Neru—
Si que son idiotas, pero si hablan de un cazador puede que estos borrachos sepan algo de lo que está ocurriendo aquí. Voy a tratar de sacar algo en claro y salgo en cuánto pueda.Akio asintió sin más, dejando la taberna a cargo de Neru si así lo deseaba. El pequeño maestro salió del lugar, no sin antes toparse con un par de amiguetes preguntándole por su mami.
—
Disculpen—quizás por el berrinche tan escandaloso de las tres hermosas damas, Neru quiso ser caballeroso y acercarse a ellas para darles un pañuelo con el que secar sus lágrimas—
Al entrar no he podido evitar verlas llorar tan desconsoladamente en un antro como este. ¿Ha ocurrido algo?Las tres dejaron de llorar, observando sorprendidas que entre aquel escenario de machos descontrolados por el alcohol hubiese un joven que se preocupara por ellas. La que vestía de color rojo fue la primera en coger el pañuelo.
—
G-Gracias. Pues verás... nuestro... nuestro querido Gastón ha anunciado que se casa y... y... La muchacha no pudo evitar llevarse las manos al rostro, mientras que la que vestía de verde le arrebataba el pañuelo para sonarse los mocos de forma estrepitosa.
—
¡Es injusto! ¡Esa chica ni le mira!—
¡Con lo guapo y valeroso que es...! —profirió la del vestido dorado, abrazando a la de rojo.
Parecía que no sacaría mucho más de ellas, así que se dirigió hacia el propietario del bar, quien se encargaba de servir un par de jarras para que la camarera la llevara a una mesa donde dos aldeanos acababan de llegar, quizás igual de perdidos que él, pero que parecían restarle importancia cuando el cazador gritó:
—
¡Hoy no invitará la casa, pero sí que invito yo! —Este Gastón, y ni siquiera se ha comprometido todavía ni recibido un sí por respuesta —suspiró a espaldas de Neru el dueño—. Pero bueno, si al menos va a pagar esta barbaridad de rondas hasta la tarde, recibirá una felicitación por mi parte. Me pregunto quién será la
afortunada...
Dijo aquello último con un deje de guasa, volviendo a atender a más gente.
—
¡Hola, chavalote! Frente a Neru se presentó un hombrecito de estatura más baja que él (y la de cualquiera de los aldeanos presentes), regordito y con una nariz redonda y colorada que abultaba su cara.
—
¡Estamos buscando gente para ayudar con la pedida de mano del mejor cazador de nuestro pueblo! ¿Te gustaría apuntarte? ¡Podrás asistir a la ceremonia esta misma noche!Antes de que Neru pudiera contestar, se escuchó un estruendo fuera. Aunque casi todo el mundo seguía ocupado bebiendo y pasándoselo bien allí dentro, Neru habría jurado oír el relinchar de un caballo y voces. ¿Algún accidente, quizás?
Puede que no hubiera sido para tanto y que realmente le interesara más acercarse al mejor cazador de la aldea.
Jeanne y KairiLas dos aprendices de Lyn decidieron que su corazón les guiase, ambos latiendo por cada paso de aquella misteriosa muchacha que, aunque aparentaba ser una aldeana sin nada especial... parecía ser algo más.
La dama vestida de azul celeste se acercó a un puesto donde vendían leche y huevos. Preguntó por el precio y, conforme, se llevó una docena y una botella.
—Bella, ¿al final tu padre se ha quedado en la aldea, verdad? —preguntó entonces la vendedora, antes de obsequiarle el cambio y la mercancía.
—
No, no quería perder la oportunidad de ir a la feria y se ha ido esta mañana —respondió con tranquilidad la muchacha.
—¡Pero cariño! ¿Cómo te ha dejado sola estando a las afueras de la aldea, con lo peligroso que es ahora? ¿Y cómo se atreve tu padre a adentrarse en el bosque él sólo? —la mujer no daba crédito a lo que oía, con los ojos bien abiertos y el rostro desencajado.
—
Sé valerme por mí misma —respondió, algo molesta, Bella—.
Y mi padre también.—¡Pero los lobos...! ¡Está loco!
—
Mi padre no está loco, ¡es un genio! »
Que tenga un buen día.La joven se alejó con la mercancía, seguida de cerca por Jeanne y Kairi, que habrían escuchado la conversación. Se dieron cuenta que, un buen rato siguiéndola, acabaron saliendo de la aldea para dirigirse a las colinas cercanas, repletas de pastores con sus rebaños de ovejas pastando.
A medio camino, Bella se dio la vuelta y observó, con ojos curiosos, a ambas. Cualquiera se molestaría porque dos desconocidas siguiesen sus pasos, acosando, pero ella sonrió.
—
Nos hemos visto en la aldea, ¿cierto? —intentó confirmar—
¿Sois nuevas por aquí? ¿Venís de fuera?Parecía bastante interesada y emocionada porque así fuera.
Saito—
La acompaño Maestra Ariasu, —diría Saito, decidido a ir con la mentora—
no creo que fuese capaz de ayudar en mucho a Diana. Como mucho podría estorbarla si me entrometo.>>
Mucha suerte con ello Diana, supongo que nos veremos en el Castillo. Ten cuidado.—
Gracias —contestó Diana, dándose media vuelta para correr y adentrarse por otro camino, perdiéndose su cuerpo entre tanto verde.
—
Bueno, Saito. Parece que nos ha dejado la diversión a nosotros —dijo Ariasu, juguetona—.
¿Seguimos nuestro camino?*****—
Pues sí, Diana tenía razón con la distancia que nos quedaba.En efecto, no habían tardado mucho en alcanzar el castillo desde que se separaron de la joven semidiosa. Ambos contemplaron el puente que los separaba de los misterios que guardaba aquel lugar.
—
Vaya, parece que no lo vamos a tener fácil.Ariasu señaló con su vara en dirección al puente. En medio del camino había una línea de cuatro estatuas fijas en el suelo, dos armadas con hachas y el otro par con espadas. Cualquiera pensaría que se trataban de figuras de piedra sin vida, pero Saito percibió aquel sentimiento.
El que sólo un sincorazón podía provocar en el corazón de un portador.
—
Esta es una buena oportunidad para que me demuestres de lo que estás hecho, Saito —dijo Ariasu, colocándose tras Saito y, sin previo aviso, dándole un pequeño empujón con su vara—.
Ryota estará satisfecho si sabe que puedes valerte por ti mismo con sincorazón de este nivel. O, al menos, que lo has intentado sin mi ayuda.Si Saito se daba la vuelta, comprobaría que Ariasu le guiñaba el ojo, en señal de confianza. No había presión ninguna, parecía bastante segura de lo que decía y confiaba en que Saito se desenvolviera bien en combate.
Así pues, comenzaba el duelo. Y parecía que los sincorazón aún no habían percatado su presencia...
Fátima—
Déjeme ir a mí. Yo ayudaré al hombre. Así usted no tendrá que entrar en el bosque y no romperá su promesa. Por favor. Yo confío en usted. Confíe en mí.—Lyn la miró, sorprendida y seguidamente con el ceño fruncido. No parecía bastante segura de que aquello fuera una buena idea—.
Le salvaré. Soy lo suficiente fuerte. Por favor.La maestra cerró los ojos, e inspiró profundamente para luego expulsar el aire por la boca, de forma lenta y pausada.
—
Confiaré en ti, Fátima —respondió, cohibida por la situación—.
Pero procura volver en menos de una hora. Si para entonces no estás aquí, iré en tu busca —la miró de nuevo, con un rostro que reflejaba frustración—.
Espero que para entonces Ronin venga de la Federación para ayudarnos... ve.Fátima correría hacia el bosque, rauda y veloz. Lyn observó como la figura de su aprendiz se perdía entre el manto de árboles donde comenzaba lo que fue una vez su hogar.
Escuchó otro aullido en la distancia, y se encogió.
—
Perdonadme, por favor...*****—
¡Socorro! ¡Ayuda!Fátima tropezaría por el camino con matorrales y alguna que otra raíz, pero conseguiría alcanzar aquella voz en una carrera de apenas diez minutos. Al parecer el inocente había corrido en su dirección escapando del peligro y se le había hecho más fácil encontrarlo.
Lo vio aparecer entre los árboles. Era un hombre ya entrado en edad, algo regordete, canoso y con bigote. Llevaba ropa de viajero y no soltaba de una de sus manos lo que parecía ser un pergamino. Cayó al suelo tras perder el equilibrio de manera inevitable. Estaba exhausto y le faltaba el aire, víctima del pavor por lo que quiera que le estuviera persiguiendo.
—
¡Muchacha, atrás, atrás!Fátima fue rápida al estar preparada. Algo se abalanzó encima suya, pero consiguió herir al atacante gracias a su pistola, pues había apretado el gatillo por la impresión y el susto.
Al caer al suelo y alejarse de lo que le había caído encima, comprobaría que se trataba de un animal a cuatro patas. En efecto, tenía todo el aspecto de ser un lobo. Sin embargo, lo que no se esperaría sería el aspecto de este...
... pues tenía la marca de un sincorazón en su pecho.
El lobo se incorporó sin problemas, mostrando sus afilados colmillos a la aprendiz. Había encontrado a una nueva presa, quizás mucho más apetitosa.
Fecha límite: viernes 24 de junio a las 23:59