Un silencio sepulcral asfixiaba la sala del trono, interrumpido por el chirriante gemido de la otra cadena que aquel colosal Sincorazón retorcía con tenacidad. Sus pequeños compañeros se agolpaban contra la última barrera, impacientes, rascando con sus zarpas el muro invisible e impenetrable que les separaba de sus ansiadas presas.
La desesperación se apoderó de los miembros de la Orden. ¿Cómo iban a enfrentarse a tal criatura? Ellos no eran más que hormigas a su lado, un manotazo o un pisotón sería suficiente para acabar con ellos de un plumazo. Era imposible que pudiesen ganar contra algo así… Y todos eran dolorosamente conscientes de ello. La moral de los aprendices e incluso de los Maestros estaba por los suelos.
Sin embargo…
Nadhia, armada de valor se levantó de entre todos los demás, Llave Espada en mano y, luchando contra el miedo, gritó con todas sus fuerzas:
—
¡¡Todavía no es el fin!! ¡Aún hay una cadena intacta!¡¡Maestro Akio, Maestro Ronin...!! Malik, que había resultado herido tratando de defender a sus camaradas, también se irguió y bramó:
—
¡¡Nadhia tiene razón, no podemos dejar que destruyan la otra cadena, si nos concentramos en defenderla quizá podamos ganar tiempo para que los maestros destruyan a ese sincorazón gigante!! ¡No luchéis por el castillo si no queréis, pero hacedlo por vuestra vida! —Se acercó a Nadhia y colocó su mano en su hombro mientras invocaba su propia Llave Espada—.
¡¡Maestro Ronin, a su orden!! —
¡Cierto, hay que luchar! ¡¡Si nos acobardamos ahora sí que estaremos acabados, hay que actuar ahora!! ¡¡¡Acabamos con Erased Data, y vamos a acabar con esta cosa!!!—clamó Saxor.
Ronin los miró en silencio, dejando a los demás Maestros en vilo. Después su expresión se suavizó un poco y alzó las comisuras de los labios. Agradecido, orgulloso incluso. Acto seguido asintió, invocó su Llave Espada y apuntó con la misma en dirección al coloso.
—
¡Preparaos para luchar! —ordenó con una voz resonante, que superó el lamento de las cadenas—.
¡Aprendices, os enfrentaréis a los Sincorazón que están penetrando por donde ha caído la Cadena! ¡Maestros, nos encargaremos de ese coloso! —
¡Un momento!—exclamó Lyn, avanzando rápidamente—.
Tenemos que reforzar la segunda cadena como sea, ¡no podemos perder tiempo en llegar! Alguien debe quedarse y reforzarla desde la torre. Y tú… Eres el único que sabe cómo hacerlo. Ronin cerró el ojo y lo pensó rápidamente. Después dio un cabezazo de asentimiento. Le puso una mano en el hombro a Lyn.
—
Me ocuparé de ello. ¡Kazuki! —rugió, sobresaltando a la Maestra—.
¡Encárgate de dirigir el ataque! ¡Ganad todo el tiempo que podáis! —Ronin calló un momento y luego recorrió con la mirada a todos los presentes—.
Y que a nadie se le ocurra morir. ¡Saldremos adelante! ¡En marcha! —
¡Aquellos que no estén dispuestos a perder su hogar avanzad! —animó Lyn—.
¡Vamos, moved el culo! ¡Reuníos en el vestíbulo y organizaos a los pies de la cadena partida! ¡No dejéis que entren! —
¡Luchad codo con codo! ¡Nada de hacerse los valientes! ¡Lo importante es evitar que avancen! —Kazuki parecía, por una vez, completamente despierto, y marchaba al frente de los Maestros con decisión, precipitándose hacia el vestíbulo.
Ronin, después de intercambiar un par de palabras con Lyn, se separó de ellos y echó a correr en dirección a la torre a cuyo pináculo se unía la última cadena. En seguida dejó atrás a los aprendices y se perdió de vista. Estaba subiendo los escalones a toda velocidad cuando, de pronto, recibió un mensaje. Pero estaba demasiado ocupado para echarle un vistazo.
*** Los aprendices, por culpa de sus propios pasos, de sus voces y respiraciones aceleradas, no lo escucharon. Tampoco los Maestros, que estaban ocupados discutiendo su estrategia para destruir al gran coloso mientras abrían los inmensos portones.
Por eso, lo que les aguardaba fuera los cogió por sorpresa.
La plaza inmediata a la salida, justo antes de los jardines, estaba bordeada de innumerables ojos amarillos que resplandecían en medio de la oscuridad. Al quedar las puertas abiertas, se abalanzaron hacia delante sin pensar.
—
¡Chocobitos, atacad, atacad!—chilló Yami, la primera en reaccionar.
Kazuki fue el siguiente; alzó su bastón y después apuntó con el mismo. Un grupo de Sincorazón quedó congelado en pleno salto, completamente vulnerable, aunque no por mucho tiempo. Lyn rugió y cargó a espadazos contra las Neosombras que trataron de saltar sobre Akio. Éste, tras la primera impresión, pegó un brinco y empezó a lanzar
Hielo ++ contra sus enemigos. Por una vez, no dijo nada. estaba completamente serio. Rebecca se apresuró a unirse a Yami y protegerla por la espalda mientras la maga invocaba un potente hechizo de oscuridad que hizo saltar por los aires a más de quince Sincorazón.
Sin duda, el embiste de los Maestros fue útil. Pero los Aprendices pronto comprendieron que se iban a quedar solos; ellos estaban avanzando, desapareciendo en medio de la marea de Sincorazón, pues su objetivo era abrirse paso hasta el gigante. La figura del mismo resaltaba contra la luz de las estrellas, oscura, ominosa, devorando la escasa luz de la noche. Él era su enemigo, no la horda de criaturas.
Defender el Castillo quedaba, pues, en manos de los Aprendices. ¡Debían alejarlos de las puertas a toda costa, antes de que intentaran introducirse!
Y como una ola, las criaturas cayeron sobre ellos, hambrientos de corazones.
—
¿Nos acompañarán algunos Maestros? Si es así, ¿quiénes? —
Iremos todos —afirmó Ryota—.
Esta tarea es peligrosa, pero necesaria, y no vamos a permitir que ninguno de vosotros muera en ese lugar.A continuación intervino Saeko alzando la voz para que todos la escuchasen bien, incluida la propia Chihiro, que en aquel ignoró a Adam sin dirigirle ni una mirada.
—
Maestro Ryota, disculpe pero… ¿De dónde ha salido esta mujer? ¿Qué papel tiene en todo esto? Como comprenderá, es evidente que desconfíe.—
Chihiro es quien nos ha informado del ataque que está sufriendo Tierra de Partida —respondió con cierta dureza. Alzó una mano antes de que nadie pudiera protestar—.
Me he asegurado de comprobar que lo que dice es cierto, no temas. Y puedes desconfiar, Saeko. Nunca te hemos pedido que hagas lo contrario. Sólo estamos aliados de forma temporal —dijo, dirigiendo una mirada helada a Chihiro. La mujer no se dio por aludida.
Entonces Alec estalló. Por algún motivo pensó que el objetivo de la misión era matar a los aprendices, dejando claro que no había escuchado el discurso de sus Maestros.
Nanashi frunció el ceño y sus labios se convirtieron en una fina línea blanca, sin embargo, ninguno de los maestros interrumpió al joven, ni tampoco a los demás aprendices. Preferían observar y comprender hasta qué grado se sentían poco dispuestos a colaborar. Gata mostró su desacuerdo mientras que otros como Nikolai o Coli intentaron calmar al brujo. Saito fue quien terminó con aquello, respondiendo con dureza a Alec. Ariasu y Shinju, que parecían estar pasándoselo bastante bien, cuchichearon sobre algo y las dos rieron por lo bajo, dirigiendo miradas maliciosas a Alec.
Una vez hubo terminado, Nanashi avanzó hacia el joven. Sin embargo, Ryota la detuvo, poniéndole una mano con suavidad en el brazo, y se adelantó en su lugar. El Maestro tenía una expresión severa, pero no enfadada.
—
Gracias, Saito. Alec. —Le clavó los ojos—.
Tal y como tu compañero ha dicho, cuando viniste a nosotros asumiste una responsabilidad… Y sus consecuencias. Estamos en guerra. Tierra de Partida defiende unos ideales distintos a los nuestros. No busca un equilibrio, trata de rechazar la oscuridad que todos poseemos en nuestro interior, en mayor o menor medida. Vosotros no lo vivisteis, pero antes… La Orden se imponía sobre los mundos, eliminando todo aquello que no fuera luz. Borrando lo diferente. —Dejó caer una pausa y respiró hondo, esta vez mirando al resto de aprendices—.
Los que han permanecido allí apoyan esa ideología. Ahora sólo hay niños en Tierra de Partida, pero son muchos. Y un día, siguiendo las directrices con los que se los instruye, volverán a las andadas, aprovechando el conocimiento, el poder que les legó una Orden tirana y cruel. Nosotros buscamos la igualdad, el conocimiento. Si se usa bien, sin imponer, puede ser beneficioso para todos. —Llegados a este punto, su voz se agravó—.
Pero Tierra de Partida rechazó nuestro ofrecimiento. Y esa es nuestra realidad. El mundo no es agradable, la realidad no es suave. Lo cierto es que estamos en inferioridad de condiciones, que somos una minoría.—Esta vez miró a Colibritany—.
Los que crean que es una estrategia arriesgada, pueden quedarse. —Luego, a Gata—
. Quien no quiera venir, es libre de permanecer. Sin embargo…—Se retiró, con las manos a la espalda y se posicionó junto a los Maestros—.
Quienes se queden solos deben comprender que si Tierra de Partida nos atribuye este ataque, estarán a su disposición y tendrán que defenderse por su cuenta y riesgo. Y tras esto, no dudéis que nos odiarán, aunque no hayamos perpetrado el ataque.
»Cuando aceptasteis uniros a la Orden debisteis imaginar que os pediríamos algo a cambio. Si no podemos contar con vuestra lealtad, tampoco merecéis las armas que os hemos entregado. Si queréis defender Tierra de Partida, hacedlo. Si queréis invitarles a unirse, intentadlo. Si optáis por quedaros atrás, sabed que habéis traicionado a Bastión Hueco.Calló, respiró hondo y relajó los hombros. Nanashi, a su lado, asintió con la cabeza. Los Maestros aguardaron la respuesta —si es que había alguna— de los aprendices.
Una vez todos hubieron tomado su decisión…
—
¡Aprendices! —gritó Ryota—.
Es hora de partir rumbo a Tierra de Partida.Un portal de oscuridad surgió en medio de la estancia. Chihiro fue la primera en adelantarse, sin parpadear. La siguieron los Maestros. Cuando todos los que habían decidido ir lo atravesaron, éste se desvaneció en medio de volutas de humo.
Desde la colina sobre la que habían aparecido los miembros de Bastión Hueco vieron… Caos. Parte de la fachada del Castillo había sido reventada, como si la hubiera atravesado una titánica bola de cañón. Los aprendices luchaban con denuedo, desesperados, frente a las puertas del mismo contra un mar de Sincorazón. Los hechizos estallaban en medio de la noche, pequeñas explosiones de luz que sólo contribuían a complicar la comprensión de la situación. Y, cerca de las montañas, estaba el Sincorazón más grande que habrían visto jamás… Sus manos se cerraban sobre la única cadena dorada que todavía permanecía entera. Y solo a duras penas. Estaba cubierta de grietas humeantes de oscuridad; cada tirón resonaba dolorosamente, martilleando los tímpanos de los aprendices, estremeciendo la tierra.
—
Parece que están entretenidos —se burló Diana—.
En fin, ¿qué hacemos?—
Por ahora esperar —intervino Ariasu—.
Todavía pueden pelear porque tienen fuerzas, pero ya irán cayendo. Poco a poco se quedarán sin magia, sus heridas serán mayores y se quedarán sin pociones ni éteres que les sane o recupere sus energías.—
Eso si no surge antes la otra cara del mundo —cortó Ryota tajante—.
No queda tiempo.Se encaró a los aprendices, dispuesto a explicar su plan cuando un inmenso rayo de luz partió la noche.
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Ronin había logrado alcanzar la torre. Desde allí contempló el desagradable espectáculo de sus alumnos enfrentándose a los Sincorazón y distinguió las figuras de los Maestros: habían invocado sus glider y se precipitaban hacia el titán para derribarlo a base de hechizos. El corazón se le encogió; a pesar de que eran tan fuertes, no conseguían hacerlo flaquear en su tarea.
¿Por qué ahora? ¿De dónde podía haber salido un monstruo semejante?
Pero no había tiempo para dudas. Apuntó con las manos hacia la cadena, que rechinaba, agónica, y comenzó a formular hechizos para reforzarla. La energía fluía por su cuerpo, intensa, cálida, bombeando la sangre con tanta fuerza que casi hacía daño. La sintió salir por sus dedos y la vio rodear la cadena, con todos sus sentidos agudizándose por instante.
Contuvo un gemido.
No iba a ser suficiente.
Desesperado, miró a los Maestros. Sólo tenían que obligar al Sincorazón a alejarse. ¡Que dejara de presionar tanto la cadena o…!
Entonces, lo sintió.
El Castillo entero se estremeció.
«
¡NO!»
Ronin bajó las manos y giró sobre sus talones. Bajó a toda velocidad por las escaleras, de tres en tres, de cuatro en cuatro. Invocó su glider y atravesó los pasillos lo más rápido que fue capaz, partiendo floreros, haciendo volar papeles y rasgando las paredes a su paso.
¡Tenía que llegar!
****Era imposible controlar a todos los Sincorazón. Simplemente, eran demasiados. Y aunque la gran mayoría prefería dedicarse a probar suerte e intentar matar a los aprendices, hubo uno que continuó su camino, fusionado con el suelo, hacia el interior del Castillo. La pequeña Sombra se arrastró hasta que alcanzó la Sala del Trono. Allí se bamboleó sobre sus patas, fijando los saltones ojos amarillos en el trono central. Avanzó, levantando las garras.
*El glider de Ronin embistió las puertas de la Sala. Tuvo tiempo de recorrerla con la mirada, horrorizado antes de localizar la pequeña masa de oscuridad.
—
¡NO!Durante unos instantes, en el respaldo del trono resplandeció una cerradura. La Sombra metió la pata en ella y fue violentamente absorbido.
La luz lo inundó todo
****La potencia de la explosión arrojó al suelo a los aprendices de Tierra de Partida y cegó a los de Bastión Hueco. Los Sincorazón se dispersaron, despavoridos.
Y el mundo entero cambió.
Cuando quisieron darse cuenta, las montañas habían desaparecido junto a los jardines, el lago y el cielo estrellado. Bastión Hueco podría ver que se encontraba al principio de un camino de piedra violácea, que se suspendía sobre… La nada. En lo alto, a los lados, bajo ellos, sólo había una oscuridad mareante, de otra dimensión. Como si hubieran acabado suspendidos en un lugar que no podía ser real.
Y quizás fuera así, puesto que el Castillo entero había desaparecido. No. Había sustituido por… otro. Uno oscuro, retorcido, con torres en combadas en posturas imposibles y figuras demoníacas adornando sus balcones.
Tras él, casi como una inmensa ventana que se asomara a otro mundo, se podía ver un cielo más claro, los tenues rayos del sol acariciando las tenebrosas paredes del Castillo y puede, que incluso, montañas. Sin embargo, todo estaba difuminado, como si se tratara de un cuadro.
Ryota exhaló un suspiro, mezcla de admiración y de horror a partes iguales.
—
El Castillo del Olvido. En ese instante, un rugido sacudió el puente y todos se volvieron a tiempo de ver al colosal Sincorazón no muy lejos de ellos, rodeado a sus pies por una masa de oscuridad con cientos de ojos amarillos. Ya no había cadenas que destruir. Sólo muchos, muchos corazones que devorar.
Los Maestros de Tierra de Partida retrocedieron en sus glider, regresando a toda velocidad a aquel Castillo que ya no era suyo.
—
Aquí no estamos a salvo —apuntó Chihiro.
—
¡No me digas, ¿en serio?!—rugió Shinju—.
¡Rápido, moveos todos! ¡Retirada! ¡Al Castillo, al Castillo! —
¡¿Ryota?! —exclamó de pronto Kazuki, apartándose el casco de su armadura.
—
¡Habéis sido vosotros! ¡Lo sabía, era todo cosa vuestra! —chilló Akio.
—
¡No te detengas, estúpido! —Lyn le dio un violento empujón y lo obligó a continuar de largo.
Ryota intercambió una rápida mirada con Nanashi. La Maestra asintió y espoleó a los aprendices, elevando la voz e invocando su Llave Espada mientras se dirigía a la retaguardia para protegerlos mientras escapaban.
—
¡Al Castillo todos! Ryota invocó su glider y ascendió en un santiamén hacia Kazuki. A partir de ese momento, los aprendices no pudieron escuchar nada, sólo verlos gesticular. Ryota, sin duda, era el más calmado de los dos. Al final, para sorpresa de todos, Kazuki asintió. Ryota descendió hasta la altura de los aprendices y exclamó:
—
¡Nos abrirán las puertas! ¡Vamos! Las únicos que permanecieron quietas fueron Nanashi, Shinju y Diana, que estaban levantando unas barreras de plantas para retrasara a los Sincorazón.
Y Chihiro. La mujer se había detenido en medio del camino y miraba directamente a Kazuki. Este permaneció unos instantes suspendido en el aire, sobre su glider, antes de acelerar y continuar su camino. Chihiro cerró los ojos. Después también echó a correr.
Mientras tanto, junto a las puertas del Castillo del Olvido, Lyn gritaba:
—
¡Abrid las puertas, al interior, rápido, rápido! —
¡No ataquéis a nadie! —rugió Kazuki—.
¡Dejadlos entrar! ¡Buscad a Ronin! ¡Buscadle!Fecha límite: Sábado a las 23:59
Ausencias:
Sito I
Duniman I