Cronología:
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Aquella era una mañana como la mayoría de ellas, pero con una gran diferencia; Nyx. Mi mascota había sido aceptada en Tierra de Partida por la propia Nanashi tras rellenar unos formularios para tenerlo registrado. Por lo que sabía todo el mundo que habitaba aquel lugar tenía que firmar e informar sobre su procedencia y demás para ser aceptado legalmente, incluso yo había tenido que hacerlo cuando acabara de llegar.
La maestra leyera interesada mi informe sobre el mundo del que provenía como si estuviese maquinando algo que no quería compartir con nadie. No había comentado nada al respecto, me había limitado a escribir toda la información que requería sobre la mascota. Mundo de procedencia, edad, raza...
Ahora entendía que había estado pensando mientras leía mis datos.
Una carta con una exquisita escritura había sido metida bajo el marco de mi puerta.
“Aprendiz Ragun:
Le informo para pedirle un favor personal viendo el mundo del que procede. Se trata de enseñarle a uno de mis aprendices, el cual responde al nombre de Xefil sobre las tecnologías que desconoce.
Me gustaría que llevase al aprendiz a un mundo tecnológico como Ciudad de Paso, Villa Crepúsculo o Espacio Profundo para poder explicarle el funcionamiento de algunas de las enrevesadas maquinarias que desconoce.
Le he enviado a mi aprendiz otra carta para indicarle el lugar donde quedaréis, Simon os acercará con su nave gumi a cualquiera de los mundos para que pueda llevar a su mascota.
Los dos quedarán en la plaza frente al castillo a las 11:00 AM, no se rezague, por favor.
Atentamente: Maestra Nanashi.”
¿Tenía que hacer de tutor durante aquel día? No es que molestase la idea, pero tenía pensado ir a buscar una nave gumi que me sirviera para llevar a Nyx conmigo. Al menos, la maestra había pensado en la posibilidad de que necesitase llevar a mi amigo dejando que Simon, el encargado de comerciar con diferentes mundos para traernos alimento y diferentes objetos que solía verse caer cerca de Rebecca. Siempre tuve curiosidad por la conexión que les unía.
—Nyx —llamé al lobo que dormía plácidamente en una cama para perros—. Tenemos que irnos.
—Sí, sí... Agh... Odio las mañanas, colega. Son horribles. ¿Cómo haces para levantarte tan fresco, jefe? — preguntó con notable cansancio.
—Supongo que es lo que tiene dormir en vez de salir a aullarle a las estrellas en mitad de la noche. Recibí una queja por eso, ¿sabes? —le eché en cara mientras me vestía. Nyx bufó como si le molestase mi comentario.
—No es para tanto. Es una cosa demasiado tentadora para mí. Soy un lobo, ¿sabes? Lo raro sería que no lo hiciese — recalcó el “sabes” que acababa de decir.
Durante la conversación salimos de la habitación y caminamos por los pasillos. Me extrañó el gran número de nuevos aprendices que había. ¿Desde cuándo había tanta gente?
Recordé las primeras semanas, cuando había llegado. Me sentía extraño rodeado de tanta gente, pero en cierto modo relajado, pero ahora... No había ningún lugar que fuese cómodo para estar. Daba igual donde fuese; la biblioteca, los jardines... Siempre había un puñado de varias decenas pululando por allí. Me molestaba.
Entré en la cafetería, donde Higashizawa me pasó un rico desayuno y un plato con filetes sin hacer para Nyx.
Busqué sitio sin éxito, aunque cuando me vieron esperando, uno de los que estaban sentados se levantó de golpe pálido como un cadáver como si hubiese visto un fantasma. Sabía lo que pasaba.
—Oh, eh... Eres Ragun. Esto... Te cedo mi sitio así que no t-te enfades. ¿Sí? —dijo muy asustado cogiendo su bandeja y marchándose de la cafetería para acabar su desayuno en cualquier otra parte.
Me dirigí al asiento libre sin decir nada atrayendo la mirada de medio comedor. Los de mi mesa también guardaron silencio dando un aspecto excesivamente tenso que se transmitió por todo el comedor.
“La misma historia desde que volví de Coliseo del Olimpo, no necesito ni usar Miedo para asustaros”
Ya me había acostumbrado a que me temiesen hasta el extremo algunas personas, sobre todo los que habían sido solamente receptores de todas las exageraciones y rumores falsos que circulaban por ahí.
Nada más acabar, aquella parte de la mañana, que era la típica rutina de todos los aprendices salí de allí seguido por mi mascota con la que llegué al hall frente a las escaleras que llevaban a la sala del trono. Me dirigí a la enorme puerta que atravesé sin problema llegando al susodicho lugar de encuentro con aquel tal Xefil.
¿Qué clase de persona sería? ¿Escucharía los rumores que circulaban sobre mí y por tanto me tendría miedo? No sería de extrañar, la verdad.