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Tierra de Partida era un sitio realmente asombroso.
Aprendices por todas partes con los que labrar amistad o enemistad. Maestros imponentes que uno podía cruzarse por los pasillos. Lindos moguris que trabajaban sin descanso, tanto por el día como por la noche. Habitaciones individuales, numerosos baños (todos comunes), un gran comedor, una impresionante biblioteca... Que era el lugar al que aquel día debían dirigirse tres nuevos aprendices: Enok, Mike y Zait Laind.
Habían recibido los tres sus respectivos informes por parte de un moguri mientras se entrenaban con sus Maestros. Enok y Zait podrían haberse visto antes, pues tenían ambos a la Maestra Yami como misma mentora, e igual tendrían mucho que comentar acerca de su aparente demencia. Sin embargo, Mike encontraba más difícil el haberse comunicado con alguno de ambos con anterioridad, pues Ronin era su tutor y hasta el momento con él solo había conocido a otro chico de pelo negro con gafas y otro aprendiz que provenía de Bastión Hueco, fuera parte de los aprendices que a veces veía por los jardines del mundo.
Los tres se encontraban sentados en una mesa compartida, en el más absoluto de los silencios, como uno de los cartelees en la pared blanca de al fondo exigía. Grandes estanterías que tocaban el alto techo rellenas de libros a rebosar se les imponían, habiendo distintas columnas a cada lado de la sala para dividir bien la estancia en secciones. Mike y Enok podían leer que estaban en la zona de libros para parvularios, algo que pudieron considerar como una broma de mal gusto por parte del Maestro que les había convocado. Sin embargo, Zait no podía ni imaginarlo.
Las cinco y media. Hacía media hora que habían quedado con el Maestro.
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