Al oírlo, se me nublaron los pensamientos. Ragun. Ese era su nombre. El nombre de la persona a la que había estado observando desde la distancia. El nombre de su antiguo y único vecino. El nombre, en el muy fondo, de su amigo.
—Supongo que por lo que dices ese es el nombre de mi viejo vecino. Me he cruzado más de una vez con él cuando huía de los Sincorazón. —dejé de tocar.
Me puse en pié y me dirigí serio y decidido hasta dónde estaba el desconocido, del cuál todavía no me fiaba demasiado.
—No olvides la cantidad exagerada de Sincorazón que aparece demasiado a menudo —dije con la mirada fija en el horizonte, perdida entre el inmenso mar de edificios. Daba la sensación que esperava a que pasase algo que hiciera que apartase la mirada de aquel paisaje, siniestro y oscuro a la vez que maravilloso.