Crack.
El golpe en la ya deteriorada pared hizo que una enorme grieta apareciese hasta el techo, que se conectó con las de la parte del techo que estaba cediendo lentamente. Montones de rocas se precipitaron sobre el sincorazón, que indefenso solo pudo defenderse de unas pocas piedras de todas las toneladas que se le venían encima.
Hikaru pudo saber que la criatura había sido borrada del mapa cuando un corazón vacío al no haber sido destruido por la llave espada ascendía hacia a saber donde.
La barrera desapareció permitiendo al joven huir sin mayores contratiempos.
[...]
El suelo cedía al paso del muchacho, sentía como un vacío se extendía bajo sus pies, pero ni siquiera podía apenas mirar atrás, aquello suponía perder el tiempo.
El muchacho se vio obligado a esquivar o bloquear piedras que caían sobre su cabeza a medida que se acercaba a la salida. El amplio pasillo mostró unas escaleras ascendentes, de ella venía una tenue luz que podría recordarle a la que emitía la luna por las noches.
Aquello era la salida, lo había logrado... Aunque no había cumplido del todo.
Aladín y la lámpara se habían perdido bajo la lava, aquella trampa activada por el estúpido mono...
Cuando salió de la cueva la gran cabeza de león empezó a hundirse bajo la arena ocultándose de nuevo sin dejar rastro alguno.
Allí no le esperaba el viejo, como podría haber pensado Hikaru. Estaba Lyn, con su llave espada invocada mirando hacia cierto punto con cara de pocos amigos, como de costumbre. Hikaru no tardaría en darse cuenta de que tenía heridas en su cara junto a varios moratones, también que había marcas de batalla sobre la arena. Incluso había arena flotando en el aire como atraída por un campo gravitatorio.
Cerca de la Maestra, a varios metros estaba una mujer pelirroja que parecía casi derrotada y que a pesar de estar agotada no mostraba más que una expresión neutral, como el rostro inalterable de un maniquí.
Las dos mujeres miraron hacia Hikaru, como buscando algo que debería llevar... Algo como la lámpara.
—La lámpara. ¿Dónde está? —soltó la hermosa pelirroja que se apoyó en su larga lanza a modo de bastón con una voz que carecía por completo de expresiones.
Lyn lanzó una mirada asesina a la misteriosa mujer.
—A ti no tiene que decirte nada, Iwashi —recriminó.
—Hisa Wix, para ti.
Los rasgos de Lyn empezaron a hacerse más marcados dejando poco a poco su parecido mayormente humano por uno ligeramente más bestial. Se notaba su enfado a la legua.
—Hikaru, ¿que ha pasado dentro? —preguntó la Maestra adquiriendo una posición más defensiva contra aquella tal Wix, tratando de sonar calmada.
Ninguna de las dos se movería hasta que Hikaru acabase de hablar.