»... Tengo un regalo para ti.
Pruébalo.
Tentador. Demasiado para un joven de quince años en plena pubertad, como lo era Ban Oswald. Incluso si pensaba en desaparecer, en dejar su casa e irse de Villa Crepúsculo para siempre; las ideas de un adolescente son demasiado frágiles frente a la posibilidad de un juego online free-to-play. Nunca había oído hablar de él, pero seguramente quizás alguno de sus amigos lo hiciese. Y tras descargarlo e instalarlo, cayó en la trampa.
Quedó enganchado a un juego que quizás nunca más pudiese dejar de jugar.
Un flash iluminó toda la habitación y, en un parpadeo, todo cambió. La luz del sol ya no se asomaba por la ventana: un característico color azul eléctrico lo había sustituido, aunque no pudiese reconocer bien lo que había pasado allí fuera. Su habitación, sin embargo, seguía siendo la misma: más oscura, pero la misma. Nada más allá de aquello había cambiado. Excepto la pantalla del ordenador, la cual se encontraba apagada.
Al mover el ratón, un mensaje apareció en ella en vez del programa que acababa de instalar. Y desgraciadamente para él, no era nada positivo lo que se encontraba frente a él.
«Virus Game Over instalado correctamente.
Diviértete.»
Toda su habitación comenzó a temblar tras la lectura del mensaje. Los libros y cajas de DVDs cayeron de sus estanterías al suelo, mientras la pantalla del ordenador comenzaba a agitarse con fuerza y borraba su mensaje para dar paso a interferencias y ruido. La luz de la ventana se apagó, y el cristal fue roto por algo grande y alargado: una placa gris, empujada por un tubo de metal.
Las pared frente a él comenzó a agrietarse, y viendo la placa metálica que acababa de atravesar a la fuerza su ventana no era muy difícil imaginar que aquello no era una buena señal. Ban tenía unos segundos para escapar de la habitación, pudiendo tomar de ella un único objeto antes de salir: uno y no más. El tiempo apremiaba demasiado.
La pared iba a ceder de un momento a otro.