Su cuerpo estaba tirado sobre los controles de una de las máquinas de las recreativas, concretamente del Street Feet Licker II Turbo HD Remix. La pantalla no dejaba de repetirle las mismas dos palabras, apareciendo y desapareciendo constantemente para dejárselo claro: había perdido contra su enemiga, Mei Li.
Le dolía la cabeza, aunque más preocupante era el corazón, que parecía que se lo habían desgarrado cuando Ariasu rompió aquella cristalera. Ahora el dolor había cesado, pero no podía dejar de notar que le faltaba algo muy importante, más que su propia existencia. ¿Qué se suponía que le había sucedido? ¿Por qué estaba así?
Otros jóvenes de la zona clavaron su mirada en él, curiosos de su presencia. Quizás incluso algo temerosos. Algunos de ellos marcharon a la entrada apresuradamente al darse cuenta de su presencia: al fondo, entre unas cristaleras, una puerta doble automática que se abría al pasar por ella. La luz del sol entraba por ella, aunque se veía tapado por otro edificio que tenía delante.
Estaba en las recreativas de las Terrazas del Atardecer.
Los cascos de Ragun se vieron imbuidos por un coro de música celestial.
Al abrir los ojos, el chico despertaría en una tienda. Concretamente, en una tienda de discos, donde alguien le había puesto unos cascos para escuchar música relajante y épica. Desgraciadamente no podría llevárselos, pues su cable estaba enganchado al poste que anunciaba el nuevo disco de lo que imaginó era el grupo que había estado escuchando.
El dependiente se impresionó de ver al chico y miró a ambos lados, preocupado. Saltó el mostrador y se acercó a él para tenderle una mano y que se levantara: estaba entre varias estanterías de discos, las cuales señalaban claramente la salida del recinto. En el edificio de enfrente había, al parecer, unas recreativas.
—¡Tienes que irte de aquí! —advirtió el dependiente, preocupado—. ¡El jefe me matará si comienza el juego y tú sigues aquí!
Que Kousen se despertara se puede catalogar de milagro, pues todos a su alrededor estaban sopa.
Una aburrida obra de teatro estaba siendo representada frente a él, en un enorme escenario sobre la cual unas jovencitas bailaban y cantaban casi sin sentido alguno. Representaban la historia de cómo la Gran Maestra Ariasu había bajado de los cielos para salvarlos a todos del Malvado Tirano, o algo así. La verdad es que estaba pésimamente narrada, e incluso muy mal interpretada. Por mucho que alguien intentara esforzarse en atender a la obra, sería incapaz: quedaría dormido, como si las chicas produjesen un poder hipnótico sobre la gente.
Lo mismo le pasaba a Rhía, aunque desde otra posición. Mientras que Kousen estaba en los asientos inferiores, directamente frente a la gente, la chica se despertó... ¡En mitad del escenario! La joven se encontraba atrapada entre cuatro chicas bailarinas, una con ropas que imitaban a la tal Ariasu que les había atacado anteriormente. ¿Cómo había llegado ella hasta allí?
—¡Oh, gran diosa de los cielos! —bramó una de las actrices hacia el público, despertando a parte de la gente—. ¡Aquí te entregamos nuestro, eh...! ¡Sacrificio!
Qué mal interpretaban.
Kailee despertó con un ovillo de lana entre las piernas, sentada en el tren que se dirigía hacia las Terrazas del Atardecer. Ni idea de dónde estaba aquello, pero no recordaba haberse metido en ningún momento en un tren con un ovillo de lana, y menos sentarse en el suelo teniendo todos los asientos disponibles. Qué gata más maleducada.
No había nadie más en el tren: estaba sola. Lo último que recordaba era a la tal Ariasu atacándoles... Y lanzándoles al vacío en la Plaza de la estación.
Sus sentidos felinos se activaron. Estaba llegando a su destino.
Hikaru se despertó en la Estación del Atardecer, con la boca pastosa y una sensación desagradable en el cuerpo. Estaba sentado en uno de los bancos de espera, con un par de adultos más esperando de pie a que llegara el tren... El cual ya se podía ver acercándose en la lejanía.
Uno de aquellas personas dirigió una mirada de reojo al chico, disgustado de su presencia. Le dio la espalda y se dedicó a lo suyo, esperando el tren con los brazos cruzados. Estaba claro que no estaba bienvenido por allí.
Todos los aprendices se vieron sorprendidos cuando algo vibró en sus bolsillos. Al rebuscar en ellos, encontrarían dos objetos que no habían visto antes: un pin negro con el dibujo de lo que parecía ser una calavera blanca, junto con sus móviles y pociones. ¿Cómo habían llegado hasta allí...? Y para colmo, sus objetos de curación, armamento habituales... ¡No había nada!
El teléfono móvil, por su parte, indicaba la entrada de dos mensajes de texto nuevos. Al abrir el menú para leerlos encontrarían pocas opciones: los textos, la posibilidad de hacer llamadas (aunque si lo comprobaban, el teléfono no pedía un número de teléfono, sino una especie de código) y lo que parecía ser el icono de un libro con el nombre "Conceptos".
Bienvenidos, Jugadores.
Comienza el Reapers' Game. Vuestra misión es sobrevivir 7 días. Cumplid las misiones encomendadas por el Game Master cada día, o investigad la ciudad a vuestro antojo. Fallad, y vuestra existencia será eliminada.
~ El Compositor
Misión del Día 1:
· Sector Atardecer: Alcanzad la Colina del Atardecer.
Tenéis 120 minutos. Fallad, y seréis eliminados.
~ El Game Master
Light no tendría la buena suerte de poder echar otra partida a su juego favorito. Una de las pantallas de las recreativas, a su lado, se volvió negra de golpe y de ella salió una extremidad plana, con distintos circuitos atravesándola y dándole vida. No tardó en salir una criatura completa de su interior, que se tiró al suelo y se levantó como si nada hubiese sucedido para marcar a Light como objetivo. Se movía como un robot, pero con extraños espasmos: y fuera como fuese, estaba dispuesto a acabar con el chico.
Era, al fin y al cabo, un Sincorazón.
De poco sirvió la petición del dependiente, pues un Sincorazón surgió a espaldas del hombre. No tenía aspecto peligroso ni mucho menos: era pequeñito y bastante mono, si a Ragun le gustaban aquellos bichitos. Llevaba dos platillos y parecía incluso alegrarse de ver al Portador.
El dependiente reaccionó llevándose la mano a la frente, disgustado pero en absoluto temeroso de la criatura. Se acercó a Ragun y le empujó bruscamente, tirándole en dirección a la salida.
—¡Sal de aquí ya! ¡No quiero que me destrocéis la tienda!
¿Destrozarla? Si aquel Sincorazón no podía hacer nada peligroso...
Las actrices interpretarían de pena, pero el mensaje del sacrificio fue claro.
Nada más leer el mensaje, una sombra surgió sobre Rhía, tapando toda la luz posible. De inmediato vio cómo su entorno se transformaba para verse capturada entre múltiples barrotes, capturada en una... Jaula. No podía ver claramente qué sucedía, pero estaba atrapada. ¡Capturada! Aunque delante de ella había una puerta metálida que, si empujaba con la suficiente fuerza, se abriría...
Con el pequeño problema de que la pequeña prisión se elevó en el aire hasta colocarse frente a un enorme y cabezón Sincorazón metálico. El monstruo abrió su boca, preparado para comerse a la chica en cuanto abriese la muerta y se lanzara a su interior. No, quizás después de todo no fuese buena idea abrir la puertecilla. ¡Pero algo tenía que hacer!
Kousen tenía, en este caso, una mejor perspectiva. El público despertó cuando escuchó la oración de la actriz y se levantó para aplaudir aquella situación, deseando que de verdad aquel monstruo devorara a la chica. Quizás se diese cuenta entonces de que la joven de la jaula estaba en auténtico peligro... O que fuese la única buena actriz del grupo. Su asiento daba acceso al pasillo central, por lo que podía acceder al escenario de forma rápida o huir lo más rápido posible por la puerta trasera, aprovechando que todos estaban distraídos.
Él no estaba en peligro, eso seguro.
El tren por fin se detuvo en la Estación del Atardecer.
Nada más abrirse las puertas, un hombre de mediana edad entró y le empujó violentamente con el hombro. Si le observaba, este le dirigiría una mirada llena de desprecio y odio, a lo que la chica podía contestar como quisiera. Lo cierto era que no había sido nada educado.
Hikaru, por su parte, estaba esperando afuera, probablemente planteándose si entrar o no. Pero aquellas dudas quizás se viesen resueltas cuando en las escaleras surgieron tres sombras que dieron paso a una serie de enemigos: dos Sincorazón revestidos con una armadura y cuerpos muy delgados, portando lo que parecían ser unas finas cuchillas como arma, que corrían escaleras arriba probablemente para atacar a los habitantes del mundo que acababan de entrar en el tren. Corrían peligro.
El tren avisó de que iba a partir ya. Debía enfrentarse a ellos o meterse; igual que Kailee, que se encontraba todavía en su interior, pero podía ver a las criaturas de la oscuridad...