Nada más confirmar sus sospechas, el moguri puso cara de angustia y terror. Y casi empezó a lloriquear allí en medio, con su pompón alicaído y sus alitas agitándose temblorosamente.
—
¡Es un ratón malo, kupó! ¡Me hizo daño y eso que yo ni siquiera me había percatado de su presencia, kupopopó! —definitivamente, le cayó una lagrimilla por uno de esos ojillos cerrados—.
¡Mirad!Levantó un dedo. Había una pequeña herida reciente del mordisco de una dentadura en miniatura que desentonaba con el níveo pelaje del moguri. A pesar de todo, parecía causarle mucho dolor. O bien exageraba demasiado, que era lo más probable.
—
¡Me mordió, kupó! Estaba tranquilamente paseando por los jardines cuando… ¡se abalanzó sobre mí! Y me hizo pupita, kupó —le acercó el dedo un poco más a Kairi—.
¿Me le das un besito, kupó?Lo hiciera la muchacha o no, tenían una nueva pista. El moguri aseguró que el ataque había sucedido hacía menos de quince minutos, tiempo que había dedicado en salir huyendo, lavarse la herida y practicar caras de víctima antes de presentarse ante Mog, el líder moguri de Tierra de Partida. Por lo tanto, quizá el ratoncillo siguiera por ahí.
Llegaron al lugar indicado en cuestión de minutos. Los Jardines estaban vacíos. Por suerte, no había ningún aprendiz entrenando, ni tampoco por los alrededores, aunque eso significaba que tampoco podían pedir ayuda. En cualquier caso, con sólo echar una ojeada al suelo, a la hierba, se dieron cuenta de que sería imposible localizar al escurridizo roedor a base de vistazos.
Tendrían que idear una forma de localizarle y, para después, capturarle. ¿Qué había dicho Ronin sobre Mordisquitos…?