Escuchó a Malik ponerse en marcha y suspiró, pensando que la vuelta iba a ser muy incómoda. No creía que fuera a ser capaz de animar el ambiente, después de cortar la conversación de esa manera…
De pronto, Malik la cogió por la muñeca y la obligó a frenarse. El contacto le hizo pegar un respingo de sorpresa y se giró con el ceño fruncido, preguntándose qué…
Se quedó con la boca entreabierta por la sorpresa.
Nunca había visto a Malik con una expresión así. Estaba asustado y en sus ojos adivinó un atisbo de desesperación, mientras la lluvia resbalaba por su rostro y le pegaba el pelo a la cara. El hecho de que estuviera lloviendo a cántaros sólo pareció acentuar más la impresión de desazón que desprendía Malik y, como si el mundo estuviera en consonancia con sus sentimientos, la luz no hacía más que desaparecer a medida que las nubes se cernían sobre ellos.
Esperó, sin saber cómo reaccionar. Pero Malik no decía nada. Simplemente, la miraba y la miraba y…
—
¿Malik? ¿Qué pasa, estás…?—
No voy a olvidarlo —la interrumpió, haciendo que el corazón le diera un vuelco en el pecho. Maldijo para sus adentros—.
Y no eres ninguna imbécil.
—
Malik...—esbozó una incómoda sonrisa, intentando pensar rápidamente cómo salir de aquel lío.
Porque se estaba asustando. Había algo en el gesto de Malik que no cuadraba, que parecía demasiado intenso, que no entraba dentro de sus cálculos.
—
Estás huyendo, sí, pero, ¿sabes qué? Olvidarlo no lo hará más fácil, darle la espalda al problema no lo hará desaparecer… y sé que lo sabes, lo sé —dijo, al ver que Fátima intentaba responder. Y no le dejó tiempo para replicar—.
Sólo tienes miedo de lo que pueda pensar.—
¡Pues claro que tengo miedo!—protestó, forcejeando, aunque sin poner demasiado empeño, para que Malik la soltara—.
¿Crees que montaría algo así si fuera una tontería?—
¿Sabes por qué mi hermano huyó?—Fátima calló—.
Le di la espalda cuando murió nuestro padre y me encerré en mí. Sé que no es ni remotamente igual, pero tengo… miedo de que nos pase algo parecido.—
¿Qué…? —
Tengo miedo de que con el tiempo llegue a reprocharte esto sin darme cuenta… Y no podamos hacer algo como lo que hemos hecho hoy.«
Reprochar» se dijo, de repente con la mente en blanco.
Una mano le contrajo el pecho. ¿Realmente llegaría a echarle tanto en cara que no fuera sincera con él? ¿De verdad? Se imaginó que un día Malik no fuera a ofrecerle salir a tomar un helado, no le permitiera acompañarle en busca de Abyss o dejara de entrenar con ella…
«
No, ¡no quiero llegar a ese extremo!» pensó con un estremecimiento. De repente se encontró mal, sentía que una arcada le retorcía las entrañas y tuvo que respirar hondo para controlarse. Pero notaba que estaba empezando a experimentar pánico. «
Si a mí me basta con que seamos amigos, no pido más. ¡No he pedido nada más!».
Sin embargo, de pronto se percató de algo extraño. Sacudió la cabeza, notando que la lluvia se le metía en los ojos, y entrecerró los párpados, repasando las palabras que Malik había pronunciado. Le costó, tuvo que intentar tranquilizarse primero, pero consiguió repetirlas paso por paso en su mente.
Cualquiera podría decir que eran las palabras que pronunciaría alguien muy preocupado por ella. Pero ya no era sólo la entonación la que no concordaba, sino detalles como…
«
Tengo miedo de que nos pase algo parecido. Está hablando… está hablando de nosotros pero… Pero… No. ¿Verdad?».
Parpadeó para apartar el agua que le chorreaba en la cara por culpa de los mechones de pelo y le miró. Vio su rostro desesperado, vio su postura tensa, pensó en su tono de voz, en que la había estado mirando, en cómo había intentado hablar con ella todos esos días y…
—
Yo… no te estoy obligando a nada, sólo ¿lo tendrás en cuenta…?Poco a poco, fue suavizando la presión de sus dedos hasta que dejó libre su muñeca. Fátima la bajó lentamente, sin darse cuenta. Estaba demasiado aturdida para reaccionar. Sintió una inexpresable alegría, un regocijo como nunca antes había experimentado explotó en su interior y le hizo creer que no estaba pisando el suelo, sino que volaba alto, muy alto, casi hasta el cielo.
Porque era algo con lo que no se había atrevido ni a soñar.
«
Dios mío» pensó, completamente ajena a la ansiedad de Malik. «
¡Dios mío!».
Por un momento se preguntó si no se estaría precipitando, si no se estaría imaginando cosas. Pero sólo necesitó echar un nuevo vistazo a la expresión de Malik para convencerse de que sí, de que tenía razón, de que no era una broma pesada de su cerebro, por mucho que lo pareciese.
«
Malik me…».
Y entonces se dio cuenta, con horror, de que eso no importaba. El peso del mundo pareció caer de golpe sobre sus hombros y se mareó. Daba igual que se lo imaginara o no, que fuera verdad o no. Porque lo que a Malik le gustaba no era la verdad. Era una chica y ella no lo era.
Se le anegaron los ojos de lágrimas y sintió su calor en contraste con la frialdad de la lluvia.
«
Si ya sabía yo que alguien ahí arriba me odia» pensó con negro sarcasmo.
Nunca había pensado en serio que podría gustar a alguien. No de esa forma. Así que no se había planteado que disfrazarse de esa manera conllevaría acabar con sus propias esperanzas de encontrar a alguien.
Y Malik no se merecía que lo engañaran de esa manera ni por un instante.
Fátima respiró hondo, sintiendo que iba a empezar a llorar como una niña pequeña. No quería decírselo. Pensó que unas semanas estaría bien, sólo unas pocas. Pero, si hacía eso, si esperaba tanto, no podría decirle la verdad. Dolería tanto la sola idea que no conseguiría reunir el valor necesario. Y Malik acabaría descubriéndolo por algún accidente, lo que sería infinitamente peor.
Tenía que ser ahora. Antes de que ni siquiera empezara nada, para que fuera más fácil. No sólo para Malik, sino para ella.
«
Dios, si hubiera sabido que venir a Villa Crepúsculo acabaría así no habría puesto ni un pie fuera de Tierra de Partida».
Abrió la boca una vez, pero no salió ningún sonido. No sabía qué había sido peor, si reconocer ante su hermano que quería ser una niña o esto. La primera vez le hizo falta muchísimo valor, a pesar de que Vaan ya le había visto con un vestido.
Pero esta vez…
«
Joder, acaba con esta idiotez. Ya.»
—
Soy un hombre —soltó de sopetón, lo suficiente alto para que Malik la escuchara. Le miró, con la barbilla temblorosa, a pesar de que se esforzaba por evitarlo, y repitió—:
Soy un chico. Me fui de Atlántica porque sabía que no lo aceptarían y quise buscar un sitio donde nadie me conociera para poder vestirme como una mujer. Y lo encontré—dijo con una sonrisa triste, pensando que ya estaba dicho, y que sonaba todavía más lamentable cuando se decía en voz alta.