Rió con Fátima e imitó su postura, listo para empezar las maniobras de entrenamiento. Luchar contra alguien más rápido, ágil y pequeño que él le servía de muchísimo más que el enfrentarse a otro de su mismo tamaño y habilidad.
Iba a ejecutar el primer ataque frontal cuando oyó el silbido, y vio el cambio de color del cielo primero, las estrellas fugaces después.
«
¿Pero qué…?», Malik bajó la Llave-Espada, confuso.
—
¡Cuidad…! —oyó que medio gritaba Fátima antes de pudiera él decir nada, cubrirse o echarse al suelo.
Le cayó una de esas estrellas encima, y una sensación dolorosa le embriagó, haciéndole hincar una rodilla en el suelo, sin aliento. Pero cuando tragó la primera bocanada de aire justo después, ya no sentía ningún dolor. Una sensación cálida, dulce y hermosa, una que hacía mucho, mucho tiempo que no sentía, se abrió paso por el pecho y estalló con los latidos frenéticos del corazón.
¿Cómo había sido capaz de dejarlo pasar?
—
Tenemos que dejar el entrenamiento. Malik se puso en pie con un poco de dificultad. Se sentía mareado. Miró a Fátima, un tanto irritado. Si ella no le hubiera propuesto entrenar esa mañana, habría pensado mejor en hacer lo que debía hacer.
Observó su marcha con indiferencia y suspiró, haciendo desaparecer su propia Llave-Espada con un resplandor. Luego se volvió hacia el castillo y echó a andar.
No estaba completamente seguro de sí era buena idea probar suerte esa mañana, pero llevaba tanto tiempo con ello en la cabeza… En serio, ¿cómo se le había podido ocurrir no hacerlo justo ese día? No celebraba esa fiesta, nunca lo había hecho, pero seguramente ella…
Pensar que podría estar esperando que alguien hiciera honor a San Valentín por ella le emocionó, y aceleró el paso. ¿Dónde podía estar? Subió las escaleras de entrada.
Bumbum-bumbum…Caminó por los pasillos, rumbo a la habitación de la maestra Lyn, la persona que le había salvado de la oscuridad, la que le había mostrado un camino. Lyn, su luz, Lyn, su razón para hacerse más fuerte y que ella se sintiera orgullosa… y le viese con los mismos ojos con los que él la veía…
Lyn, su maestra…
Se detuvo en seco a medio pasillo.
«
Oh, Alá, no puedo hacerlo… ».
No podía, no podía. Después de todo seguramente ella ni siquiera sentía lo mismo. Él era demasiado mayor en comparación, y su aprendiz… Le daría una paliza, la peor paliza de su vida, y le humillaría…
Bumbum-bumbumEl corazón continuaba latiéndole fuerte y decidido.
«
Pero tengo que decírselo, es justo que lo sepa… ».
Tomó aire profundamente y retomó sus pasos, hasta llegar a la que era la puerta de su maestra. Alzó el puño para golpear con los nudillos… y ahí se mantuvo durante tres segundos, hasta que llamó. No sabía si Lyn estaba siquiera allí, pero era temprano y no la había visto fuera o por ninguna otra parte, tenía que estar en su cuarto...
Entreabrió los labios, trémulo, sintiéndose aún más nervioso que cuando se prometió con Tsuniro…
Y habló:
—
Maestra Lyn, soy Malik —se mordió un tanto el labio inferior y continuó—.
Siento molestarte tan pronto, pero hay algo que debo decirte. Te atañe y es importante, es justo que lo sepas —Vale, ya no podía echarse atrás, aunque ella no estuviera dentro, debía seguir—.
Te quiero, Lyn. Sé que no me creerás, o te reirás, pero es cierto, te quiero. »
Desde que me encontraras en Agrabah y me dieras la oportunidad de hacer algo de provecho con mi vida, yo… me he fijado tanto en ti… Tu carácter fuerte, tu valentía, tu forma sincera de preocuparte, tus movimientos al pelear…Y eres tan guapa… Realmente no sé muchas cosas sobre ti, pero daría lo que fuera por conocerte mejor, y poder hacerte feliz… No se sintió más estúpido después de aquella bravata porque era imposible, pero le ardía el cuerpo entero. En su interior bullía el anhelo, el burbujeo incandescente de la sangre en las venas, esperando. Incluso si no estaba, si no abría la puerta… lo entendería como una señal, y lo dejaría correr.
Para siempre.