—¡Ya están aquí, chico! ¡Vienen a matarnos! ¡Da el aviso!
Eso dijo el anciano hombre que acababa de agarrar del brazo sin previo aviso a Will mientras caminaba por las calles de la Plaza de la Fuente, ya anocheciendo en la ciudad. La gente en su gran mayoría ya había vuelto a sus casas, dispuestos a esconderse de los Sincorazón que en breve aparecerían; y lo mismo haría el joven, si ñel no le hubiese agarrado así.
Parecía realmente desesperado. El anciano estaba sucio y además apestaba a alcohol, pero sus ojos parecían realmente serios al hablar. Llevaba un sombrero de copa bien grande, que en absoluto pegaba con sus raídas ropas y sus zapatos de suela rota.
—¿A qué esperas? ¡Ellos ya casi han llegado a Ciudad de Paso! ¡Si no les avisamos, todos en esta ciudad moriremos!
¿Pero de qué demonios hablaba aquel hombre? ¿Estaba realmente en sus cabales? Will podía irse o quedarse con él. Los Sincorazón aparecerían antes o después, eso seguro.