Hana recibió el libro sobre fantasmas de Alec con una mueca que daba bastante a entender que no le gustaba. Sin ni siquiera abrirlo, lo despreció y lo dejó en una de las mesas.
—No quiero historias estúpidas sobre fantasmas —le espetó, cruzándose de brazos—. Sino experiencias reales. Si no has tenido ninguna con un fantasma de verdad, entonces sabes lo mismo que los demás, y no me interesas.
Fue curiosa la comparación que hizo Rebecca, la similitud, entre aquella criatura y un sincorazón. Diferían en elemento. Pero, ¿tendría aquel ser corazón aún? Esta pregunta interesó especialmente a Hana. Sin embargo, no se la formuló a la Maestra. Seguramente no sabría nada del tema.
Inmediatamente después, la Rebecca dibujó el mapa pedido por Alec. Estaba comentando la posibilidad de esperar al amanecer, y un par de cosas más, cuando la luz se apagó de pronto. Hana parpadeó varias veces, impaciente por acostumbrar a sus ojos a la oscuridad. Y, cuando estos lo hicieron, comprobó con sorpresa que Rebecca había desaparecido. En su lugar, sólo quedaba el papel, pintarrajeado con más detalles.
Y así fue cómo se hartó de la Maestra. Era una inútil que no se atrevía a enfrentarse a un mísero vestigio del pasado, que no respondía a sus preguntas, que los ordenaba a ir a sitios desde donde ella luego desaparecía y que no hacía más que soltar chorradas.
—¡La madre que la parió, %^*#/^! —comenzó a soltar todos los improperios que le vinieron a la mente, y aún tardó un rato en calmarse.
¡Ya estaba harta! ¡A partir de entonces, iba a hacer lo que le viniera en gana!
—¡Claro que no! —contestó a Alec, aún cabreada—.Tampoco la conocemos demasiado, pero resulta obvio que no es más que una cobarde que se escabulle en el momento oportuno.
Y ojo, no es que Hana despreciara la cobardía y admirara la cobardía. Lo que pasa es que su opinión respecto al tema variaba según sus intereses o su situación.
No quería detenerse a leer el nuevo mensaje, porque le daba igual. Su objetivo era derrotar al fantasma. ¡Y punto! Como no pensaba morir tan fácilmente a manos de un ser incorpóreo, no temía el enfrentamiento, sino que lo deseaba con más ansia a cada minuto que pasaba. ¡Así luego podría darle su merecido a esa Maestra de pacotilla!
Entonces, escucharon el grito. Hana aún no había procesado dicho nuevo problema, cuando Alec propuso dividirse para ir a por el fantasma. En cierto modo, le daba igual. Puesto que ambos chicos escogieron tomar el pasillo, y dividirse en la bifurcación, la muchacha pensó que aquel plan se había convertido en un juego de suerte. ¿Quién daría con el fantasma y tendría el honor de batirse con él?
Por supuesto, confiaba en ser la afortunada. No quería escoger el mismo camino que ninguno de los otros dos, así que rememorando el mapa, recordó la cruz roja que había marcado Rebecca, la que si mal no se había orientado, correspondía a la sala previa en la que habían estado. ¿Había dibujado la Maestra dicha cruz? ¿O había aparecido por arte de magia, como todo lo demás?
Su destino, por tanto, estaba decidido. Pese a que la idea del sótano le era mucho más tentadora, por una vez, Hana optó por retroceder. Iría a la sala de la cruz, y si en ella no encontraba nada en particular, como el espejo mencionado, intentaría abrir las puertas de dicha sala para ver adónde conducía cada una, pues Rebecca no había dibujado nada más allá de ellas.