer imaginar lo que debía haber ocurrido en la entrada o las plantas inferiores.
—
¡Que ninguno se atreva a estirar la pata, ¿me habéis oído?! Porque os perseguiré hasta el Más Allá y os obligaré a hacer tres mil flexiones y a dar trescientas vueltas a Tierra de Partida.
Esbocé una amplia sonrisa al escuchar a Lyn decir aquello. Si pretendía subirnos la moral, al menos conmigo lo había logrado.
—
Lo mismo os digo.Invoqué la Llave Espada con mi mano libre y, todavía sosteniendo el libro* de Zephyr en la otra, me puse en marcha por aquel camino lleno de oscuridad. Las dos maestras lideraban la marcha, y solo en caso de que se colara algún monstruo de oscuridad arremetería con mi Llave Espada sin piedad, procurando no golpear a ningún compañero.
Al pisar de nuevo el pasillo principal del castillo me encontré con una situación de lo más caótica. El Alfa todavía seguía en la entrada, poniendo todo su esfuerzo para destrozar los muros que nos mantenían protegidos, y decenas de sincorazón repartidos por toda la entrada luchaban sin descanso contra los maestros y el resto de los aprendices. Ni qué decir que volver allí me provocó un efecto
Deja vu, como me había sucedido ya otras tantas veces. Por unos instantes me vi a mí misma allí con Neizan, Hana y Assur enfrentando a Gabriel y sus sincorazón, o a Nithael al borde de la locura frente al portón dorado, pero no, todo eso había ocurrido mil años atrás.
Ahora solo quedábamos nosotros: dos bandos con apenas cuarenta personas luchando por sobrevivir.
—
¡Nithael, el ángel, es un aliado nuestro, hará lo posible por alejar al jefe Sincorazón del castillo! ¡Que los Maestros que tengan más magia intenten ayudarle! —logré escuchar a Light entre la batalla.
Me fijé en que Nithel también se encontraba allí, para mi sorpresa, y habían recuperado el fragmento restante de la Llave Espada. De hecho, estaba segura de que la única persona allí capaz de emplear el libro de Zephyr era el ángel. No estaba muy convencida después de haber visto cómo nos había estado a punto de matar, y tal y como había dicho la maestra Lyn, el libro se encontraba a salvo con nosotros, así que procuré mantenerlo en mi regazo.
En otro orden de cosas, me sorprendió ver entre la muchedumbre, mientras caminaba nerviosa hacia la zona del conflicto, a Nikolai.
—
¡Nikolai! —grité, contenta por verle allí con vida.
—
Saeko…Mi compañero se acercó corriendo hasta mí, al igual que hice yo, y con arma en mano se situó a mi espalda. Por instinto me puse en guardia también, sosteniendo mi Llave en mi mano libre.
—
Ya hablaremos cuando todo esto termine. ¿Preparada para un último baile?Sonreí, asintiendo con la cabeza.
—
Todavía tienes una deuda pendiente conmigo. —respondí, refiriéndome a que me tenía que enseñar a bailar y, evidentemente, no podía morir allí.
Entonces Light continuó vociferando su estrategia: utilizar unas supuestas piedras mágicas que podíamos usar por parejas. Reflejé una mueca de disgusto, recordando perfectamente las piedras a las que se refería. Y no me apetecía seguir perdiendo energía vital de aquella manera.
—
¡Podremos herir de gravedad al gigante con unas piedras mágicas, pero necesitamos que nos protejáis mientras las cargamos por parejas! ¡Dispararemos en cuanto estén cargadas y descubramos su punto débil!Pero tal fue mi sorpresa cuando Nikolai sacó una de entre sus ropas. ¡Precisamente él tenía que llevar una encima!
—
Pensaba que esas cosas ya no existían.—
Y por tu cara, deduzco que ya sabes cómo funcionan. Lo sé, duele como mil demonios, pero si la cargan varias personas a la vez, el daño se repartirá y liberarán más energía.Bufé por lo bajo, indignada por haber tenido que usar las dos veces la piedra yo sola.
—
Bueno, esta vez no estaré sola, nos tenemos el uno al otro —esperé unos instantes, atenta a los movimientos de los sincorazón—
. Lo haremos juntos. —Y no lo estaba sugiriendo, vamos, esperaba que no tuviese ningún problema en utilizarla conmigo.
De improviso Niko sacó una pluma y me la enseñó. Arqueé una ceja, sin entender qué significaba.
—
Nos ayudaremos de esto. Fortalecerá el ataque en gran medida, no te preocupes.Eso ya no entendía qué significaba, así que me tocaba dejarlo en sus manos. Asentí y murmuré un “
Sí”, desmaterializando mi Llavero y agarrando la mano en la que Nikolai sostenía la piedra. Me dejé llevar unos instantes por el instinto y le acaricié los dedos, buscando su calor. Así es como habíamos empezado aquella locura, ¿cierto? E igual la íbamos a terminar.
Presioné con fuerza su mano para no soltarlo y encaré al Alfa gigantesco. Sostuve el libro de Zephyr bajo el mismo brazo donde lo llevaba sosteniendo desde lo alto del castillo y me preparé. Estaba preparada para perder mi energía vital de nuevo, y claro, tampoco era plan de lanzar un ataque sin ton ni son. Me intentaría sincronizar con el grupo de Light y con Nikolai para disparar la energía al mismo punto.
—
Lo vamos a conseguir. —musité, llena de esperanza.
Saeko utiliza sobre Saito el siguiente hechizo, a menos que él se recupere por su cuenta:
▪ NigroCura (HM) [Nivel 7] [Requiere Poder Mágico: 8; Afinidad a Oscuridad]. Versión oscura del propio hechizo Cura. El hechizo tiene las mismas características que la habilidad Cura (Cura las heridas más leves y alivia un poco la fatiga) si es aplicado en otros Jugadores/Npcs de cualquier afinidad elemental, sin embargo, en aquellos afines a Luz la habilidad reducirá su efecto a la mitad, y en aquellos afines a Oscuridad se potenciará levemente, recuperando más Vit de lo que un Cura común hubiese curado.
La habilidad actúa como un hechizo curativo normal, siento si la descripción queda caótica.
*El libro lo sigue sosteniendo Saeko de momento.