NadhiaNada más poner el pie en una de las plataformas elegidas al azar, Nadhia experimentó la misma sensación que la vez anterior y se vio transportada dentro del dibujo que ésta representaba, la de unos pasillos que conocía muy bien.
Estaba plantada frente al gran portón del castillo de Tierra de Partida, en la entradita, lugar frecuentado diariamente por miles de aprendices. Sin embargo, se encontraba vacío, aunque Nadhia apreciaba que el suyo era exacto e igual.
Escuchó a su espalda pasos y, cuando se giró, vio a una joven aprendiza, con una expresión de férrea decisión, dirigiéndose con paso firme hacia la puerta frente a la que estaba, dispuesta a salir del castillo. Una mujer más mayor que ella apareció de pronto, materializándose con la visión, y alcanzó a la otra muchacha para tocarla en el hombro antes de que alcanzara su destino.
La reconoció de inmediato como la mujer que estaba esculpida en la estatua.
La otra se detuvo, sobresaltada, y la miró. La reconoció de inmediato e hizo una breve inclinación de cabeza, en señal de respeto.
―
Maestra Awyr.
La Maestra asintió, algo fatigada por haber corrido tras ella, y comenzó a hablar. Al principio, Nadhia no lo entendería, puesto que Awyr parecía sólo agitar las manos, con movimientos gráciles y precisos, que llegaban hasta la mente de la aprendiza en palabras, como si alguna magia las tradujera. O alguien lo hubiese hecho posterior al recuerdo.
«
Rayim me acaba de avisar sobre tu partida», explicó, antes de liarse a hablar, como siempre hacía. «
¿Quieres que vaya contigo? Sé que es una cuestión familiar, y que un animal extraño no será demasiado bien recibido, pero estoy inquieta, Nanami. Últimamente están ocurriendo tantas cosas y estoy despidiéndome de tanta gente…»
Nanami negó con la cabeza, seria. Estaba cansada y preocupada, con un inminente viaje a Tierras del Reino, lugar que prefería visitar con una frecuencia moderada. Sin embargo, había escuchado que estaban teniendo una serie de problemas y se veía con la obligación de ir a ayudar. Incluso si eso significaba abandonar la seguridad de Tierra de Partida.
Además, acababa de tener la misma charla con el Maestro Rayim, y ya estaba decidida.
―
No ―respondió, algo ruda. Dándose cuenta de esto, añadió para intentar enmendarlo―.
Gracias por su ofrecimiento. De verdad, estaré bien. Conozco el mundo como la palma de mi mano y no hay peligro en él que no pueda resolver. Además… ―arrugó la nariz―.
Pronto tomaré mi Examen. Deberíais confiar algo más en mí.Se dio la vuelta, molesta por la desconfianza en su fuerza de ambos Maestros, y retomó su camino hacia la salida. Pasó por al lado de Nadhia y abrió la puerta.
«
¡Nanami!».
Sin embargo, Nanami no la miraba y no captó su llamada. Salió al exterior y Awyr se quedó allí plantada, aún preocupada por su aprendiza.
«
¿Y si hay algo más…?».
De repente, Nadhia escuchó la “voz” de la Maestra del mismo modo que había oído la de Ronin como mensaje a los oyentes del futuro. Mientras miraba la imagen desolada de la Maestra, ella contaba su historia:
Mi nombre es Awyr. Nací de la música y disfrutaba cantando la canción que me vio nacer. Sin embargo, cuando me sacaron a éste mundo, perdí la voz y la sustituí por un lenguaje con el que pudiera comunicarme.
Me queda poco tiempo. He tenido una larga vida aquí fuera, grata y llena de maravillosas historias, aunque siempre haya añorado la música que nunca más pude volver a acompañar. También he perdido a muchas personas y ganado otras tantas. Ahora mismo, he conseguido graduar a una aprendiza y he adoptado a otra, una niña adorable y de risa contagiosa.
Por eso mismo, quiero dejar un mensaje, un consejo, a los aprendices futuros que sigan este camino tan tortuoso, de parte de la Maestra Awyr, la de corazón brillante. Justo aquí, en el punto clave de mi parte en la historia.
Jamás dejéis ir a lo que más queréis.La Awyr fuera de su cabeza reaccionó por fin, se dio la vuelta y volvió sobre sus pasos, en pos de buscar a Rayim y hablar con él. Nadhia supo, inmediatamente, que con sus palabras lo que la Maestra había querido decir que, en aquel momento, no fue tras la persona correcta.
Y la visión se desvaneció frente a sus ojos.
Aún tenía algo de tiempo para visitar una última plataforma, puesto que su compañera había decidido ver dos antes de partir.
SaekoTras la visión que Nadhia había elegido en primer lugar, sobre el inicio de la carrera por su vida de Ronin, Saeko se apresuró a dirigirse hacia la vidriera con las tumbas, dispuesta a no perderse nada.
Al igual que en las demás, en cuanto puso un pie encima comenzó el mecanismo que activaba la ilusión. Estaba, tal y como supondría, en el cementerio, frente a la misma tumba y Llave Espada en la que había llorado Kaminari, la que tenía alrededor el llavero de un conejito.
En aquel momento, un hombre clavaba dicha Llave en la árida tierra de la Necrópolis, cavilando acerca de la desgracia acontecida y la triste marcha de una guerrera que ni siquiera había sido capaz de llegar a la batalla. El Maestro Rayim, como supo de inmediato Saeko, el líder de Tierra de Partida en dicha época.
El mismo hombre esculpido en la estatua.
Ante él, se extendía un público sereno, sosegado y mortalmente silencioso. Casi había pasado a ser una tradición que no se vertieran lágrimas en los funerales de los suyos, como quien despide a un luchador que conocía, desde el principio, el trágico final que podía tener; y aun así, sin embargo, había decidido a afrontarlo con valentía. Incluso si ella no había logrado nunca graduarse.
―
Otra más… se va ―declaró el Maestro, rodeando aún el mango de la Llave con la mano―.
Y aquí, por fin, descansará de su cometido, junto al resto de sus hermanos ―tomó aire ―.
Su corazón nunca se marchará. No, al menos, mientras la recordéis. Vivirá en los recuerdos de quienes la amaron, la apoyaron y la ayudaron. Vivirá en Tierra de Partida, y en cada mundo que la vio crecer. Y la fuerza que nos brindó con su labor pasará a futuras generaciones. Jamás permitiremos que su sacrificio a la causa haya sido en vano.Pensaba en mi responsabilidad dentro de la trágica situación de su muerte. La dejé marchar, en solitario, a pesar de la sospecha de algún peligro. Awyr también me lo advirtió, pero creía que no podía hacer nada ante el rechazo de la aprendiza a ser acompañada.»
Los lazos forjados entre corazones no desaparecen ―pronunció más alto―.
Sed fuertes, creed en ellos y nunca olvidéis a quienes nos dejaron.El Maestro guardó silencio. Si bien su oración había sido en voz alta, la de los demás, en cambio, debía ser en cada uno de sus corazones.
Sólo un muchacho entre la pequeña multitud se acercó, para dejar colgada, sobre la Llave, un amuleto en forma de estrella. Tenía dibujado en él la cara de un conejo, con el nombre de ambos jóvenes. Después de que éste le hubiese servido en muchas ocasiones al aprendiz, se lo devolvía a su dueña junto a la mutua promesa, quien nunca más podría usarlo.
Saeko lo reconoció como Kaminari, a quien acababa de ver morir hacía poco, en un evento posterior.
Incapaz de permanecer más tiempo frente a la única tumba que tendría de ella, se alejó para perderse de nuevo entre sus compañeros, con patentes esfuerzos por mantenerse firme. El Maestro lo vio alejarse con tristeza, comprendiendo, y Saeko sabiéndolo a través del extraño efecto del recuerdo, la dura recuperación que le esperaría al joven a partir de entonces.
Finalizada la ceremonia, los asistentes, Maestros y aprendices por igual, fueron marchándose uno a uno, presentando sus respetos frente a la Llave. El Maestro esperó tras ella, hasta que el último de ellos hubo partido. O casi. Sólo una persona se quedó a esperarle, y al reconocerla, se acercó.
La Maestra Awyr, como supo inmediatamente Saeko. Comenzó a mover las manos, sin emitir ningún sonido, pero el lenguaje se tradujo inmediatamente dentro de la cabeza de la aprendiza.
«
Era joven», mencionó ella. Pocas serían las veces en las que no se la viera sonreír, y aquella, precisamente, era una de ellas. Los funerales no amilanaban su alegría, pero sí la despedida para siempre de alguien. «
Una buena chica. Me contaba cosas increíbles de su mundo, porque verás, procedía de uno muy particular. Se llama Tierras del Reino, me parece. Ella nació como una leona, y visitó en sus correrías de cachorra todo tipo de lugares: desde cementerios de elefantes hasta bosques agrestes ¡Y vivió muchas aventuras! Incluso una vez tuvo que socorrerla el soberano de ese reino por el lío en el que se habían metido ella y sus amigos».
«
También había veces en las que me decía que no se acababa de acostumbrar a las dos patas, después de toda una vida a cuatro. Pero se esforzaba en transformarse en humana para relacionarse con los demás aprendices. Pensaba que la dejarían de lado si no lo hacía».
Así era ella. Después de tanto rito solemne con el funeral, había localizado una presa idónea para hablarle de todo lo que se le había pasado por la cabeza en la última hora. Si no fuera porque aún duraba la atmósfera protocolaria, contaría las historias que sabía de manera más jovial. Saeko notó que a Rayim le gustaba la Maestra Awyr, como una de las poquísimas personas casi tan alegres como él.
Sin embargo, en semejante momento, Rayim tenía la cabeza en otras cosas. Pensaba en Nanami, en su pérdida, en la cadena de pérdidas que, de hecho, estaba teniendo lugar en Tierra de Partida.
«
Es la séptima que desaparece».
«
A veces me lee el pensamiento», concluyó el Maestro.
―
Lo sé. Es preocupante, sí ―corroboró―.
Cada muerte o desaparición tiene su explicación. El primero, perdido en el bosque; el siguiente, caído desde su Glider; otra que disparó a su compañero, y luego se suicidó; el turbio asuntillo del flan gigante, aún sin aclarar; el muchacho perdido por el espacio, y del que sólo se encontró su armadura; y, por último, ésta, Nanami, aparentemente ahogada por la mala ejecución del hechizo. Sin embargo, no puedo dejar de estar inquieto…La Maestra asintió.
«
No parecen coincidencias».
―
O puede que me esté empezando a hacer viejo y vea enemigos hasta de debajo de las piedras ―soltó una carcajada, relajando el ambiente tan tenso que habían tenido hasta entonces―.
En cuyo caso, señorita, no debería dejarme hacer conjeturas precipitadas. Los cascarrabias como yo nos equivocamos muchas veces.Por fin, Awyr sonrió, asintiendo de nuevo. Ambos seguían intranquilos, pero confiaban en que pudieran llegar a la verdad del asunto antes del siguiente accidente.
El Maestro abrió un Portal de Luz, invitándola a marcharse juntos. Aquel cielo permanentemente encapotado nunca le había gustado, ni mucho menos tener que estar rodeado de las cientos de Llaves Espada, cada una representante de su anterior dueño. Era un sitio demasiado sagrado para mantener en él una charla más optimista.
Además, no sólo me traía recuerdos de Nanami. Ella era una tumba más entre todas las que había ido dejando allí a lo largo de los años.«
Por cierto, Rayim, ese nuevo alumno tuyo…».
«
Por Alá, que no me diga que ha vuelto a meterse en problemas. Otro ratón más en el cuarto de baño femenino y juro que me tiro desde la torre más alta del Palacio del Sultán».
Con aquella preocupación en mente, la visión se desvaneció y Saeko volvió a quedarse sola.
TodasEn cuanto ambas terminaron y regresaron a la plataforma principal, Nanashi las esperaba, como siempre mostrando una absoluta paciencia, que sin embargo se delataba por su proximidad a la salida. Asintió hacia ellas y fue la primera en salir por la obertura.
Durante el camino de vuelta al exterior, andaría con tranquilidad y, esta vez, usaría las escaleras. Cualquiera de las dos podía alcanzarla a tiempo si quería hablar con ella.
Una vez fuera, Ronin los esperaba, junto a Tandy. Les sonrió con su característica sonrisa, ajeno a todo lo que ellas habían visto y ahora sabían de él.
―
¡Justo a tiempo! Por un momento temí que te la hubieses llevado a ese castillo tan encantador.―
¿Contra su voluntad? ―miró de reojo a Nadhia―.
No es mi estilo ―respondió secamente.
―
Entonces, ¡hora de las despedidas! ―exclamó, animado―.
Un placer, señoritas. Esperemos continuar las buenas relaciones en nuestro próximo encuentro…―
Lo dudo ―se cruzó de brazos.
―
… y no seáis malas mientras tanto.Se dio la vuelta y comenzó a alejarse en dirección a, realmente, ninguna parte, esperando que Nadhia lo siguiera en cuanto acabara de despedirse, si así lo quería. Una vez estuvieron alejados, Ronin se volvió hacia ella. Había dejado la carretilla frente al Templo y la miró de reojo.
―
Simon vendrá a buscarla más tarde ―explicó―.
¡Hora de volver, Nadhia! ¿Has aprendido algo hoy?No parecía curioso de saber hasta qué punto de su historia había llegado la aprendiza. De hecho, parecía más una pregunta por educación.
Por otro lado, Nanashi suspiró y se volvió hacia Saeko, una vez hubo comprobado también que ellos se habían alejado.
―
Espero que hayas disfrutado de la visita y que te haya sido interesante ―comentó con suavidad―.
La Historia, el conocimiento, es un arma y un escudo para aquellos que saben usarla bien. No lo desperdicies.Acabadas las conversaciones, ambos bandos por separado convocarían sus Gliders y marcharían hacia sus respectivos mundos. Todos vivos. Y todos un poquito más sabios.