Lo que se había planeado como una mañana tranquila y relajada para dormir y no dar palo al agua, para el pequeño Oswald había acabado como el resto de sus días en Bastión Hueco. Directo a gimnasio a entrenar.
Primero el amargo despertar por unos ruidosos moguris, seguido por una extraña charla por tuipper con un "Maestro Absoluto de la Magia" que había resultado ser un gilipollas integral. Le habían fastidiado la mañana.
Inquieto, el chico necesitaba distraerse y despejar la mente de preocupaciones y tonterías varias. Resignado, había optado por seguir con su entrenamiento y pasar un rato en el gimnasio antes de que fuese la hora de comer.
—Aquí estamos otra vez...
Ban detestaba el gimnasio. En realidad detestaba el hecho de tener que entrenar en sí, pero tras haber sido machacado vilmente en combates de práctica contra otros aprendices se había dado cuenta de que si de verdad quería ser un Caballero, tenía que apechugar y entrenar todos los días. Aunque eso también supusiese tener que aguantar los gritos y el olor a sudor que dejaban los demás. Puaj.
Sin darle más vueltas al tema, el rubio fue directo a los muñecos de práctica. Se puso los cascos y conectó el reproductor de música de su móvil. Bajo la OST de un videojuego de monstruos de bolsillo que luchan entre sí, Ban materializó su Llave espada y adoptó una postura de combate típica de la esgrima. Imaginándose que la cara del muñeco era la foto de perfil de @ElMejor17, el aprendiz arremetió con fuerza.
En garde!