Spoiler: Mostrar
La guerra... Había cambiado.
El calor comenzaba a invadir los pasillos y habitaciones de Tierra de Partida. El verano había llegado, como cada año, aunque para algunos aprendices fuese su primer año allí. Tal era el caso de cuatro novatos que no se conocían entre sí... Hasta que un día se vieron obligados a colaborar entre ellos por un bien mayor. Esta es su historia...
La comida de Tierra de Partida era realmente exquisita. El cocinero, Higashizawa, siempre se esmeraba en sus platos, poniéndoles todo el cariño y amor en ellos. Seguramente, Axel no hubiese probado mayor manjar en el Coliseo del Olimpo, por lo que tras un durísimo entrenamiento con Rebecca lo lógico era que lo que más le apeteciese era ir al comedor y coger todo cuanto pudiese, que ya llegaba tarde.
Lo mismo pasaba con Flynn y Light, aprendices de Ronin. Su Maestro les había mantenido entrenando entre sí, luchando para practicar sus habilidades de combate, mientras iba al castillo a atender unos recados. Como no volvía, decidieron ambos que era suficiente por aquel día y que podían volver para comer.
Y Maya no era menos. ¿Qué mejor que un poco de comida? La verdad, con lo vago que era Kazuki, el Maestro ni se había molestado es acudir a su clase práctica con ella, por lo que tuvo todo el día libre. Probablemente se liase a leer en las colinas, o cualquier cosa, pero fuera como fuese no estuvo en el castillo y se le olvidó ir a comer.
Y se habían salvado por poco...
El desastre que encontraron nada más llegar a la cocina fue, posiblemente, lo peor que habían visto en sus vidas. Las puertas estaban abiertas de par en par, como si alguien hubiese entrado de golpe para invadir el lugar. Y al entrar lo confirmaron: menos de una decena de personas que quedaban allí estaban esparcidas a lo largo del comedor, tirados en el suelo... Con manchas de pintura en su ropa.
Eso es. Manchas de pintura por todas partes; en el suelo, en las paredes, en la gente... Las mesas del comedor habían sido volcadas, creando una barricada y tirando toda la comida y platos al suelo. Parecía un campo de batalla tras un bombardeo... Pero del que nadie salió vivo. La gente se retorcía en el suelo, quejándose del dolor y el miedo, y alguno incluso de lo manchada que estaba su ropa y que tendría que ir a la lavandería pronto.
—¡Alto!
Tras una de las barricadas salió un enorme hombre enorme, de quizás dos metros de altura, que les observó mientras les apuntaba con lo que parecía ser una escopeta. Vestía con una chaqueta blanca con manchas grises, la cual no tenía ni el más mínimo rastro de pintura.
Spoiler: Mostrar
El hombre bajó el arma nada más verles e hizo una señal hacia las puertas. Dos aprendices tras las barricadas salieron, portando una pequeña pistola cada uno, y se dirigieron hacia la doble puerta de grandes proporciones, que cerraron con cuidado. Tampoco parecían manchados de pintura y parecían incluso soldados profesionales de guerra.
—¡Cacheadles! —ordenó el gran hombre, sin duda el líder.
Los dos aprendices se dirigieron a los cuatro recién llegados y pasaron sus manos por sus cuerpos, esperando encontrar algo. Sin embargo, se separaron e hicieron una señal de afirmación, dando a entender a su líder que no eran peligrosos.
—Gracias a Adrià, supervivientes —suspiró el hombre, haciéndoles una señal para que se acercaran a él—. ¿Cómo habéis conseguido sobrevivir al ataque sin armas? Prácticamente todo el castillo ha caído, creíamos ser los tres únicos ingredientes restantes...
El gran hombre se agachó y soltó su escopera para recoger cuatro pequeñas pistolas. Se las ofreció a los aprendices, esperando que las tomasen.
—Aquí tenéis, aunque solo tenéis seis balas de pintura en cada una. Guardad bien la munición para una buena receta —les advirtió—. Mi nombre es Higashizawa, chef de este castillo. Supongo que acabáis de salir de algún agujero apartado del castillo. Tendréis un montón de preguntas...
Spoiler: Mostrar