—Está olvidado, tranquilo. Es lo mejor para el reino.
Y llevándose la mano a la camisa del vestido, sacó el resplandeciente cetro... Que ya no resplandecía tanto. Ahora se asemejaba más a un palo que a un cetro; había perdido todo lo que anteriormente había sido. Su Majestad lo lanzó fuerza, y lo vi perderse en el horizonte. Ella pronunció un discurso sobre la varita:
—Fuiste la piedra angular de la fundación de un gran imperio, y ahora que has cumplido tu misión podrás volver a descansar en un lugar tranquilo, donde nadie te pueda molestar.
>>Los bardos cantaran sobre ti, se crearán leyendas y los jóvenes intentarán hallarte. Y un día, cuando el reino vuelva a necesitar de tu ayuda, volverás a tomar tu esplendorosa forma y nos salvarás.
>>Pero, por ahora, descansa en paz.
Me aclaré la garganta y, sin estar seguro de por qué, añadí:
—Repose en paix.