Capítulo 12: Descanso
– Me pregunto dónde estará Stella… – Murmuró Tyler, pensativo.
Todo el grupo menos la mencionada se encontraba en una habitación bastante curiosa, era totalmente redonda, formando una semicircunferencia. Las paredes eran de piedra, pero irradiaban calor, haciendo que desapareciera la sensación de frío. Había seis camas para poder descansar, cada una con una manta y una túnica azul que hacía la función de pijama, un pequeño armario para guardar pertenencias y toallas.
– A saber, pero la señorita ya es mayor para velar por sí misma – Respondió Sho mientras se estiraba en cama, acomodándose como podía – Aun así, no estaría mal que tuviese caballero como yo para que la acompañase para protegerla de cualquier peligro – Añadió con una sonrisa.
– Nadie necesita tu ayuda, y aún menos Stella – Gruñó Alexia, molesta.
Sho soltó un mohín, pero decidió no seguir, no se sentía con ganas de proseguir con su charla.
– Ya sabemos como es, seguro que se las apaña sola – Añadió Arthur restándole importancia.
– Pero somos un grupo, ¿no? Deberíamos estar juntos – Contestó algo preocupado, de un modo u otro, sentía la necesidad de velar por todos.
– ¿Un grupo? ¿Desde cuándo somos un grupo? – Dijo Alexia con una sonrisa que no presagiaba precisamente alegría – ¿Y desde cuando tú te preocupas tanto por ella?
– ¡Yo me preocupo por todos! – Exclamó enfadado – Tenemos a una… una… – No sabía cómo definir a Stella, desde luego no eran amigos, pero tampoco se llevaban mal. En ese instante se dio cuenta de lo poco que sabía de ella. – … lo que sea, ¡tenemos que ir a buscarla!
– ¡¿Y ahora vas de líder?! Quién eres tú para ordenarnos qué tenemos que hacer?! – Alexia elevó la voz, fulminándolo con la mirada.
– Pues soy alguien que se preocupa por sus compañeros, ¡y no pienso dejarla deambulando por ahí sola!
– ¡Por favor, parad ya los dos! – Gritó Arthur, poniéndose en medio. – Basta de pelearse. Alexia, deja de picar a Tyler, y tú, cálmate un poco, ya verás como todo irá bien – Intentó calmar la situación. Tyler iba a decir algo, pero alguien tocó a la puerta con decisión, un simple “adelante” de Sho bastó para que Stuart, ese pájaro tan peculiar, abriese la puerta.
– Lo que faltaba – Murmuraron Tyler y Alexia a la vez, enfadados.
– Espero no interrumpirles en algo importante. – Dijo educadamente mientras batía un poco sus alas.
– Para nada estimado señor – Contestó Sho rápidamente, tomando el control de la conversación. Se incorporó y se acercó al búho para hablar con él, Tyler resopló y gruñó algo incompresible mientras se giraba y se dejaba caer en una de las camas, deseando que el chico de cabellos dorados parase de una vez con su carácter tan pomposo y educado. Arthur le miró y le dedicó una mirada de advertencia, dándole a entender que era por su bien, pero Tyler simplemente se giró de cara a la cama para no ver nada. Alexia se limitó a cruzarse de brazos y escuchar.
– Me gustaría darles algunas indicaciones y normas antes de dejarlos reposar – Siguió el ave – Disponen de un baño con todo el aseo suficiente al final del pasillo a la derecha. Está perfectamente equipado con duchas para asegurar la higiene de todos los huéspedes.
Tyler rápidamente se levantó, cogió una toalla y, sin importarle nada, salió de la estancia, ganándose una mirada de recelo de todos sus compañeros. Stuart ululó un poco, molesto, pero siguió.
– No griten ni sean irrespetuosos, hay otros huéspedes que también necesitan descansar al igual que ustedes – Prosiguió – Les recomiendo irse a descansar en cuanto puedan o relajarse en caso de que no tengan sueño. El desayuno se servirá mañana a las 8 en punto, les advierto que no lleguen tarde, ¡la cocina no está abierta eternamente!
– Entendido – Dijo simplemente Arthur, asintiendo levemente.
–Bien entonces, espero que descansen, hasta mañana.
–Buenas noches señor, que descanse usted también – Respondió Sho educadamente. El ave se fue por la puerta dando pequeños pasos, luego la cerró con el ala y se fue, dejando la habitación en silencio.
– Si se me permite, iré a tomarme una ducha, no aguanto tanto tiempo sin un mínimo de higiene – Dijo Sho mientras cogía una toalla. – ¿Damisela, me acompaña? – preguntó a Alexia con una sonrisa mientras guiñaba un ojo, intentando hacer olvidar los instantes vividos antes de que el ave los interrumpiera.
– Contigo no, pervertido – Contestó tanjante. Sho soltó un mohín pero no insistió, no tenía ganas de pelear con ella, así que cogió su túnica y se fue, cerrando la puerta suavemente. Alexia se cruzó de brazos y observó a Arthur.
– ¿Tu también te irás? – Le miró seria.
– La verdad es que sí – Sonrió un poco, disculpándose – Estamos en un lugar seguro y, qué decir, ya que tenemos la posibilidad, tenemos que aprovecharla.
Cogió una toalla y el pijama, luego miró a Alexia detenidamente.
– Será mejor que hagas lo mismo, aprovecha ahora que puedes. Además, una buena ducha puede ayudarte a calmarte.
Seguidamente, abrió la puerta y se fue sin más con una sonrisa. Alexia suspiró y se quedó mirando la toalla, pensando en si irse o no. No quería ceder a la recomendación de Arthur, estaba enfadada, pero la ducha le tentaba, hacía demasiado tiempo que no se relajaba un poco, así que un poco contrariada con sí misma, cogió toalla y túnica y se fue hacia afuera.
Tyler regresó un rato después. Con una toalla que le rodeaba la cintura, se extrañó al ver que no había nadie al abrir la puerta de la habitación. Se sentó en una cama mientras miraba en el infinito, pensando en Stella y la discusión que habían mantenido a la habitación. Sin duda, la ducha le había aclarado las ideas y le había relajado, haciéndole ver que su postura había sido demasiado protectora, pero aún se sentía algo molesto con Alexia y su manera de contestarle.
Se levantó y se quitó la toalla para ponerse seguidamente la túnica azul, le cubría todo el cuerpo y era cómoda, seguidamente se estiró en una cama sin saber muy bien qué hacer. Estaba pensando en si ir a buscar a Stella por su cuenta, pero rápidamente desechó la idea, podía perderse en un lugar que no conocía, además de que tampoco sabía muy bien dónde buscar. Se dio cuenta de lo poco que conocía a la chica, no sabía sus gustos, sus preocupaciones ni sus manías, así que no sabía dónde podía estar. Pensó en sus compañeros y básicamente llegó a la misma conclusión, no sabía absolutamente nada de ellos, sólo se podía guiar por lo que habían hablado entre ellos y por cómo actuaban, así que no tenía mucha información de ellos. Se dijo a sí mismo que, cuanto pudiese, intentaría saber algo más de ellos.
Escuchó la puerta abrirse y vio cómo una cabeza de cabellos largos y rubios se asomaba.
– ¡Stella! – Exclamó Tyler, reincorporándose – ¿Dónde habías estado? ¡Estábamos preocupados por ti!
Stella simplemente entró en la estancia, cerrando la puerta.
– ¿Y bien? ¿No vas a decirme dónde has estado? – Preguntó Tyler curioso.
– He estado dando vueltas por ahí – Respondió vagamente, sin concretar. El chico no quiso insistir, sentía que se sacaba un peso de encima al saber que la chica estaba bien, sin duda, un problema menos.
– Los otros chicos han ido a ducharse, podrías hacer lo mismo – Le dijo señalándole con la cabeza una de las toallas que quedaba, Stella se la quedó mirando.
– ¿Por qué no? – Dijo encogiéndose de hombros. – Supongo que esto azul tan espantoso es una especie de pijama – Lo cogió con una mueca juntamente con la toalla, se giró dándole la espalda a Tyler y, antes de que pudiese poner la mano en el pomo, la puerta se abrió, dejando ver a Sho y Arthur ya vestidos con la túnica.
– Oh dios mío, ¡Stella! – Una sonrisa iluminó la cara del aristócrata, rápidamente se acercó a ella, pero la chica reculó un poco, manteniendo las distancias – Cuanto te eché de menos, justo pensaba en ir a buscarte, damisela.
– Anda Sho, déjala y no seas exagerado, has sido el que menos se ha preocupado por ella. – Arthur posó sus manos en los hombros del chico y le obligó a andar, apartándola de ella. La chica, después del pequeño obstáculo, se fue hacia el baño para poder tomarse una buena ducha.
– ¿En fin, qué tal la ducha? – Preguntó Arthur a Tyler al escuchar la puerta cerrarse detrás suyo.
– Perfectamente, logró relajarme un poco – Dijo con una sonrisa, algo más tranquilo – Más que ya ha vuelto Stella, todo parce que funciona de nuevo.
– Recuerda que no estamos de vacaciones, jovencito – Recordó Sho mientras se sentaba en otra cama.
– Lo sé, ojalá fuera así.
– Pero yo creo que lo mejor será que vayamos ya a descansar, ¡ya que podemos, debemos aprovechar! – Dijo Arthur metiéndose rápidamente dentro de una cama, con una sonrisa.
– Pero… ¿y las chicas? ¿No las esperamos como caballeros que somos?
– No hace falta, ya sabemos que Stella ha vuelto, no hay de qué preocuparse – Arthur bostezó un poco y cerró los ojos. – ¡Venga, vamos, todos en cama!.
Los otros dos chicos, dudando un poco, le imitaron y se metieron dentro, de repente, las luces se apagaron misteriosamente, la habitación debía tener algún sistema oculto.
– Buenas noches – Deseó Arthur a los dos chicos. – Descansad mucho.
– ¡Esperad! – Exclamó Tyler. Calló unos segundos, algo inseguro, pero al final se atrevió a preguntar – … ¿cuales son vuestras aficiones?
Tyler fue el último en despertarse. Se frotó los ojos, cansado, había pasado una noche algo extraña ya que su mente había mezclado la última conversación nocturna con elementos de su viaje, haciendo un sueño más que raro. Se reincorporó y vio a Arthur que le miraba curioso.
– ¡Buenos días bella durmiente! – Exclamó el chico al verle despertarse – Vamos, vístete rápidamente o no llegaremos a desayunar. Los otros tres han tenido que avanzarse para coger sitio, justo acaban de salir.
El rubio se fue al otro extremo de la sala, cogió la ropa del recién despertado y se la tiró en la cara. Tyler gruñó un poco, pero rápidamente cogió sus pertenencias, se sentó en cama y se cambió con rapidez. Se sorprendió al notar la suavidad de la ropa, estaba limpia y tenía un suave olor a lavanda.
– ¿Ya estás? – Preguntó Arthur. Tyler le miró pero se sorprendió al verlo que estaba girado hacia la pared, intentando darle intimidad a la hora de cambiarse.
– Listo – Se levantó y acabó de ajustarse sus prendas. Arthur se giró para verle de nuevo, ya vestido.
– Entonces vayamos de una vez, o nos quedaremos sin comer.
– Uhm… tiene mejor sabor de lo que esperaba…. – Murmuró Stella probando de su plato. Las dos chicas y el chico restante se encontraban ya en el comedor, tastando un puré de color marrón.
– A mí no me gusta nada – Dijo Sho, apartando su plato con cara de asco. – ¡Cómo añoro la comida de mi cocinera!
– Será mejor que comas y te calles si no quieres meterte en líos – Contestó Alexia.
– Querida, ¿por qué eres tan dura conmigo? – Dijo Sho en un mohín. – Tus palabras hacen que mi corazón se parta en mil pedazos, ¡mas no me rendiré!.
– Dejad ya esta estupidez y comed de una vez. – Stella acercó el plato a Sho. – Y nada de quejarse.
Sho empezó a comer, algo disgustado.
– Buenos días damas y caballero – Saludó Alfred, que se había acercado a ellos – ¿Qué tal les probó el sueño?.
– Maravillosamente bien – Contestó Sho con una sonrisa, animándose un poco – Por cierto sir Alcantaille, no sabía que semejante lugar tuviese tan buenos servicios, en especial el de lavandería, me ha dejado la ropa limpia y suave, ese toque de lavanda le da un toque especial – Halagó.
– Aquí nos preocupamos por el bienestar de todos, y ustedes no son excepción – La rata sonrió levemente – Espero que puedan seguir disfrutando – Sonrió ampliamente a las dos chicas, siendo cortés. Se despidió con un breve movimiento de cabeza y se fue.
Instantes después, llegaron Arthur y Tyler.
– Buenos días a todos – Saludó animadamente Arthur. – ¿Qué tenemos para desayunar?
– Será mejor que lo pruebes tú mismo – Stella le acercó el plato. Arthur cogió la cuchara, cogiendo un poco de ese puré y lo probó con curiosidad.
– Es dulce y espeso, pero… tiene algo que no podría definir – Dijo después de unos instantes de degustación. Llegó un perro vestido con camisa y chaleco que les dejó dos platos para los chicos, rápidamente desapareció tal y como había venido, de forma silenciosa y sutil.
– Pues aquí tienes tu ración. – Dijo Alexia mientras cogía su plato y seguía comiendo. Arthur empezó a comer como si nada, pero Tyler no sabía qué hacer, ese color marrón tan sospechoso no le incitaba a probar bocado. Después de dudar un poco, cogió la cuchara y tastó un poco, pero vio que tampoco era tan malo después de todo.
– Atención señores, atención, ¿me escuchan? – Dijo una voz que resonaba por toda la sala. – ¿Hola? ¿Hola?.
Todos levantaron la vista hacia el aire, intentando buscar de dónde provenía la voz.
– ¿Qué debe ser eso? – Preguntó Alexia.
– ¿Me escuchan? ¿Sí? – Siguió la voz. Era algo estridente, pero tenía una musicalidad que hacía que siguieras todas sus palabras con atención – Bien, perfecto, tengo el gran placer de recordarles que mañana es el gran día, la carrera al fin ha llegado.
– ¿Carrera? – Preguntó la chica, algo más interesada por lo que decían.
– Recordemos a todos los asistentes que pueden inscribirse hasta las 12 en punto hablando con sir Stuart della Nidela o con sir Alfred du Alcantaille.
Los dos mencionados, que estaban en unas mesas más atrás, se levantaron de sus asientos para hacerse ver, luego se pusieron a andar hasta un extremo de la sala.
– La participación es totalmente libre. – Siguió – Como premio, vamos a conceder un libro donado por la biblioteca local llamado “La dama de Blanco”, cuyo autor es desconocido, pero posee un gran valor que esperemos que el ganador pueda apreciar y gozar de él.
Rápidamente los cinco se miraron. Sin decir nada, todos entendieron qué suponía hacerse con aquél libro.
– Sin embargo, recordemos que el último a llegar tendrá un final más bien desafortunado, así que, mis queridos oyentes, piensen muy bien si presentarse o no.
– ¿Desafortunado? ¿A qué se refiere? – Preguntó Tyler, pero ninguno sabía la respuesta.
– No lo sé, pero merece la pena intentarlo, ¿no creéis? – Respondió Arthur. – Será mejor que acabemos de desayunar y vayamos a por más información.
Los cuatro asintieron y comieron con rapidez, incluso Sho que se había quejado del mal gusto del puré, ignorando las últimas palabras de la voz que les deseaba suerte a los participantes.
Al acabar de comer, se levantaron con rapidez y fueron a buscar a los dos responsables, no sabían qué deberían hacer exactamente, pero tenían que conseguir aquel libro fuera como fuera.