—¿No crees que es demasiado pronto para hablar? —contestó la mujer ganando la curiosidad de aquella persona con el aspecto de Ragun.
Ello alzó su mano retirando lentamente la bruma de oscuridad absorviéndola con su propio cuerpo. En ningún momento apartó la mirada de la chica ignorando por completo al joven que acababa de decir sus últimas palabras antes de caer inconsciente.
—Deberías demostrarme primero que eres capaz de ello… y entonces puede que hasta me lo piense —condicionó la joven poniendo una mueca de agrado—. No te daré un Sí o un No, simplemente… demuestra de lo que eres capaz. Mi respuesta es clara.
—Eso es una respuesta interesante... Saeko —comentó con una risa bastante siniestra—. Pero tienes razón, solo te he mostrado una fracción de todo mi poder —se pavoneó arrogante.
No esperó una contestación de la chica, se dirigió hacia el Aprendiz de Tierra de Partida y lo cogió por su ropa arrastrándolo hacia las escaleras que llevaban al enorme castillo de Bastión Hueco.
—Vamos.
Y sin esperar más subió las escaleras...
[...]
En el trayecto de vuelta a la sala del trono Ello no dijo nada más. Se dedicó a mantener sujeto al joven de Tierra de Partida y a llevarlo a cuestas sobre su hombro.
Nada más entrar en la Sala del Trono se puso a pocos metros de los escalones que separaban los tronos del resto de la sala.
Dejó caer al muchacho sin ninguna consideración quizás provocando que empezase a despertar y miró a la maestra con descaro.
—Creo que este es nuestro primer encuentro, Maestra Ariasu —habló con un tono que parecía derrochar un complejo de superioridad bastante grande.