―¿Ves? Te lo dije. Como si pudieras hacer entender a alguno de estos la realidad en la que viven.
―¿La... la realidad en la que vivo? ―mofé, aún con fuerzas de defender mi legado― ¿Y vosotros en qué realidad vivís? ¿En la de matar a gente inocent...?
No me estaba dando cuenta realmente de mi situación. Mis piernas comenzaron a flojear cuando sentí la mirada de Axel frente a mí, con su Llave-Espada.
―Acaba de una vez, Axel.
―No... ¡no!
No pude escapar de la estocada que recibí en el corazón. El dolor empezó a recorrer cada nervio de mi cuerpo y la oscuridad me abrazó. En la lejanía, logré escuchar la voz de una mujer... desgraciadamente, no conseguí entenderla.
Abrí los ojos, espantada y sudando excesivamente. No me levanté en un principio del suelo, estaba demasiado asustada en un primer momento como para comprender que mi cuerpo respondería enseguida a las órdenes del cerebro. Inspiré un poco de aire, y lo dejé escapar con cierto temblor en los labios.
El techo era acogedor. Se sentía sumamente bien el calor de aquel sitio. Me llevé la mano al pecho, donde había recibido una herida mortal. No estaba allí.
"¿Qué demonios...?"
Giré mi cabeza y tal fue mi sorpresa al encontrarme cara a cara con Hiro. En mis ojos se pudo ver el alivio de verle vivo, respirando con la misma dificultad que yo. Pero estaba vivo, como yo. Ambos lo estábamos.
―Hiro, ¿qué ha pasado? ―le pregunté, aun sonando mi voz un tanto gangosa― Fui a buscar al Maestro Akio y... estaba muerto. Murió defendiéndome de los sincorazón y... ―intenté por todos los medios incorporarme, aunque me fue difícil en principio― Fui a por ti, en busca de ayuda, y estabas herido. Esos dos aprendices de Bastión Hueco, te habían... matado, ¿no?
La confusión en los ojos de Hiro y su versión de los hechos contradijo todo lo que había relatado. Él no había visto el cuerpo de Akio, ni recordaba haber muerto a causa de aquellos dos. Es más, cuando Der, bajo el regazo de Mei, me explicó que había estado inconsciente y en un extraño estado de congelación, sacudí la cabeza, más confundida que antes.
―A ver si me entero ―dije, intentando ordenar las ideas en mi cabeza―: Der, tú me encontraste en ese estado, con una mujer que quería... ¿hacerte su mascota? Vale... y yo inconsciente hacía muecas de... dolor. Y si Hiro también ha experimentado mordiscos, y no tiene ahora signos de ser atacado, ¿acaso todo ha sido una pesadilla, entonces?
Entonces recordé un infortunio que ocurrió tiempo atrás en Ciudad de Paso. Cuando Light, Xefil y yo nos vimos atrapados ante el imponente poder de la reina del crepúsculo, Dusk. Inevitablemente, me acordé del poder de su sirviente.
―Una ilusión ―murmuré, acercándome a Der para comprobar su estado. Realmente dolorido, le acaricié la cabeza. Si fuese Tandy quien hubiera recibido tal paliza―. Eso es. Sea quien sea esa chica que visteis ambos, debió de usar la ilusión como arma.
>> Entonces, ¡eso significa que Akio está...!
Antes de poder terminar la frase, una mujer apareció para relatarnos lo sucedido.
―Os encontré a todos tirados en la nieve. Y muy heridos. Pobrecitos.
―Gracias... por recogernos. Muchas gracias, de veras ―estaba sumamente aliviada, pero aunque repitiera aquel agradecimiento miles de veces, no era solo porque nos hubieran traído al calor de la chimenea, a salvo de los peligros del exterior. No, estaba aliviada porque Akio estaba vivo, en alguna parte. Él nunca me dedicó unas palabras crueles antes de morir. No había cargado con su cadáver. Había sido todo una pesadilla provocada por una mujer astuta y retorcida.
―Menos mal que había ido a buscar a Hime ―cuando escuché el nombre de Hime, me levanté de inmediato, alarmada. Miré a mi alrededor, encontrándome con la mirada de Mei, la de Zait. Pero no había rastro de los traidores, ni de Hime―. Por cierto, Santa ha ido a revisar la fábrica, ésta que tenemos aquí detrás, porque decía que la chica se había ido allí, ¿no?
>> Espero que no se pierda otra vez. La última vez la encontramos enseguida, pero estuvo a punto de… Ni quiero recordarlo…
Me dirigí a la puerta sin apenas pensármelo dos veces. Akio me había confiado a Hime. Y sin embargo, había sido tan estúpida de caer en la trampa de aquella mujer, fuera quien fuera. Iba a pagar por ello. Pero antes, debía encontrar a Hime.
―Voy a la fábrica ―avisé, girándome a los presentes―. No dejaré que Hime ande por ahí sin alguien que la proteja, y más con esa loca y los otros dos merodeando por la ciudad.
>> Akio confía en mí, y no permitiré que nadie le haga daño a Hime.