Sin embargo, si pensó en retroceder para volver con Ragun, sus planes se debieron ir al traste. El pilar comenzó a temblar con fuerza y, tras pensar que se caería, comenzó a descender hacia el interior de la torre. No se la pegaría, pero en unos segundos estaría abajo, junto a Fyk y Saxor.
Ragun no pudo hacer nada por su parte. Al quedarse sin energías, solo sería útil en combate, pero no para anular los pilares. La Maestra se acercó a él por la espalda y observó cómo Dejay descendía hacia el interior de la torre, seguramente en contra de su voluntad
—Si ves que no vas a poder hacer nada, deberías tirarte con tus compañeros —aconsejó Lyn al oído del joven—. Tenéis que intentar hacer todos frente a él.
La decisión de lanzarse al combate o no estaba en su mano.
Por su parte, Saxor y Fyk ya se habían reunido. Aunque el primero pretendió una retirada al ver que el Sincorazón estaba allí, y que se trataba de un enemigo poderoso el que tenían cerca, no llegaría más lejos; la entrada había sido bloqueada por una barrera mágica de luz.
El lugar estaba oscuro, y a falta de linternas las dos únicas luces que tenían disponibles los aprendices eran la cabeza de Fyk (que brillaba en la oscuridad, pero no llegaba a iluminar mucho más) y los ojos del Sincorazón, entre los cuatro pilares. Más bien tres; aunque no lo viesen los dos aprendices, podían oír una especie de mecanismo que había hecho descender una de las columnas, sobre la cual se encontraba Dejay.
El Sincorazón soltó un gran grito. Al hacerlo, solo por un instante, la oscuridad desapareció y pudieron verlo los tres (y Ragun desde arriba) claramente: una especie de armadura con el símbolo del fuego en su brazo derecho, unos pinchos en el izquierdo y un sol en su cabeza.
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Ya daba comienzo la batalla.
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