Gata—
Yo venía buscando a alguien—dijo Gata, algo asustada—
A él.
Tanto el capitán como Frollo giraron la cabeza en dirección a Cid Raines, quien no se mostró sorprendido. Al contrario, parecía bastante dueño de sí mismo y se limitó a entornar los ojos.
—
Tengo las pruebas que me pidió—continuó la muchacha—
.Con ellas no habrá dudas de quién es el responsable del envenenamiento.—Llegados a este punto el capitán carraspeó y arqueó las cejas—
Supongo que preferirá que se las de a solas.
—
¿Maestre? Espero que tenga una explicación para esto —dijo Frollo, arrastrando las palabras.
—
La tengo, excelencia. Se refiere a mi Orden, pero me temo que esta mujer se ha excedido al perseguirme hasta aquí.—Se adelantó y cerró una mano de hierro en torno a una de sus muñecas—.
Si me permite, capitán.—Éste miró a Frollo que, renuente, asintió con la cabeza. Entonces Cid aumentó su agarre sobre Gata—.
Me encargaré de ella.
—
Espero, Maestre, que pueda ofrecernos una explicación… Más tarde—dijo Frollo con un tono tan suave que resultaba todavía más amenazador que si hubiera levantado la voz.
—
Por supuesto. Por favor, no os retraséis por mí. Me uniré más tarde al Festival.
Después dio un pequeño tirón a Gata y se la llevó por uno de los pasillos. Hasta el último segundo pudo sentir la mirada de Frollo clavada en su espalda. Después torcieron hacia la derecha y entonces Cid Raines la llevó por unas escaleras, hacia abajo. Quizás encaminándose a las mazmorras.
Por suerte para ella, se detuvo en el primer piso y la hizo entrar en una pequeña sala desangelada, con una mesa, una silla y una ventana… enrejada. La única salida era la puerta y Cid la cerró, interponiéndose frente a ella.
—
La próxima vez deberías evitar decir la palabra «envenenamiento». Me he planteado seriamente dejar que el capitán te dejara inconsciente y te llevara a la sala de interrogatorios, pero eso sólo me habría causado más problemas a la larga. Tienes dos minutos para explicarme qué haces aquí. Después valoraré si merece la pena dejarte marchar o no.
Dicho esto se cruzó de brazos y aguardó. Gata no tenía muchas opciones, a menos que quisiera volar la ventana por los aires y escaparse, tendría que convencer a Cid Raines de que debía respetar su vida.
Con todo, no había dicho qué haría si no la dejaba marchar, ¿no? Y tampoco la había matado sin más. Era una buena señal… dentro de lo que cabía.
****
Hana―
Entendido. ¿Suelen intervenir con frecuencia los guardias? ¿O solo están para intimidar?Esmeralda sonrió y meneó la cabeza, haciendo un gesto con la mano para tranquilizarla:
—
A veces dan problemas, pero en principio sólo quieren pasárselo bien, como el resto de la gente, así que están más distraídos que de costumbre.Después Esmeralda quiso saber qué haría Hana.
—
Sí, prefiero practicar ―decidió.
—
Así me gusta. Voy a ir cambiándome.
Desapareció tras una de las cortinas, dejando espacio a Hana para que pudiera ensayar por su cuenta y ponerse uno de los velos que Louisa le había señalado. Fuera la música se volvía cada vez más intensa. Escuchó de nuevo unas trompetas, aplausos y gritos de «¡viva el rey!» y explosiones de carcajadas. También podría reconocer la voz de Clopin en la distancia. En ese momento, alguien soltó un grito y de repente una figura baja y gruesa, encapuchada, atravesó la lona trastabillando. Desesperada, trató de agarrarse a la cortina y cayó al suelo, arrancándola de cuajo. Esmeralda, que por suerte llevaba una bata azul encima, soltó una exclamación de sorpresa y se volvió bruscamente.
—
L-l-lo siento—farfulló la figura. Tenía voz de hombre, bastante joven, y trataba de cubrirse el rostro con una inmensa mano. Hana se percataría de la joroba al primer vistazo.
—
No pasa nada. ¿Estás bien?—Esmeralda sonrió a Hana y luego se agachó sobre el chico, intentando comprobar si se había hecho daño.
Este protestó enérgicamente, pero al final Esmeralda consiguió descubrirle.
Era horrendo. Pelirrojo, con una mata de pelo que no llegaba a crecerle demasiado, sus facciones eran deformes. Tenía unos ojos grandes e inocentes, asustados, pero uno de ellos se ocultaba bajo un hueso demasiado salido. Sus paletas eran descaradas y la gigantesca nariz parecía la de un cerdo, por no hablar de su inexistente mentón.
Esmeralda lo ayudó a incorporarse.
—
¡Qué suerte! No hay desperfectos. Pero la próxima vez intenta tener más cuidado, ¿de acuerdo?El chico la observó, desconcertado. Y después sonrió, avergonzado. Miró de reojo a Hana y agachó el cabezón, mientras cojeaba hacia la salida acompañado por Esmeralda.
—
Lo intentaré—farfulló, incapaz de apartar la mirada de Esmeralda.
—
Por cierto, ¡gran máscara!—sonrió ella cuando hubo salido de la tienda. Se volvió ajustándose la bata y comentó—:
Menos mal que no me había cambiado del todo. ¿Te importa si me siento un rato a verte practicar? Creo que tienes razón, debería salir yo antes, así podré ayudar a los demás con la comida. Dame un segundo.
Recolocó la cortina y desapareció tras ella. Entonces Hana escuchó que alguien la chistaba. De pronto Zaccharie asomó la cara entre la lona y le hizo señas para que se acercara.
—
¡Frollo ya está aquí! Pronto se sentará. Viene acompañado de un guardia nuevo, nunca le había visto antes y… ¿De verdad quieres hacerlo?—Le clavó los ojos, buscando un asomo de duda—.
Te ayudaré a salir, haré lo que sea necesario pero, ¿seguro que…?Esmeralda descorrió la cortina. Lucía un impresionante vestido rojo que marcaba su escultural cuerpo y llevaba adornos dorados que resaltaban sobre su cabello negro. Al verlos a los dos cuchicheando sonrió, burlona, y Zaccharie farfulló alguna excusa.
—
¿Vas a entrar o no? ¿Has visto qué guapa está Hana?Zaccharie miró a la aprendiza de arriba abajo y arqueó las cejas. Había estado tan preocupado por lo que iban a hacer que ni se había percatado del cambio de ropa. Ahora sonrió y abrió un poco la tela y dijo tras soltar un suave silbido:
—
Pues sí que te queda muy bien.
Esmeralda le preguntó si quería quedarse un rato mientras ellas repasaban un poco los bailes, pero Zac denegó la oferta: tenía que ayudar a Clopin con una de sus actuaciones. Con todo, antes de salir se inclinó sobre Hana y le susurró al oído:
—
Estaré cerca. Si es necesario usaré una cortina de humo. Si no quieres hacerlo, quítate el velo.—La miró un segundo y después se marchó.
—
Bueno, vamos allá.
Mientras Hana practicaba, Esmeralda la ayudó a corregir algunas de sus posturas y alabó sus movimientos. También le recomendó varias cosas: que intentara no fruncir demasiado el ceño, que hiciera alguna que otra reverencia y, ante todo, que se lo pasara bien. El público notaba cuando alguien estaba muy tenso o no disfrutaba de lo que hacía. Y la gente odiaba eso porque quería
disfrutar. En esas estaban cuando se abrió de nuevo la lona y un gitano indicó a Esmeralda que se acercara. Cuchichearon un momento y después volvieron a quedarse a solas.
—
¡Ha habido un cambio de planes! ¿Te importa si antes de tu baile nos ayudas con una cosa? Será rápido, no creo que dure más que unos minutos. Hay que elegir al Rey de los Bufones. Me harías un gran favor si me ayudaras a subir a los hombres con careta que quieran participar.Esmeralda no le explicó en qué consistía el evento, quizás porque asumía que todo el mundo lo sabía. En cualquier caso, Hana no tuvo tiempo de responder porque entonces llamaron a la joven desde el exterior. Pasó por su lado a toda velocidad, le guiñó un ojo y se dirigió hacia el escenario, dejando la entrada abierta.
Desde allí pudo ver a Clopin en la tarima, cantando, atrayendo a la gente con sus gestos melodramáticos.
Y, entonces, el hombre lanzó algo al suelo y se levantó una nube de humo.
Cuando esta se dispersó, en su lugar estaba Esmeralda. Y comenzó a bailar, jugando con un pañuelo translúcido azul. Era como si tuviera alas en los pies, aunque su danza era de todo menos delicada. Los hombres comenzaron a silbar y a aplaudir, encantados, mientras ella danzaba como si estuviera envuelta en fuego con una sonrisa de confianza en los labios.
Incluso hizo algo impresionante: saltó hacia el palco de Frollo, que observaba el espectáculo con un gesto de repugnancia, aprovechando que había una mesa entre ellos. Casi como si le estuviera mostrando a Hana lo que tenía que hacer. El público estalló en carcajadas cuando la joven, en vez de darle el beso —atrajo al juez con el pañuelo, envolviéndolo en torno a su cuello— le bajó el sombrero. Antes de que él pudiera hacer nada, Esmeralda salió disparada, dando alguna que otra voltereta y terminando abierta de piernas. Después le arrancó la lanza aun soldado, la clavó en el suelo, y la usó como apoyo para girar a su alrededor más como si se tratara de una mujer de circo. Cuando realizó su reverencia, llovieron las monedas por todas partes.
—
¡Y ahoraaaaaaaaa DAMAS Y CABALLEROS! ¡Ha llegado el momento que todos esperábamos! —exclamó Clopin, saltando hábilmente al escenario—.
¡Hora de coronar al REY BUFÓN!El público coreó con ganas, pateando el suelo y aplaudiendo a rabiar. Esmeralda, entre tanto, que había recogido a toda velocidad su premio, se acercó al borde de la tarima e hizo señas a Hana para que se acercara, ayudándola a subir.
—
¡Máscaras horribles, diabólicas! ¡Caras horrendas, que parecen gárgolas! ¡El hombre más feo ha de ser coronado! ¡Vamos valientes, acercaos!Desde la multitud comenzaron a acercarse todo tipo de personas con máscaras exageradas, de ojos saltones, dientes gigantescos o pelambreras ridículas. Esmeralda le indicó por gestos que les ayudara a subir y a colocarse en filas. Entre la gente descubrió al mismo chico que se había caído dentro de su tienda, mirando en dirección a Esmeralda con un gesto soñador.
Bien, ya estaba posicionada. Y después podría bailar. Puede que incluso no le prestaran tanta atención si a la gente le gustaba mucho el Rey de los Bufones.
Al lado de Frollo, montado sobre un caballo blanco, había un soldado con armadura dorada que sonreía. Sus ojos, en realidad, se desviaban bastante hacia Esmeralda, pero aun así se mantenía atento. Si mbuscaba a su alrededor comprobaría que había también varios guardias de negro, pero parecían tan entusiasmados con Clopin como el resto del público.
Sentados en los tronos, había una pareja de jóvenes rubios. Por la corona, debía ser el rey y la otra su hermana.
Y a su lado, charlando con dos jóvenes de apariencia bastante pobre, estaba Raphaël.
Entre tanto, Esmeralda había ayudado a subir al jorobado, que chocó con Hana y farfulló una disculpa sin atreverse a mirarla, y se posicionó en el otro extremo de la fila. La gitana pasó por su lado y le dio un toquecito en el brazo:
—
¡Ayúdame a quitarles las máscaras!Y para demostrarle lo que tenía que hacer, le arrancó una a un hombre. El público lo abucheó y Djali, que en algún momento había subido con ellas, le dio un empujón que lo mandó directo al suelo.
¡Siguiente!
Justo al lado del pobre hombre, Zac la miraba con seriedad. Esperando su decisión.
****
SaekoMientras Marie contaba las monedas con los ojos abiertos como platos, la mujer se inclinó hacia la ventana para poder escuchar mejor a Saeko.
—
Agradezco de veras su ofrecimiento, pero por favor, mantened los ojos bien abiertos.Pudo ver cómo fruncía el ceño y, si estaba atenta, también se daría cuenta de que Raphaël tensaba las mandíbulas al escuchar aquello. No era algo tan raro, al fin y al cabo aunque el pueblo quisiera a sus reyes, siempre había peligros. De lo contrario no irían protegidos por tanto soldados. Incluso Marie miró a Saeko con extrañeza.
—
¿A qué os referís?—inquirió.
—
¡Hermana!—exclamó entonces el rey—.
¡Mirad, ya está todo preparado!—Carlos se asomó al lado de su hermana y sonrió a Saeko y Marie—:
¿Estabais hablando con ellas? ¿Por qué no las traéis al palco? Bueno, no al palco en sí, pero ya sabéis, pueden quedarse cerca si quieren. ¿Os gustaría?Marie se puso roja hasta la raíz del cabello. Pero, de todas formas, ¿se le podía decir que no a un rey? En realidad ni siquiera se detuvo a escuchar su respuesta, dio por sentado que no rechazarían su invitación y volvió a desaparecer dentro de la carroza. Una oleada de gritos ascendió al otro lado de la calle y pudieron imaginarse que estaba saludando a sus súbditos.
Llegaron poco después al púlpito real, donde la multitud aclamó al rey y a su hermana con entusiasmo, lanzando confeti al aire, inclinándose y gritando «¡viva el rey!», coreados por trompetas que anunciaban su llegada. Raphaël las ayudó a desmontar y las acompañó hasta una serie de asientos inferiores. Mientras tanto, Carlos y su hermana, la princesa Ana según pudo oír Saeko que la llamaban un par de doncellas, se sentaron en sus tronos tras saludar a la multitud. En un palco cercano un pequeño carruaje oscuro, de hierro y bastante siniestro se había detenido para dejar bajar a un hombre anciano y estirado, vestido con un traje negro. Se inclinó en dirección al rey y después tomó asiento.
Marie se fijó en unas mesas llenas de comida y cuando miró a Raphaël con la pregunta escrita en sus ojos, él sonrió. La muchacha, encantada, corrió hacia ellas para coger todo lo que le cupiera entre las manos.
Mientras tanto, el espectáculo había comenzado. Y la joven Esmeralda, a la que tan poco le había gustado Saeko, salió al escenario a bailar. Marie sonrió y se le iluminaron los ojos mientras se llenaba la boca con comida. Al menos parecía que alguien se lo estaba pasando bien, Saeko debía sentirse satisfecha.
Al menos hasta que Raphaël se inclinó hacia ella con una mirada seria. Casi dura.
—
Disculpad—dijo. Tenía que elevar la voz para hacerse oír, pero aun así la chica se daría cuenta de que quería que fuera algo entre ellos dos. Quizás por eso había dejado que Marie fuera a picotear entre las mesas más cercanas—.
¿A qué os referíais? Por favor, sed clara. Mi deber es proteger a su alteza, la princesa, y si decís que puede haber peligro…—Miró a su alrededor cuando hubo un estallido de carcajadas: Esmeralda había bajado el sombrero de Frollo y volvía a bailar en el escenario—.
¿Son los gitanos? El juez Frollo nos ha advertido mucho contra ellos. Dice que planean asesinar al rey.—A pesar de su tono calmado, pudo ver la sombra de angustia y preocupación tras sus ojos—.
Por favor, por la amabilidad que ha mostrado con vos la reina: ¿a qué os referíais? Si es cierto que la van a hacer daño, ¡necesito saber cuándo para poder evitarlo!La cogió por un brazo, en una mezcla de amenaza y prevención, por si trataba de escaparse, y aguardó con ansiedad mal contenida. Estaba claro que apreciaba mucho a la princesa. Quién sabe si intentaría hacerle daño si Saeko no colaboraba. Pero, de todas formas, ¿qué podía decir?
Debía tener mucho cuidado. No podía usar su magia para librarse de esa situación, no sin arriesgarse a llamar la atención de todos los guaridas. Al menos Marie no podía escucharles y seguía disfrutando despreocupadamente del Festival.
****
Saito—
La verdad es que sí. Mi nombre es Saito, y el caso es que...ha habido antes un hombre que me ha salvado la vida de un guardia algo ebrio y hostil que me ha atacado, pero antes de poder siquiera agradecérselo ha ido en esta dirección y le he seguido hasta aquí. Tenía una pinta y un peinado bastante peculiares, como de demonio... ¿no lo habrán visto verdad?Los dos hombres intercambiaron una mirada.
—
Precisamente estábamos hablando de él. Sí, nos lo hemos cruzado hace unos minutos. Pero… Vaya—el joven frunció el ceño y miró a su alrededor—,
no lo veo por ningún lado…—
¿Podrían acompañarme alguno de los dos, o indicarme el camino que ha seguido? La verdad es que esta es mi primera visita a la ciudad, y carezco de buena orientación. Y de verdad que me gustaría agradecerle lo que ha hecho por mí...Ha sido mi salvador, y necesito hacérselo saber.El sacerdote más mayor sonrió con amabilidad, le puso una mano en el hombro al más joven:
—
¿Por qué no ayudas a este muchacho?—
Claro. Vayamos a buscarlo, aunque no puede estar muy lejos. ¿Se habrá dirigido hacia la sacristía…?—Su ceño se acentuó y de pronto se puso un poco pálido mientras se volvía hacia una puerta lateral—.
No habrá… El anciano se pasó una mano por el mentón, también inquieto, y entonces dijo:
—
Ya no tengo edad para subir esas escaleras. Iré a buscar en la sacristía. Si ha subido a la torre, deberíais impedir que llegue hasta él, Eminencia. Ya sabéis que se pone muy nervioso si se encuentra con otras personas…—
Eso haré.—Con un gesto indicó a Saito que lo siguiera y se encaminó hacia la puerta que había mirado. Estaba entreabierta—.
Vaya… Un verdadero demonio, ¿eh? Puedes acompañarme parte del camino, pero no hasta las torres—le explicó—.
Son el hogar del campanero y es un hombre solitario, así que no deberíamos molestarle, ¿comprendes? Quédate detrás de mí y si te digo que te alejes, te alejas. —Su tono no admitía réplica.
Subieron por la escalera de caracol, estrecha y algo angustiante, mientras resonaban todos sus pasos, con el joven portando un pequeño candil en una mano para iluminar el camino, bastante oscuro.
—
Eres muy amable por seguirle para darle las gracias justo cuando están celebrando el Festival. ¿Qué es lo que sucedió con ese guardia?—inquirió.
Mientras escuchaba su respuesta llegaron a una pequeña puerta de madera. Al abrirla les golpeó una ráfaga de aire caliente y salieron a la parte superior de la Catedral, con un camino que unía las dos torres incompletas.
Estás aquí. Ignora los círculos, por favor xD
En medio del mismo estaba el hombre al que Saito buscaba. Su capa ondeaba al viento, así como los largos mechones de su pelo plateado que no estaban recogidos en aquellos extraños cuernos. Incluso a la luz del día, aparte de imponente, resultaba escalofriante. Era como si despidiera un aura de peligro. De algo
muy oscuro.
Entonces se volvió hacia ellos. Sus ojos refulgían con un color dorado.
—
Bienvenidos—dijo como se encontrara en su propia casa—.
Siempre es un placer encontrar a gente con corazones fuertes. Aunque quizá el tuyo sea… demasiado fuerte. No crees, ¿muchacho?—Alzó los labios, dedicándole una sonrisa elegante y escalofriante al mismo tiempo—.
¿Jugamos un poco?Dio un golpe con su vara al suelo. Y, de la nada, brotó un Sincorazón Neosombra. Armand se puso blanco como un fantasma y farfulló:
—
Otra vez… Pero… dentro de la… ¿Cómo es posible—empezó a retroceder. Sólo tenía el candil para defenderse y no era una gran arma, de modo que el hombre debía sentirse terriblemente inseguro.
El desconocido alzó las comisuras de los labios.
—
Me temo que ni los lugares santos están a salvo de la oscuridad.—Desde fuera le llegaron los gritos de disfrute de la multitud y se acercó hacia la baranda, desde la cual tenía una visión perfecta de la plaza de Notre Dame—.
No con tantos corazones tentándola.—Hizo un gesto con la mano—.
Acaba con ellos.
Y la Neosombra se arrojó sobre los dos mientras el hombre miraba.
Podían interponerse entre él y el joven. Al fin y al cabo, Saito estaba al lado de alguien inocente que podía resultar gravemente herido en la batalla. O también podía pedirle ayuda. A pesar de estar asustado, parecía mantener el control sobre sí mismo. Quizás si pudiera darle un arma… ¿O sería mejor salir corriendo y buscar un lugar más seguro?
Fecha límite: domingo 29 de marzo
Quería explicar por qué la parte de Hana es desproporcionadamente más larga que las demás; su ruta es la que la ha llevado a interactuar con más personajes y con Esmeralda, que tiene escenas centrales. No es que las demás partes no sean importantes, pero he decidido condensar mucho lo de Hana para poder permitir que la trama avance. Siento si alguno se ha sentido molesto por ello (y en especial Nell, que tiene que escribir de más x_D. Aun así no pasa nada si te saltas muchas cosas, de verdad, lo comprendo perfectamente). Por favor, si tenéis cualquier queja con la trama comentádmelo por privado o en sugerencias.
También quiero pedir perdón por el ritmo tan lento que estamos llevando, pero entre el global y la universidad no doy para más. Siento todas las molestias u__u.
Y me gustaría consultaros qué vais a hacer en Semana Santa, si preferiríais que hubiera o no ronda durante la misma. ¡Por favor, no lo dejéis para el último minuto e id comentándome!