—Se acerca.
Ronin pronunció aquellas palabras sentado en el trono, con la vista perdida en los dos aprendices a los que había convocado para un entrenamiento especial. Los dos jóvenes debían luchar entre sí con varios muros invisibles entrometiéndose en su camino, los cuales eran invocados y se movían gracias a la Maestra Rebecca, sentada en un asiento menor junto a Ronin.
Aquella oración no era suficiente como para detener el entrenamiento, pero sí llamó la atención de la Maestra. El adulto se llevó la mano a la barbilla de forma inconsciente y comenzó a acariciársela en silencio, sin atender a cómo Hikaru y Exuy sorteaban los muros para alcanzar a su contrincante.
—¿El qué?
—La guerra. Los problemas. El mal tiempo.
El Maestro estaba realmente serio en aquello. Era difícil imaginarse a qué se podía referir, pero Rebecca tenía varias hipótesis. Lo primero que le vino a la mente era la inminente amenaza que sufría la Orden por parte de Bastión Hueco; otra posibilidad era la aparición de múltiples Sincorazón en algún mundo, que de algún modo Ronin habría notado.
Pero la respuesta dejó desconcertada a la Maestra cuando su líder, decidido, le ordenó:
—¿Te gustaría pasar unas vacaciones no trópicales en Tierra de Dragones?
El Maestro rió en alto y se levantó de su asiento, interrumpiendo el entrenamiento. Los muros invisibles desaparecieron y Rebecca dejó de controlarlos, quedándose sentada en su asiento cabizbaja y confusa. Ronin no le dio la más mínima importancia al comportamiento de su socia: sencillamente dio un par de pasos hacia los dos aprendices, aplaudiéndoles con ambas manos.
—¡Bravo! ¡Bravo! La verdad, no he atendido a la última parte del entrenamiento, ¡pero creo que lo habéis hecho estupendamente! —realmente, no había hecho caso a ninguna parte de toda la pelea; Rebecca era la única que había mostrado atención, y la que realmente les pondría una nota posteriormente—. ¡Pero mirad la hora! Se nos ha pasado la hora del almuerzo a todos, y ese pesado de Higashizawa se niega siempre a dar a nadie ni un plato si nos pasamos de la hora. ¿Tenéis hambre?
No almorzar o cenar con Ronin era mucho más que una tradición. El Maestro tenía siempre la mala costumbre de convocar a sus alumnos para misiones o entrenamientos justo cuando se sentaban a comer algo, dejándoles con las ganas y el hambre. Según él, pasar hambre fortalecía el espíritu; y ya más de un alumno habría intentado comerse a su compañero durante una misión por esto.
—¡Pues venga, os invito a una comilona en un sitio especial! La cuenta sale de mis bolsillos, podréis zampar todo lo que queráis. ¡Tú más que nadie necesitas engordar un poco, chico! Pareces un fideo pocho.
Ronin golpeó el estómago de Exuy y le obligó a dar un paso hacia atrás de la impresión, a lo que el Maestro contestó con una risotada tremenda. Se giró hacia el trono en el que Rebecca estaba sentada y se llevó las dos manos a la boca para amplificar su voz, llamando la atención de la muchacha.
—¡Tú también, mujer! Tanto encerrarte en el castillo te va a hacer una insociable. ¡Llama a Simon y pregúntale si nos puede acercar a Tierra de Dragones!
—S-sí, claro...
Rebecca se levantó de su asiento y salió apresurada del salón del trono, dirigiéndose hacia el pasillo norte del castillo. Ronin, por su lado, volvió a dirigirse hacia los dos muchachos, sonriéndoles de mejilla a mejilla.
—Y ya que estamos... ¿Dónde están aquellos tres piltrafillas? Ah, sí, Axel en Bastión Hueco... Qué desperdicio. ¡Vosotros! Quedamos en la colina nada más salir de aquí, pero tenéis una misión. ¡Tenéis que buscar a una niña muy traviesa! Su nombre es Fátima y está hecha toda una picaruela. Probablemente intente escaquearse de la comida, pero os doy permiso para usar la fuerza si intenta huir de vosotros.
El Maestro rió con fuerza, tomándose a broma sus propias palabras. Los jóvenes, sin embargo, probablemente no sabían si estaba hablando en serio o no: ¿debían arrastrar a la muchacha en contra de su voluntad o no?
—Yo, mientras tanto, voy a buscar a otra persona antes de irnos. Es la hora después de comer, así que o está entrenando con Lyn, o... ¡Qué chiste! Estará durmiendo bajo un árbol, como el vago que es. ¡Ya sabéis! Localizad a Fátima y arrastradla hasta la colina. ¡Nos vemos en media hora!
Y con aquellas palabras Ronin abandonó el salón del trono, dejándoles a ambos solos. Tenían una importante misión, eso desde luego: encontrar a aquella tal Fátima. Y, probablemente, amargarle el resto del día.