Fátima dio vueltas con la barca, desesperada, intentando hundir el remo y levantando la Llave Espada de Malik, para asegurarse de que no estaba equivocándose y en realidad apuntaba a otra dirección. Al final dejó la barca en la orilla, se arremangó la túnica a las piernas y se metió en el agua —helada— con un suspiro de angustia. Se le ocurrió pensar que si Hana hubiera estado con ella, todo habría sido mucho más fácil. Quién pudiera tener una cola de sirena en ese momento…
Tragó todo el aire que pudo y se sumergió. Necesitó dos viajes, porque no era fácil nadar con una única mano mientras con la otra intentaba apuntar con la Llave Espada, antes de dar con lo que parecía ser una gruta. Para entonces, sus pulmones ya estaban al límite. Subió a la superficie y comenzó a llorar en silencio. ¡Era imposible! ¡Si tuviera un transporte…!
Un momento. ¡Lo tenía! Invocó su propia Llave Espada mientras pataleaba para mantenerse a flote y trató de calcular las posibilidades que había de que funcionara debajo del agua, entrara en la gruta y, además, ella pudiera contener la respiración el suficiente tiempo. Eran poquísimas, pero valía la pena intentarlo.
—
¡Te juro, Arlea o como quiera que te llames, que como te…!—
¿Has dicho Arlea?Fátima dejó escapar un alarido cuando se volvió y se encontró a una cara azul a pocos centímetros de su nariz.
El desconocido arrugó la picuda nariz y la cresta que le nacía del cráneo se irguió unos centímetros. Fátima se quedó mirándolo, paralizada. Piel azul mezclado con… partes que parecían de pez. Grande, viejo. Y eso que llevaba en la mano era un… ¿Tridente?
De repente reconoció aquel rostro.
—
¿Poseidón…?—
Ese soy yo. Ahora, humana, has nombrado a Arlea. ¿Sabes dónde está?Fátima farfulló algo y volvió a patalear con esfuerzo para no hundirse en el agua. Al final consiguió asumir que estaba hablando con un dios —¡con el dios del mar, nada menos! ¡Si se lo dijera a sus padres…!— y dijo:
—
Esta arma pertenece a mi… A mi, eh, novio, y está unida a él. Me lleva hacia una especie de gruta que hay al fondo del río… C-creo que él está ahí. No sé si Arlea se encontrará con él.—Poseidón se acarició la barba y Fátima tragó saliva, preguntándose cómo se dirigía a uno a un dios—.
M-mi señor, ¿sabéis que Arlea ha secuestrado a Ibis…?—
¿Qué? —Poseidón la miró con ojos saltones—.
¡Qué es lo que ha sucedido! ¡Rápido, humana, dime!Cada vez más cansada de mantenerse a flote, Fátima fue lo más sucinta posible. A medida que hablaba, el semblante de Poseidón se iba ensombreciendo y Fátima temía que tuviera alguna explosión de furia… Justo con ella delante. Algo le decía que no saldría muy bien parada. A la vez, se dio cuenta de que esa era su oportunidad. Su maldita oportunidad y, por dios, que no iba a dejarla escapar.
—
¡Mi señor, por favor, permitid que vaya con vos! Si Arlea siente vuestra presencia, es posible que se centre solo en vos, ya que sois un rival formidable. Yo, en cambio, pasaré desapercibida. Quizás pueda serviros de distracción…Poseidón, que hasta ese momento había estado mascullando cómo pensaba dejar a Arlea una vez la cogiera, se quedó mirándola con la cabeza algo ladeada. De no haber sido por la inteligencia que había tras esos ojos acuosos, Fátima
habría tenido la impresión de que estaba hablando con un pez.
—
No creo que puedas ser de ayuda, muchacha, sin embargo, he de actuar rápido. Si Atenea se enterara… ¡No, no pienso volver a pasar por algo igual a lo de Atenas! Y Zeus se pondría de su parte, sin duda. Diría que no controlo a mis criaturas...—Frunció el ceño y miró hacia el cielo—.
De acuerdo, te llevaré conmigo. Además, percibo varios caminos en la gruta: si tu arma de verdad puede guiarte hasta tu hombre, entonces resultarás útil. Fátima reprimió un suspiro de puro alivio. Entonces Poseidón la cogió de la mano, un tacto frío y resbaladizo que le puso la piel de gallina, e hizo amago de hundirla.
—
¡Un momento! ¡No puedo respirar bajo el agua!—chilló, aterrorizada.
—
¿Eh? ¡Ah! Claro. Mortales. No sé para qué os crearía Zeus. Con un chasquido de dedos envolvió la cabeza de Fátima en una especie de esfera llena de oxígeno y, después, la empujó hacia abajo. Al principio la chica aguantó la respiración pero, una vez comprobó que no parecía que fuera a ahogarse, puso la Llave Espada por delante y se dejó arrastrar. Poseidón se desplazaba con una sinuosidad que la dejó hipnotizada y en cuestión de segundos se habían sumergido en la gruta, tan oscura que Fátima no fue capaz de ver ni sus brazos, pero confió en que Poseidón supiera lo que hacía.
«
Esto es lo que se llamaría un deus ex machina, ¿verdad?», pensó, conteniendo una risita histérica. Pero qué más daba. «
No te mueras Malik. ¡Que Arlea ni se atreva a ponerte un dedo encima!».