Voy a jugar un poco con el tiempo en este post. Espero que no sea ninguna molestia. Y perdonen que meta mi diálogo donde me dé la gana, pero es que otra oportunidad ya no ha quedado :/
—Cuarto...Mi voz resonó en aquella estancia, ocultando los casi inaudibles retazos de eco que las cuestiones de Ragun habían dejado flotando. No supe si la mirada de mis compañeros, los otros Aprendices, se posó en mí al haber girado sus cabezas en mi dirección. Todavía me encontraba detrás que ellos, recargado en el marco de la puerta para mantenerme en pie. No lo supe. Toda mi atención, en aquel momento, se hallaba enfocada sobre aquella extraña mujer.
Apunté con mi nueva Llave-Espada a la bóveda; o en realidad, a las altísimas torres de la insana fortaleza de Bastión Hueco, esperando que la extraña mujer comprendiese mi mensaje:
—¿Qué es lo que sabes sobre la bruja que gobierna este castillo? ¿Es ella "tu señora"? ¿O acaso tú...? ***—Xefil, no creo que Pema pueda pasar. ¿Te llevo?Gruñí por lo bajo, esperando que Mei no pudiese escucharme. Al final la chica había aceptado mi invitación y había montado sobre Pema, junto a mí, con la esperanza de que subir en ella fuese más seguro que montar aquel ascensor, en cuyas puertas lucía todavía el cartel de "Aprendices por aquí". Mientras desaparecía lentamente por un hueco muy pequeño como para que mi mascota puediese cruzar, el dichoso cartelito parecía burlarse de mí y de mi incapacidad de invocar mi Llave-Espada (y por ende, mi Glider), incluso.
—No, está bien. Descuida, Mei, ya me las arreglaré —dichas estas palabras, la chica no pudo hacer más que respetar mi decisión y, tras retirar la mano que antes me había ofrecido, desaparecer sobre su Glider dentro de aquel túnel de ascensor. Y aunque le había dicho aquellas palabras, restándole la importancia al asunto, yo sabía (y posiblemente también ella, pues se lo había mencionado antes) que "arreglármelas" no resultaría tan sencillo.
Moviendo las riendas, dirigí a Pema hacia el mismo sitio de donde habíamos despegado hacía unos minutos. Advertí como Axel, aceptando mi sugerencia, había subido sobre su Glider. Al igual que Mei, se perdió por dónde me resultaba imposible pasar. Y ahora, sin el ascensor ni alguien más que me ayudara, yo no tenía ninguna otra manera de subir.
Noté el cabello verde del otro Aprendiz alejarse por otro camino. ¿Debía seguirle? ¿A dónde se dirigía y por qué había decidido abandonarnos tan de repente? O tal vez pudiese volver sobre mis pasos hasta la plaza y tomar una ruta completamente nueva, con otros Aprendices. ¿No se había separado Flynn del grupo? Podría seguirle, aunque llegar hasta la ciudad me tomaría mucho tiempo.
Y si me encontraba con los Sincorazón, ¿luego qué? La atmósfera de Bastión Hueco parecía tener un mal efecto sobre los nervios de Pema, así que volar sobre ellos sería, tal vez, imposible. ¿Huir corriendo? Me darían alcance en cuanto se me terminara el aliento. Y luchar... ¿Con qué? Sin mi Llave-Espada, no me quedaba más que la vieja daga que había robado de Reino Encantado. Y había tenido malos episodios con ella y los Sincorazón.
No. Tenía que intentarlo de nuevo.
Llevé mi mano al frente y simulé empuñar un arma invisible, aunque en mis dedos sostuve sólo aire. Recé porque no fuese así dentro de unos segundos. Cerrando los ojos y respirando profundamente, permití que la magia fluyera directamente desde mi corazón hasta mis yemas, donde esperaba tomara finalmente una forma física. Comencé a sentir el calor envolviendo mis dedos y pude notar la luz a través de mis ojos cerrados. Un poco más y...
¡Crash!El mismo sonido de los cristales resquebrajándose me obligó a abrir mis párpados de pronto, encontrándome con una rudiosa lluvia de brillantes fragmentos de luz. La Llave-Espada, una vez más, se había negado a obedecerme. Gruñí.
—¡Ven a mí, Llave! —volví a intentarlo y, por enésima vez, fallé colosalmente—.
¡Responde a mi llamado! —se negó de nuevo—.
¡Te necesito! —una vez más—.
¡Te lo ruego! —y otra...
Dejé salir un grito de impotencia, asustando un poco a Pema; me crujieron los dientes cuando los cerré con fuerza, las lágrimas estuvieron a punto de aflorar de mis ojos y mis nudillos palidecieron tras formar un par de sólidos puños. Furioso, rugí al cielo:
—¿¡Y qué se supone que haga, entonces!? ¡¡No voy a dejarlos solos!!Esta vez la luz que rodeó a mi mano fue de un color rojizo, y el calor que la envolvió me quemó como si hubiese puesto la mano sobre el fuego. Con un silbido poco natural, la silueta fue tomando forma sólida y, con un último destello que, literalmente, logró cegarme, se materializó finalmente entre mis dedos, aunque no sin antes salpicarme con un líquido viscoso.
Ya no era la Cadena del Reino.
Era completamente roja, como manchada de sangre, con algunos estéticos cambios de tono entre la empuñadura, la "hoja" y la punta. Era también varios palmos más larga que el viejo Llavero, y mucho más ligera y menos redondeada; en realidad, esta parecía ser completamente plana, como una cuchilla real, y las muchas puntas que tenía tanto en la empuñadura como en el extremo final tenían filo de verdad. Aquello era, más que una Llave-Espada, una Espada-Llave. Por alguna razón, el llavero que colgaba de la empuñadura ahora llevaba otro símbolo al final: un corazón aprisionado entre cadenas, cuya cerradura parecía el ojo de una fiera, más parecido a una rendija que a una esfera.
Miré mis ropajes, queriendo examinar lo que la Llave-Espada había dejado tras de sí cuando se materializó finalmente. Con aquella pequeña explosión había dejado salir un líquido caliente que saltó en todas direcciones, aunque no le presté atención en aquel preciso momento. Pero ahora que lo estudiaba, no pude evitar notar su tonalidad color vino y pensar inmediatamente en la sangre fresca.
Aquella Llave-Espada no me agradaba mucho. Pero... al fin y al cabo era la forma física de mi corazón, ¿no? ¿No...? Por alguna razón, una sola palabra interrumpió mis pensamientos en aquel preciso instante:
Locura.***Axel, Light y Mei no podían haber mostrado su ingenuidad y poca preparación de una manera menos sutil.
Apenas habíamos terminado Ragun y yo de sentenciar nuestras preguntas cuando los tres se lanzaron como furiosas bestias en busca de una presa en contra de la supuesta Wix; verbalmente, era cierto, pero habían atacado a la mujer de todas maneras. Y si mis sospechas eran ciertas, aquello podía traernos muchos más problemas si no los evitaba. Dependía de mucho más que palabras bonitas y fuerza de voluntad el retirar las frases de mis compañeros, pero tenía que intentarlo por lo menos.
—Yo, como mi buen amigo Ragun, quisiera evitar cualquier clase de conflicto que pudiese surgir entre nosotros por culpa de la insensatez de mis compañeros, bella dama —mientras sentenciaba estas palabras fui acercándome, poco a poco, al frente del grupo. Con un rápido movimiento de brazo, extendí mi Llave-Espada a mi costado; más que protegiendo a mis amigos, protegiendo a Wix de ellos—.
Ruego así, con estas palabras, que disculpe estas constantes tonterías. Deberá usted entender, por supuesto, mi señora, que estos Aprendices no llevan más que un par de días empuñando un arma que resulta muy pesada para ellos. De sus labios no brotan más sino sinsentidos —había perdido la práctica con las palabras, sin duda. Tendría que poner más fuerza en mis intenciones; tenía que ganarme a Wix a toda costa, antes de que el toro nos buscara con los cuernos que tanto habíamos pedido. Hice una amplia reverencia, aunque sin mover el arma de su sitio, mostrando mis respetos a la guardiana del castillo—.
Confío plenamente en que seguramente habrá usted tratado con pobres diablos de menor inteligencia y que pese así ha sido su persona capaz de perdonar semejante insensatez.***—Quédate aquí. Si algo pasa, vuela y aléjate a la mínima, ¿de acuerdo? Te prometo que volveremos pronto. Le di una leve palmada a Pema en la nariz, intentando calmarla. Noté como retrocedió un poco durante unos instantes, como si no me reconociera, aunque después aceptara mi gesto como solía hacerlo siempre. Como si quisiera confirmar mi orden, el bisonte dio un largo parpadeo, como si quisiera asentir con sus párpados; supe que ella entendería mis palabras y que las seguiría a la perfección. No era necesario decir nada más.
Tomé con fuerza mi Llave-Espada, queriendo prepararme para lo que estaba a punto de hacer. Con el mayor ímpetu del que fui capaz, la lancé al cielo, rezando para que esta vez funcionara y, al descender, se presentara ante mí con una forma nueva.
Y así fue. El arma bajó hasta un lado mío, aunque, después de haber sido envuelta por un destello rojizo en lo más alto, ya no como una espada, sino como una tabla que levitaba a unos palmos sobre el suelo. Mi Glider lucía casi igual que siempre. Al igual que mi Llavero, su aspecto y color habían cambiado. Lo dominaban los tonos rojos y anaranjados, adornados por rendijas negras; y ahora sus extremos tenían una punta mucho más peligrosa y curvada que las del diseño anterior. Era, sin duda alguna, más salvaje que antes:
Subí a ella sin dudar ni un instante. Si seguía siendo mi Llave-Espada, me obedecería en toda circunstancia... por lo menos durante un tiempo. Lo más rápido que pude, me alcé en el aire y seguí la trayectoria que el ascensor había recorrido hacía ya unos minutos. No me detuve ni un poco cuando crucé el hueco por el que antes me había sentido imposibilitado, hasta que terminé en el interior de una habitación circular de varios pisos y repleta de artefactos similares. Ninguno estaba a mi alcance, sin embargo.
Convertí mi Glider en Llave-Espada de nuevo y la sujeté con fuerza en mi mano derecha. Si la habitación había estado en el mismo estado desde el principio, entonces la única ruta posible habría sido un pasillo a mi costado. Seguramente el grupo entero lo había seguido, todavía guiados por la política de “no separarse”. Si caminaba por allí, era muy posible que los alcanzara con el tiempo.
—Me llaman Wix. Y soy la Guardiana de Bastión Hueco. Es mi deber proteger el castillo de mis señores para que no se cuelen intrusos.¡Ah! Conforme avanzaba, comenzaron a aparecer ecos de voces ya no tan lejanas. Aquella, especialmente, parecía ser la de alguien ajeno al grupo. Y a juzgar por lo que decía, podría pronto estar seguro de ello.
¿Podría ser...? ¿Acaso habían encontrado supervivientes dentro de la fortaleza? Si fuese así, debía apresurarme, entonces. ¿Habría pasado ya el dolor de mis rodillas? Sin duda; si echaba a correr en ese preciso instante, entonces...
Me detuve a mitad del camino cuando una nueva punzada, un dolor ya familiar, me recorrió la cabeza. Cerré los ojos y gemí por lo bajo, mientras una voz recorría mis pensamientos:
La Bruja Eterna se acerca. ¿Está ella aquí?Aquella voz era definitivamente mía, pero se hallaba llena de conocimientos que mi conciencia (por lo menos la superficial) desconocía. ¿Qué era aquello? ¿Retazos de viejas memorias? ¿Sueños que no recordaba con claridad? ¿Un cuento de mi infancia, tal vez? No tenía sentido, y mucho menos el dolor que le acompañaba...
La preocupación que me recorrió fue genuina, sin embargo. Ahora que lo pensaba bien...
***—Y, oh, perdone mi ruda insistencia, madame, pero no puedo evitar la curiosidad que me embarga desde que posé mi vista sobre este magnífico castillo —señalé al resto del grupo con la punta de mi Llave, mientras terminaba mi reverencia y volvía a posar mi mirada sobre la de Wix—.
Y creo que queda claro que este curioso grupo tampoco ha sido capaz de resistirse. Perdone este mundano pecado, este inhumano deseo, esta insana sed de conocimiento... pero necesitamos saber —
yo necesitaba saber—.
He escuchado ya varias veces rumores en los pasillos de mi viejo hogar; rumores que hablan de una poderosa bruja que vivía en las torres del viejo Vergel Radiante, amante de la magia negra y aliada de oscuros espíritus... como los Sincorazón. ¿Habrá tenido algo que ver ella con la caída de este antaño radiante mundo? —hice una nueva reverencia, fingiendo respeto, aunque en realidad no quería que la supuesta guardiana advirtiera la ansiedad que lucía en mi semblante—.
Si pudiese responder a estas incógnitas, inclusive si fuese meramente para poder apresurar nuestra partida de este castillo, puedo prometerle que le estaríamos muy agradecidos y que aceptaríamos cualquier medida que usted considerase necesaria.Apreté la empuñadura de mi Llave-Espada con fuerza. Por supuesto que mentía. No iba a salir de aquella fortaleza mientras mis amigos tuviesen la intención de enfrentarse a los guardianes de ésta y corrieran peligro por ello. No iba a dejarles solos.
—Cualquier medida... Inclusive si se trata de un duelo... —murmuré por lo bajo, donde sólo mis compañeros podrían escucharme.