Habíamos escapado de milagro, todavía me costaba creer la hazaña que logré realizar segundos atrás. Caí al suelo de culo y dejándome llevar por la inercia, apoyándome sobre la pared más próxima a mí, a mis espaldas.
―Ahora tenemos que asegurarnos de que no eliminen al líder… ―Expresé entre jadeos de cansancio
―¿El líder del equipo? Sí… sólo espero que no sea ese lagarto.
>¡No! Definitivamente no lo voy a permitir, no voy a tolerar nuestra eliminación.
Y con las fuerzas algo recuperadas me levanté como medianamente pude, contemplando el vacío que yacía ante mis pies, a pocos centímetros. Me puse en marcha a través del único camino posible, y Gengar me siguió sin decir nada más; éste observaba en todas las direcciones, claramente preocupado y al acecho de trampas.
Nos encontramos dos pasillos, uno sin salida a nuestra izquierda y otro que continuaba poco más adelante a nuestra derecha, pero me decanté por seguir adelante, intentando soportar la tensión a la que se sometía mi mente y mi cuerpo.
Giramos a la izquierda, y nuevamente a la derecha para dar con un largo y enorme pasillo. Por alguna razón, sospechaba que era un área suficientemente amplia como para que existiese allí una trampa. Por lo visto Gengar alcanzó mi misma conclusión.
―Esto me huele a trampa, está cantado vamos…
Reí ante su comentario, resignada ante la titánica prueba que tenía que superar. Gengar me miró extrañado, intentando averiguar los motivos que tenía para reír en aquella situación.
―¿Sabes? Cuando escapé de este mundo y me uní a los Maestros en Bastión Hueco… pensé que ya nunca más volvería a correr un peligro así, el de luchar por mi vida sin ninguna clase de ayuda, y sin embargo aquí me encuentro de nuevo. Me resulta en cierto modo, cómico ―Había vuelto al lugar en el que todo había comenzado para mí, no recordaba nada más, ni quién era yo antes de abrir los ojos y encontrar miles de programas y luces de colores brillantes. Pero confiaba en que conseguiría escapar, tarde o temprano, de algún modo, recuperaría lo que me fue arrebatado―. Pero no me voy a rendir aquí, Gengar. Te lo preguntaré una vez más ―Quería asegurarme de la determinación de Gengar, saber si contaba realmente con su apoyo. Ambos nos entendíamos muy bien, sufrimos una situación similar; no estaba sola en el universo, al fin y al cabo, y aquello me alegraba―: ¿Lucharás a mi lado con todas tus fuerzas, aunque la victoria sea imposible? ¿Arriesgarás la vida por encontrar lo que tanto deseamos? ¿Te volverás más fuerte a mi lado para ayudar a los Maestros?
Lo miré de reojo, totalmente seria, de hecho no recordaba la ocasión en la que había hablado tan en serio. Esperé ver su reacción y su respuesta, éste miró al suelo cabizbajo, pensativo, para más tarde levantar la mirada y mirarme a los ojos.
―Sé que no es fácil, y no quiero morir tampoco, o ser eliminado pero… Saeko, llevamos en esto mucho tiempo, yo no te abandonar-
―No, no me refiero a que no me abandones, te pregunto que si arriesgarás la vida por obtener tus propios objetivos, sin dudar.
―¡Claro que sí! ¡Me haré mucho más fuerte!
Le sonreí, asintiendo con la cabeza, dándole a entender que admiraba su respuesta.
Y dejando de lado los miedos y las inseguridades, nos adentramos en el Laberinto Paranoico, avanzando por el único pasillo posible. Sería a los pocos pasos cuando una nube de oscuridad se materializó sobre la mitad del pasillo, o eso calculé de un vistazo. De dicha nube surgió un Sincorazón (cosa que ya suponía de antemano que iba a suceder, siempre aparecían igual), aunque aquel ya recordaba haberlo visto anteriormente: se trataba de una especie de vehículo color rojo que se desplazaba a toda velocidad hacia nuestra posición.
Me coloqué de inmediato en posición defensiva, observando el pasillo y buscando alguna posible salida, cerca de mí se encontraba un desvío a la derecha, ¡podíamos salir por allí y tenderle una emboscada al Sincorazón!
Sin más dilación avancé hacia adelante tan rápido como pude, intentando alcanzar dicho desvío.
―Los Sincorazón nos acosarán hasta eliminarnos, ¿cierto? Pues sígueme, Gengar, cogeremos ese desvío y esperaremos por él, en cuanto entre lo aplastaremos con todas nuestras fuerzas.
Mis palabras parecieron motivar a mi pequeño compañero; le dieron esperanza. El pequeño corrió con todas sus fuerzas, intentando seguirme el ritmo.
Todo iba a salir bien, ¡no podrían con nosotros! O eso pensé, pues el camino por el que teníamos pensado entrar se cerró de pronto, levantándose un muro del mismo color que el resto de paredes, ¡nos habían engañado!
―Psh, Gengar, ¡corre hacia adelante!
Me adelanté para intentar golpear al Sincorazón en plena carrera, mas mi sorpresa fue mayor cuando un disco (o eso me pareció ver por el rabillo del ojo), atravesó a una velocidad abrumadora el cuerpo del Sincorazón, desintegrándolo en el acto.
Asombrada me giré hacia atrás, al comienzo del pasillo por el cual habíamos llegado: el suelo se dividía en cuadros o discos que salían disparados a toda velocidad, rebotando en las paredes y buscando una posible víctima…
―Gengar, ¡tenemos que salir de aquí! ¡El final del pasillo, debemos alcanzarlo…! ―Y señalé el mencionado lugar
―¡Cuidado, ahí viene otro disco!
Y un nuevo disco salió disparado, rebotó un total de tres veces (pude darme cuenta gracias al sonido que hacía al golpear en la pared para cambiar de dirección) hasta alcanzar mi altura. Pasó rozando mi espalda y mi cabello, siguiendo su trayecto para volver a rebotar y terminar por perderse.
―Esa ha estado cerca…
Pero no nos detuvimos, Gengar pasó a mi lado, dispuesto a llegar al final y yo le seguí.
Un disco más… otro (el cual lo tuve que bloquear con mi Llave Espada en el último segundo)… y de nuevo otro. Ese último me pasó rozando por el costado derecho, apenas a unos centímetros de mi cuerpo, ¡casi fui eliminada! Pero afortunadamente ya no quedaba mucha distancia.
Fue entonces cuando al alcanzar prácticamente el final, toda una hilera de discos salió disparada de forma frenética hacia nosotros: si no salíamos de allí, estaríamos muertos en menos de dos segundos.
Agarré a Gengar de su mano izquierda y jalé de éste, saltando a donde no nos alcanzaran los discos mortales.
Exhausta alcé la vista, y comprobé con asombro cómo alguien giraba una esquina frente a mí para desaparecer en otro pasillo. Tal fue la rapidez con la que giró que apenas pude ver su físico. ¿Sería un programa enemigo, o por el contrario… un aliado?
No lo sabía, pero estaba dispuesta a seguirlo.