Lamento mi ausencia. Exámenes. Y todavía no terminan.
—
¡Vaya, cuanto entusiasmo viniendo de un joven extranjero como usted, señorito! —señaló el anciano, entusiasmado. De reojo, noté cómo Bella le daba la razón con un gesto. Eso me sacó una media sonrisa—
Por supuesto, puede llevarse un libro que le llame especialmente la atención.—
Oh, señor, no podría... —quise negarme inmediatamente, sacudiendo un poco la mano como para apartar aquella tentadora oferta. El hombre, sin embargo, se repitió:
—
Insisto en regalárselo, un recuerdo de nuestra humilde aldea.No pude evitar mostrar una sonrisa de oreja a oreja. La amabilidad de aquellos aldeanos comenzaba a tener un efecto tan tranquilizador en mí, que no podía evitar olvidarme de la misión a ratos, sintiendo aquella familiar sensación de serenidad que sentía cuando pasaba el rato en mi propio mundo.
Tan parecido... pero sin ser el mismo.
Justo como mi propio mundo.
Mi sonrisa de entusiasmo pronto se convirtió en una melancólica media sonrisa de nostalgia, a la par que me acercaba a los libros, junto con Bella, para elegir mi regalo.
***Al salir de la librería, el mismo paisaje, ahora algo familiar, nos dio la bienvenida. La aldea parecía estar tan viva como hacía unos minutos, aunque la canción parecía haberse terminado ya.
Sujeté con fuerza el libro que llevaba en mi mano derecha. Comenzaba a descubrir que aquel mundo no me desagradaba en lo más mínimo. Una misión importante empezaba a convertirse en un grato paseo, con una muy encantadora acompañante. ¿Cómo podía quejarme?
—
¿Sobre mi padre? —inquirió Bella, retomando finalmente la conversación. Seguramente, pensé, se refería a la casual pregunta que había alzado previamente, sobre los escritos de su padre—
Bueno, tiene unos cuantos libros sobre mecánica. ¿Magia? Sólo existen en los cuentos, ¿no? —
Por supuesto. Sólo en los cuentos —repetí.
Sin embargo, Bella parecía haberse fijado especialmente en algo que, había pensado, tanto ella como el librero habían pasado por alto. No parecía ser así, no obstante, pues la chica pronto murmuró:
—
¿Bestia? ¿Castillo...?—
A-ah... —balbuceé, nervioso—.
¿Dije yo eso? P-perdona, seguro que estaba pensando en algún libro...En aquel instante deseé que Bella se olvidara de todo lo que había dicho antes, o que de alguna manera pudiésemos restarle importancia. No sabía si había destrozado mi papel de incógnito o no, pero no quería correr semejantes riesgos. Necesitaba distraer a la chica, o al menos sacarle la vuelta con una mentira precisa.
Súbitamente, alguien se me lanzó al cuello con una fuerza tremenda, logrando desequilibrarme por unos instantes. Más por un reflejo para mantenerme en pie que por voluntad propia, me abracé a la misteriosa figura.
Un perfume familiar me embargó todos los sentidos...
—
¡Te encontré, por fin! —alguien exclamó, mientras se abrazaba con más fuerza todavía a mi persona—
¿Dónde has estado todo este tiempo, eh? ¡Te echaba de menos!¿Cómo olvidar aquella voz...? Aquel toque dulce y seductor, aquellas palabras atrayentes, aquel tono angelical... No, aunque pasaran décadas enteras entre nuestros encuentros, no podía confundirla nunca.
—
¿D-Diana...? —murmuré, queriendo encontrar alguna clase de confirmación. Cuando finalmente pude apartarla lo suficiente para verla directamente, me topé con sus brillantes ojos grises y con su cabello dorado. De inmediato, sentí mi corazón acelerarse y la sangre subir a mi cabeza.
"Mi ángel".
—
Diana Thorn. Estaba en Bastión Hueco cuando fui a por vosotros, aquel día... Forma parte de los desaparecidos.. bueno, de los traidores que causaron la caída de Vergel Radiante. Me quedé congelado, tanto por la mágica atracción que Diana creaba en mi interior como por el miedo y la incredulidad. ¿Cómo iba a escapar de ella, del enemigo, cuando podía manipularme como un animalito domesticado?
—
Tiene un extraño poder que hace que el más fuerte de los hombres se derrita y esté a sus órdenes. Imposible...
—
Ven conmigo, no tengas miedo —pidió, acercándose a mi mejilla. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza cuando sus labios acariciaron con suavidad mi mejilla. Su aliento acercándose a mi oreja logró derretirme.
Quería escapar con ella. Ir a donde ella quisiera llevarme.
Mi ángel... Mi preciado y atesorado ángel...
—
Es difícil escapar de su habilidad, pero no imposible.Difícil... mas no imposible...
Dejar atrás la tentación de mi ángel...
¿Cómo? ¿Cómo podía...?
—
¡Sería una suerte que estuvieses enamorado, jovencito!Tras pensar brevemente en aquella frase... no pude evitar que su rostro apareciera en mi imaginación. Sus grandes ojos color avellana, su sonrisa tan adorable y cautivadora, sus delicadas facciones enmarcadas por su larga cabellera color miel...
—
Yo no estoy... Digo, ¿cómo podría...? ¿De ella...?¿Enamorado...?
El perfume de Diana volvió a subir a mi cabeza, llenando de mi mente de toda clase de fantasías e ilusiones. En todas ellas, nos encontrábamos los dos juntos. Felices.
Pero algo faltaba... una chispa...
—
Te he echado tanto de menos…
>>No te vueltas a separar de mí, por favor…Niña testaruda... no podría nunca...
—
No podría nunca, mi amor… Por unos breves instantes, el perfume de Diana desapareció. Imaginé, sólo por unos segundos, la sensación de sus besos... el calor de sus tímidos labios abrazando los míos, nuestras manos entrelazadas, nuestros dedos traveseando con el cabello del otro...
...y el mundo entero desapareció.
Sólo ella... y mis preciados recuerdos...
—
¿Lo entiendes...?
>>Te amo...¿Cómo... cómo podía...? ¿Lo estaba...? ¿Estaba enamorado...?
Me gustaba estar con ella... Reírme con ella, conversar con ella, bailar con ella, viajar con ella, entrenar junto a ella, luchar junto a ella...
—
D-Diana, yo... yo...—
No te vueltas a separar de mí, por favor…Me llevé la mano al pecho, sintiendo una terrible punzada en el corazón. Los poderes de Diana eran demasiado... no podría... Jamás podría defraudar a mi ángel...
—
M-Mi ángel...—
No te vueltas a separar de mí, por favor…
>>Xefil...Pero debía intentarlo... Debía hacerlo... Le había prometido que no volvería a separarme de ella. Nunca.
No podría nunca...
—
S-sólo sé que ella n-no se compara a la princesa de... ninguna historia.Lo intentaría. Debía intentarlo. Aunque me costara, aunque necesitase menos fuerza para mover una montaña, aunque mi corazón se rompiese en mil pedazos en el intento... Por ella debía intentar que aquellas palabras salieran de mi boca. Por ella...
Por Nadhia.—
No, Diana. No voy.