Lo siento por la pérdida del diálogo entre Jeanne y Ragun, pero salvo que se cambiaran los hechos de sitio (que Ragun saliera de verdad y luego volviera adentro) no ha podido suceder. La verdad es que no me importa ser flexible en este asunto, y si queréis hablarlo y hacerlo canónico en ese orden, por mí no hay problema (daría igual porque Ragun regresaría a la sala de baile y Yami y Diana seguirían luchando).
El salón del baileYami no estaba tan distraída como para no ver venir el hechizo, puesto que sus aprendices ya se habían refugiado. Sin embargo, no lo esquivó: lo bloqueó. Una translúcida esfera recubrió por completo a la Maestra, frenando la magia. Diana, ajena a lo que ocurría por su temporal ceguera, tanteaba en el aire para avanzar y asintió a las palabras de Ragun.
Sin embargo, con o sin la Maestra todavía intacta, y aunque Diana consiguiera huir con la bruma oscura cubriendo sus ojos, Ragun comprendió de inmediato que para él sería imposible. La barrera con la que se había refugiado Yami no era tan simple como parecía. Los ataques reflectaban sobre ella.
El mutis de Maya llegó después, pero ya no hacía ninguna falta. Ragun quedó totalmente petrificado por su propia magia.
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¡Ragun! ¿Qué está pasando? ¡Contesta! ―balbuceó Diana―.
¡Ni se te ocurra luchar contra Yami!Finalmente, se deshizo de la nube con un simple hechizo de luz para observar cuál era el estado de su aliado. Miró con odio a Yami y Maya, como si fuera su culpa, y convocó cientos y cientos de zarzas que formaron una barrera entre ambos bandos, llegando hasta las paredes laterales. No pararon de crecer y crecer, engrosando la mata de plantas.
Yami se puso de inmediato manos a la obra, conjurando una masa de oscuridad con forma de llamas que iba pudriendo la vida de las zarzas. Maya, por otro lado, podía colaborar cortándolas directamente.
Para cuando terminaron de hacer un hueco (aunque seguían creciendo algunas), vieron a través cómo Diana se había cargado con el petrificado Ragun, cogiéndole por las axilas, y corría con él hacia la salida. La Maestra hizo gala de nuevo de sus llamas, que cubrieron todo el suelo de su retirada, aunque eso no les impidió desaparecer por el otro lado del pasillo.
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Eso será suficiente. ―Lentamente, el aspecto de Yami volvió a la normalidad. Sonrió con su característica inocencia a Maya, como si nada hubiera pasado―.
Gracias por quedarte. Ahora, limpiemos este sitio de los últimos sincorazón y de todas estas plantitas. ¡Puede que el baile se reanude y alguien nos invite a bailar!Lune y Jeanne (+ Maya)Aunque las intenciones de Lune eran buenas, no calmó a su Majestad; por el contrario, le dio un nuevo objetivo aparte de su consejero.
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¿Y hay buenas cazadoras en ese reino tuyo que hayas traído contigo para presentárselas a mi hijo, eh? ―se acercó a él, con la cara completamente roja, y le agarró de la camisa―.
¡Los monstruos no son el problema! ¡El problema es que si un anciano como yo quiere ser abuelo, necesitará antes una nuera! ¡Y para tener una nuera, el alcornoque del hijo tendrá que quedarse prendado de una bella dama! ¿¡Cómo va a hacerlo si ni siquiera se presenta!? Retrocedió para coger un jarrón cercano y se lo lanzó a Lune, el cual tuvo que esquivar ese, y otros cuantos objetos más. Por si fuera poco, el rey se hizo con la espada decorativa restante (puesto que la otra la había lanzado en algún momento) y le persiguió por toda la habitación tratando de ensartarle. El pobre aprendiz se dio cuenta de que había sustituido al Gran Duque en su papel, quien ahora suspiraba de alivio en un rincón.
Nada de lo que gritara o suplicara haría entrar en razón a su Majestad, quien no cesó en la persecución hasta que estuvo extenuado, echándose sobre el sillón. Junto con el cansancio, se extinguió la rabia, sustituyéndose por pena mientras murmuraba para sí que nunca, nunca, nunca lograría ser abuelo.
Después de toda la escenita, el rey finalmente aceptó dejar el castillo, dando además la orden de que se enviara inmediatamente a un mensajero para localizar a su hijo, el cual tendría que haber llegado hacía rato.
Salieron por la entrada principal, donde todos los soldados esperaban la evacuación de su señor para entrar a registrar el castillo y asegurarse de eliminar a todas las criaturas. Para entonces, su Majestad ya no prestaba atención a Gonax, sino que refunfuñaba consigo mismo y con el Gran Duque. El chico, en cambio, vería a Jeanne cerca, quien descansaba de sus heridas.
No tendrían que esperar mucho hasta que Yami y Maya hicieran también acto de presencia, procedentes de los jardines, los cuales habían rodeado hasta la entrada principal. Entre las dos, habían derrotado a los sincorazón restantes con rapidez, así como eliminado todo resto de las zarzas, antes de salir por patas para que los guardias no las pillaran allí. Desgraciadamente, no habían podido hacer nada por el boquete de la pared.
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¡Oh, cielos, lo destrozamos todo! ―se lamentaba Yami a Maya, mientras avanzaban hacia los dos aprendices―.
¡Nanashi nos va a regañar…! Ronin, Ronin es el que regaña ahora ―se recordó―.
Lyn también se enfadará, pero una tarde de compras y toooodo quedará perdonado. ¿Tendremos que enviarles dinero para las reparaciones…? ¡Hola, Jeanne! ¡Hola, Lune!Se acercaron a ellos y formaron un corro. Yami les contó, varias veces para asegurarse, y asintió para sí misma, muy satisfecha.
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¡Bien, bien, esta vez no se nos perdió ninguno de los chocobitos! ―se alegró―.
Pero, ¡ha sido tan triste! ¡El baile se ha echado a perder! ¿Alguno bailasteis? ¿Sí? ¿No? ―En su cara verían que se le acababa de ocurrir una idea. Probablemente terrible―.
¡Ya lo tengo! ¿Y si bailamos todos juntos? Mirad, así.Agarró las manos de Jeanne y Maya, las dos que tenía al lado, y animó a ambas para que a su vez cogieran a Lune. Su intención era que formaran un corro unido y giraran en círculos entre ellos. De sumarse alguno de los aprendices a la iniciativa (a la cual estaban a tiempo de huir), escucharían a Yami cantar una curiosa canción sobre un corro de la patata.
Justo en ese momento, el gran reloj que coronaba el castillo dio las doce, acompañando la hora con las campanadas.
Después de girar (si es que alguno se sumaba), Yami les preguntaría por encima qué habían hecho, aunque sin mucho interés. Solo cuando acabasen, la Maestra se percataría de algo importante.
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¡Oh no! ¡Me quedé sin ver al príncipe! ¿Dónde estará?GonaxEl camino de luz le llevó hasta un camino de gravilla en sí, en el que se encontró una insólita escena. En mitad de este, había un carruaje real tirado en el suelo, con algunas ruedas todavía girando como si hubiese ocurrido hacía poco. Los caballos que hasta entonces habían tirado de él andaban sueltos, pero cerca del lugar del accidente. Por suerte, ninguno se había encabritado, y algunas personas (que parecían criados) los estaban atrapando.
Aparte de estos criados, había guardias alrededor del carruaje volcado, calibrando si podrían alzarlo o no, así como rescatando los objetos de valor que se hubieran quedado dentro.
Sin embargo, solo dos personas acapararían la atención de Gonax: la primera era Shinju, cruzada de brazos en mitad del camino y con aspecto de estar sumamente aburrida; el otro, un hombre engalanado, de traje amarillo, que trataba de hablar con ella (y ante el que la chica no estaba muy receptiva).
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No sé cómo agradecer su ayuda, mi señora. Esas criaturas nos tendieron una emboscada, y me temo que ninguno de mis hombres estaba preparado para combatirlas. Le debemos la vida ―decía en ese momento el hombre―.
Si me permitís saber vuestro nombre…―
¡Bah! ¡Bobadas! ¡Solo lo hice porque ellos son mi objetivo! ―Le sacó la lengua… para disimular el leve enrojecimiento de sus mejillas. No debían de alabarla a menudo por sus buenas acciones―.
Te… ¡Tengo que irme! ¡Idos al cuerno!Se dio la vuelta y comenzó a dar grandes zancadas en la dirección contraria, con la intención de alejarse de ellos cuanto antes. Vio de reojo a tiempo a Gonax, echó una mirada al príncipe para asegurarse de que no aprovechaba para seguirla, y se acercó a él con la misma actitud.
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¡Ah, tú! La verdad es que no he hecho mucho, salvo dar vueltas por ahí y matar sincorazón. Nuestra misión era averiguar por qué los sincorazón no avanzaban desde… ―Entrecerró los ojos, como si sospechara de algo, y miró a Gonax―.
No avanzan hacia el sitio del que has venido, por lo que he podido comprobar. ¿Se te ocurre algún motivo?Si Gonax tenía alguna teoría, podía decidir compartirla o no con Shinju. En todo caso, la aprendiza sacó el móvil y miró la pantalla mientras le escuchaba. Contara lo que contase, asintió y se guardó el aparato.
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Diana me ha mandado un mensaje. Están cerca de aquí. ¡Por fin! Estoy harta de este maldito mundo. ¡No hay nada divertido! ¡Todo es tan… normal!A las afuerasCuando la piedra se deshizo y Ragun despertó, estaba tumbado en el suelo, en la postura rígida en la que se había quedado, rodeado de árboles. Primero la olió y, finalmente, la vio: Diana. Esta frente a él, sentada de espaldas sobre una roca. Se había cambiado su vestido por las mismas prendas que había llevado para la misión, lo que dejaba a la vista una nada envidiable cantidad de vendas en gran parte de su cuerpo. En ese momento, se estaba poniendo una última alrededor de la muñeca. Bajo ella, Ragun podría ver que tenía la piel ennegrecida.
Incluso en tan lamentable estado, seguía bellísima.
En cuanto Ragun hiciera notar su presencia, o al darse Diana la vuelta, esta vería que había despertado y se dirigiría a sentarse a su lado. Parecía cansada.
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Por fin despiertas ―comentó―.
Tuve que gastar toda mi magia para escapar de allí. No me queda ni una sola gota para un hechizo curativo. Patético. ―Ladeó la cabeza para que Ragun no pudiera mirarla, antes de iniciar su explicación―.
Ni entre los dos habríamos podido con Yami. Pensé… que uno podría distraerla mientras el otro se cargaba a todos los aprendices presentes que pudiera. Lo reconozco, salió mal. Es que… me ponen de los nervios. Esos… niños. Siempre van por ahí como si fueran guerreros increíbles de la luz, como si no pudieran hacer nada mal. Ni cometer errores.»
Es igual ―suspiró―.
No voy a disculparme por lo de antes ―dijo, refiriéndose al puñetazo con el que habían iniciado la noche―,
pero sí te tengo que dar las gracias por haber vuelto a ayudarme. Supongo. Y ni se te ocurra pensar que puedes fardar por ahí de lo que acabo de decir, o juro que no será el último.Calló y no dijo nada más. Había dado todas las explicaciones que creía necesarias, pero no incluyó en ellas el vestido con el que Ragun la había visto interrumpir en el baile. Y comprobaría, si se lo preguntaba, que mantendría el silencio sobre ese asunto.
Minutos después, Shinju y Gonax aparecieron entre la maleza. La aprendiza se sorprendió del estado malherido de su compañera, y se permitió reírse un poco de ella, antes de explicar que había estado luchando contra sincorazón en un camino y poco más. Diana, por su parte, contó que se había visto sorprendida por Yami dentro del castillo y que habían estado luchando, hasta que había logrado huir con Ragun.
Faltaban los relatos de Gonax y Ragun. En cualquier caso, ninguna de las aprendizas quiso continuar más tiempo en el mundo y ambas propusieron partir enseguida: Diana, por sus heridas; y Shinju, porque se aburría demasiado.
Puntuaciones: lunes 6 de octubre.