Todos acordamos la estrategia a seguir: Simbad y yo nos encargaríamos de la misión, mientras que los demás seguían la pista del tal J. Bajamos por las únicas escaleras y vimos de paso una gran caja llena de ropa. En un primer momento me llamó la idea de buscar algún conjunto, pero entre que no teníamos tiempo y que los villanos finales no nos habían localizado ni a Simbad ni a mí, pensé que no merecía la pena.
Fátima y los demás terminaron por separarse yendo hacia unas escaleras que subían, mientras que nuestra ruta hacia el distrito cinco consistía en atravesar la puerta principal de la oficina de correos. Hice un gesto con la cabeza a Simbad para avanzar, a partir de ese punto teníamos que ir con pies de plomo. Y por primera vez me sentí afortunada de no haberme visto las caras con Mateus y sus esbirros. Con un poco de suerte pasaría desapercibida.
Nada más salir a la plaza principal nos encontramos con algunas luces, provenientes de unos vecinos que vigilaban la zona con sartenes y palos. ¿Aquello iba en serio? Mi compañero no dijo nada, sino que, con el objetivo en mente, se escabulló por el primer hueco que encontró, y yo no lo pensé dos veces a la hora de seguirlo. Me mantuve alerta en todo momento, con el corazón acelerado y rezando para que no se fijaran en nosotros, o les diese por acercarse. Pensé igualmente que aunque nos descubrieran, podíamos decirles alguna mentira, como que éramos unos jóvenes que volvían a su casa después de una tarde de fiesta.
Solo que quedaba el factor de la Llave Espada, la cual se invocaba sola.
Pero por suerte no pasó nada malo. Exhalé aire aliviada al llegar al cuarto distrito, mirando en todas las direcciones para intentar ubicarme. Hacía muchísimo tiempo que no lo visitaba, años enteros, desde que me había unido a la Orden. Hasta me entró cierta nostalgia, una que me obligó a esbozar una sonrisa disimulada.
Bajamos por los escalones, yo con una mano apoyada en la barandilla, admirando la decoración de la calle, hasta que, sumida en mis propios recuerdos, caí en la cuenta de que solo se escuchaban nuestros pasos.
—
¿No está esto muy tranquilo…? —musité, tensa.
¿Y si nos tenían preparada una terrible trampa? Por mucho que no me gustara la idea no tenía otra alternativa que avanzar, porque al mirar el contador comprobé que apenas quedaba tiempo. Y las misiones solo se podían cumplir en pareja.
Continué caminando, desviando la vista hacia atrás cada pocos segundos, temerosa de que alguien decidiera lanzar un ataque sorpresa, o un vecino asustado, hasta que pise algo por accidente: una Sombra. Retrocedí por instinto unos pasos e invoqué la Llave Espada sin pensarlo, maldije por bajo al darme cuenta de lo que había hecho —era el motivo perfecto para tacharnos de culpables, demonios—, y pegué un rápido tajo a las que se me cruzaron delante, logrando que desaparecieran para siempre. Acto seguido desmaterialicé mi arma como alma que llevaba el diablo, asustada por la posibilidad de que alguien nos hubiese visto. Pero no fue así, por suerte, lo que me hizo pensar que de verdad nadie nos tenía localizados.
Continuamos nuestro camino con toda la tranquilidad del mundo, total, faltaban todavía unos cuantos minutos para que se terminase el plazo. Y las puertas al quinto distrito estaban justo delante.
—
¡¡Cuidado!!Pegué un respingo al ver por el rabillo del ojo una silueta cayendo frente a nosotros. Por supuesto, retrocedí un poco, extrañada y en guardia. No tardaron en hacerse oír unos pasos, y más sorprendida todavía, si podía ser eso posible, comprobé quién nos había interrumpido:
Al chico ya lo conocía de algo, del anterior Reaper’s Game. Creía recordar haberlo visto en algún lado, ya fuese como yo misma o como Erased Data, pero no lograba adivinar quién era exactamente. Después estaba la niña, la misma que nos había hecho volar por los aires. ¡Pues iba lista si pensaba que nos iba a engañar otra vez!
—
¿Estás bien, Beat?—
¡Tío, eso no mola! Tranquila, hermanita, hace falta mucho más que eso para acabar conmigo... ¡¡Detrás de vosotros!!—
¿¡Eh!? —exclamé tras unos segundos pensando en lo que estaba pasando, cuando noté algo a mi espalda, muy cerca de mí.
Avancé unos pasos hasta situarme junto a Beat y la otra niña, impactada hasta tal punto por lo que estaba viendo que olvidé que podían tratarse de unas nuevas bombas, o lo que fueran. Del distrito cinco surgieron cuatro monstruos cadavéricos, con huesos, garras, y la carne colgando; apestaban. Y detrás de ellos una figura todavía más siniestra, envuelta en una capucha sucia y marrón.
—
¡¿Qué demonios son esas cosas?! —gritó Simbad, tan asustado como yo.
—
N-no lo sé. —admití, impotente, porque era la primera vez que veía monstruos de esas características. No eran sincorazón ni incorpóreos, sino cadáveres andantes.
—
Aprendicesss de la Llave Essspada. Qué agradable sssorpressa. Essstáisss causssándonosss muchosss problemasss esta noche con vuessstrosss truquitosss, pero no passsaréisss de aquí.Los monstruos empezaron a exhalar lo que pareció un nube de gas tóxico. No hacía falta más que mirar el color verdoso que tenía para saber que era peligrosa, así que me hice para atrás unos pasos, tapando mi boca y mi nariz con mi mano izquierda en la medida de lo posible.
»
Sssoy el Tirano Pútrido, ¡Scarmiglione, archidiablo de la tierra y ssservidor de El Emperador! ¡Atrapad a losss portadoresss y matad a losss otrosss dosss!Entonces se trataba de uno de los diablos esos, y para colmo ya sabía que éramos Portadores. Según él, teníamos a los villanos finales locos de la cabeza por nuestros supuestos truquitos… Lo que me hizo pensar que alguien, la persona que nos había metido en el Reaper’s Game, nos estaba utilizando para enfrentarse a ellos, o algo así. ¿Entonces resultaba que no éramos copias? ¿Por qué entonces la niña que acompañaba a Beat había explotado, o por qué nuestras Llaves Espada se invocaban solas?
La que iba a terminar loca de la cabeza era yo.
—
Tú eres la que fue poseída por Erased, ¿no, tía? —me interrumpió de pronto Beat, que se acercó hasta mi lado invocando una especie de monopatín bastante chulo.
—
¿Eh? Sí. —respondí confundida por la pregunta, y por lo surrealista que me parecía.
—
¿Eres la real o...? Bah, da igual, hablaremos luego. ¡Rhyme, quédate atrás!¿Cómo que si era la real? No entendía nada.
—
¡Vale, tened cuidado! ¡Si necesitáis que os curen venid hasta mí!—
¡¡Vamos a machacar a este pringao!Sí, lo primero era lo primero: machacar al Tirano Pútrido, que a decir verdad no parecía muy fuerte, y entonces ya tendría tiempo de preguntar. Beat fue el primero en lanzarse a la batalla, y no pude hacer otra cosa que preocuparme por la actitud tan temeraria que mostraba, pero dejó claro que no era un cualquiera porque derribó a dos de esos monstruos. Simbad dio órdenes sobre cómo combatirlos, y yo me miré entonces el contador de la mano, buscando el tiempo que nos faltaba, cuando…
El tono de llamada de un móvil resonó por toda la plaza. Nerviosa busqué el origen del sonido, que me terminó llevando hasta Simbad. Mi compañero sacó su teléfono para contestar a la llamada, mientras los monstruos se nos acercaban cada vez más rápido. Me giré hacia Rhyme, nerviosa, y la alerté, recordando lo que el gitano me había comentado.
—
Ya le has escuchado. Los hechizos curativos les hacen daño.Rhyme se mostró colaboradora, ni siquiera se me pasó por la cabeza que le estuviese hablando a una bomba de relojería. La niña se puso a mi altura y lanzó un hechizo curativo al enemigo más cercano, que se deshizo en cuestión de segundos.
—
¡Puedes ahorrarte los detalles! ¡Soy yo!Le dirigí una mirada de preocupación a Simbad, que parecía más alterado de lo normal. Igual el grupo de Fátima se encontraba en problemas peores. En efecto, la trampa se la tendieron a ellos, y no a nosotros. O eso imaginé por lo que podía deducir.
—
¿¡Qué!? ¿¡Y cómo quieres que la sepa!? ¡Chaval, ayúdame con este!Simbad se apresuró, con el móvil entre el hombro y la oreja, a combatir contra el archidiablo, la situación era cuanto menos cómica. Lanzó un Piro que falló, y luego le acertó con un hechizo curativo. Por mi parte, blandí mi Llave Espada para despejarle el camino a la niña. Fui directa a por el monstruo más cercano, procurando que su olor o su aspecto no me intimidaran, y le golpeé con la Llave Espada en la cabeza. Con que cayese al suelo me era suficiente para pasar hasta la entrada, donde se encontraba el villano final. Villano que golpeó de lleno a Simbad con un hechizo eléctrico de bajo nivel, un Electro ordinario.
—
¡Yerai, la contraseña es Yerai!Miré de nuevo el contador, ¡no quedaba tiempo, maldita sea! Beat se lanzó de nuevo con su monopatín a por el Tirano, que cayó a un lado como un saco de patatas. ¿De verdad aquella cosa era un villano final, o nos había subestimado? Como fuera, pasé corriendo a su lado acompañada por los demás, y atravesamos las puertas en el tiempo justo.
El Quinto Distrito nos dio la bienvenida.
TERCERA MISIÓN. COMPLETADA. ENHORABUENA.
CARGANDO RECOMPENSA.
Miré satisfecha el mensaje. Una misión más completada, Light y los demás nos debían una. Encaré a Simbad, dispuesta a preguntarle sobre el tema de la contraseña, cuando de pronto el diablo se levantó de nuevo, dispuesto a volver a la carga. ¿Es que no veía que no iba a poder con los cuatro? Aun así, alguien vestido con una capucha apareció a su lado de pronto y vertió una Ultrapoción sobre el monstruo, que cayó derrotado al piso de una vez por todas.
—
¡Oh, no...!Al principio no lo reconocí.
—
Tío, tío, tío, tío, ¡tú no!Pero su silueta, su pelo de punta y la coleta, sus ojos y su propia cara. Cómo no, era imposible no reconocerlo, porque la última vez que lo había visto había sido en La Red, durante el incidente de Erased Data. Se trataba del antiguo maestro Andrei, el mismo que intenté recuperar por mi cuenta durante ese evento… y que desapareció sin más, raptado por la programa.
—
Yerai.Tenía el corazón latiendo a toda velocidad, sin creer todavía que estuviese frente al Andrei original. La última vez apenas era capaz de articular una sola palabra, pero eso parecía haberlo superado. Se me pasaron por la cabeza los pequeños encontronazos que tuve con él durante mis primeros días como aprendiza en Bastión Hueco, cuando todavía se trataba de un aprendiz, y luego fui conectando todos los hechos: él había creado mi copia virtual, él había intentado montar una guerra en mi mundo natal, Tierra de Dragones, y finalmente, había perdido el corazón. Tragué saliva, asumiendo que ya no se trataba de la misma persona, sino de un enemigo más. Uno cruel y carente de corazón.
—
Dónde has escuchado ese nombre.Tardé en darme cuenta que tanto Beat como Rhyme estaban retrocediendo a nuestras espaldas. Sospeché entonces que se trataban de los originales, y no de bombas de relojería. Pero Andrei seguía interesado en el nombre de Yerai, la supuesta contraseña que el otro grupo necesitó para la trampilla —¿Qué otra cosa necesitaba contraseña si no?—. Y tenía que admitir que yo también tenía curiosidad, ¿por qué el nombre de Yerai? Quizás tuviese un significado más profundo del que podía imaginar para el antiguo maestro.
—
Dónde están los demás. Contesta... O serás eliminado. —amenazó, invocando unos Incorpóreos que conocía bastante bien y una baraja de naipes afilados.
Simbad nos miró a todos los presentes, e incrédula, intenté leerle la mente. Aquello iba con él, no con nosotros, pero estaba convencida de que, aun queriendo escapar, Andrei no nos lo permitiría. Así que permanecí detrás de mi compañero, entre él y los samuráis, tan veloces y letales como recordaba gracias a mi copia virtual. Irónicamente me encontraba en la misma situación que por ese entonces: mi compañero y yo acorralados por Andrei y sus matones.
—
La última vez que le vi estaba solo, siendo perseguido por Tierra de Partida —empezó a relatar Simbad por su cuenta, poniéndome todavía más nerviosa. Pero qué otro remedio me quedaba, sino esperar a que intentara convencerlo con lo que sabía. Estaba paralizada, y sabía que un combate directo allí era una locura, así que solo quedaba confiar y esperar a que la cosa no se torciese—.
Le amenazaban de muerte si no revelaba tu paradero, que evidentemente no sabía. Si no hubiera estado allí...Observé la reacción de Andrei, procurando evitar el contacto visual con él. Tenía el cuerpo tenso, y según lo que podía entender, ese tal Yerai, la contraseña de la trampilla, era una persona vinculada a Andrei. Tierra de Partida intentó averiguar su paradero mediante él, pero Simbad lo había impedido, o eso logré entender.
—
En cuanto a los otros, los dejamos en la estación de correos. Nos hemos dividido en tres grupos. Los que íbamos a hacer la misión, otros dos, que se han ido a ver si pueden sacar algo a la luz sobre este asunto, yendo al Distrito 1 y los últimos dos que se habían ido a buscar a… Clío, creo que se llamaba. No estoy seguro de si siguen todos en el mismo sitio.A cada palabra que decía Simbad, más nervioso parecía. Aquello no podía salir bien de ninguna manera, así que empecé a mirar a mi alrededor, buscando algo en el distrito que me ayudara: algún pasillo oculto, una casa abierta, lo que fuera. Lo único que logré ver era el enorme edificio central. Puede que fuese buena idea escondernos allí, en caso de que todo fuese a peor.
—
Mierda. O terminamos la misión o seremos eliminados. —concluyó Simbad, mirando su teléfono.
Apreté los dientes y miré a Andrei, buscando algo en su rostro que me permitiese descifrar lo que estaba pensando. Ni siquiera me había molestado en coger el móvil y enviar un mensaje, ¿para qué, si me tenía delante? Cualquier movimiento sospechoso y nos haría historia.
Si Saavedra no tenía problemas con nuestras indicaciones y se marchaba, ayudaría a Simbad a incorporarse y me alejaría de allí todo lo posible, con Beat y Rhyme, dispuesta a preguntarles sobre el juego: si ellos eran reales, si la ciudad era real o virtual, y si sabían algo sobre nosotros. Pero si el ex-maestro tenía algún inconveniente, o sus propios incorpóreos, y decidían levantar sus armas contra nosotros, daría un paso adelante, diciendo la primera locura que me vino a la cabeza:
—
¡Andrei, escucha! Seremos tus copias, como en el anterior juego, y mataremos por ti. Te obedeceremos, pero no cargues contra nosotros sin motivos. No te hemos mentido.Fruncí el ceño y tragué saliva, sintiendo el estómago revuelto. Era lo único que se me ocurría para negociar con Andrei, si aun así seguía empeñado en matarnos, gritaría el nombre de mi compañero, a la par que extendía mi brazo derecho en dirección a los incorpóreos.
—
¡Simbad!Empleé entonces una
Superficie umbría, buscando atrapar a los samuráis con mis penumbras. Unos pocos segundos eran suficientes para que Simbad pudiera escapar corriendo. Intentaría correr en dirección a Beat y Rhyme, y esperaba que Simbad hiciera lo mismo. Más nos valía estar juntos a separarnos de nuevo, y si se trataban de bombas, igual hasta podíamos usarlas contra el propio Andrei.
—
Rhyme, Simbad necesita tu ayuda. —pedí en caso de que Simbad saliese herido de alguna manera. Esperaba que la niña al menos nos apoyara con su magia curativa.
Por supuesto, si Andrei accedía a mi loca petición de trabajar para él y me ordenaba matar a alguno de los presentes, no me quedaría otro remedio que recurrir a mi magia oscura e intentar escapar.
Saeko usa la habilidad sobre los samuráis en caso de que nada funcione y decida levantar las armas (él o los incorpóreos) contra nosotros:
▪ Superficie Umbría (HM) [Nivel 10] [Requiere: Afinidad a Oscuridad; Poder Mágico: 15]. El usuario genera rápidamente un manto de energía oscura en línea recta por la superficie del suelo o bajo sus pies, alcanzando hasta los dos metros y medio de largo, puede disiparse con hechizos de Luz. Un solo enemigo que se encuentre sobre esta sufrirá leves daños de oscuridad y será atrapado por el propio elemento, imposibilitando que pueda moverse durante dos rondas (aunque puede continuar atacando a distancia). Los enemigos pueden liberarse del efecto de este hechizo con la Fuerza suficiente (si esta es mayor al Poder Mágico de la habilidad).
Y le pide a Rhyme que use Cura sobre Simbad.