FreyaEl Blanco Fijado de Freya le vino de perlas para atinar sus disparos contra el Nocturno Rojo y abatirlo. Cómo no, al no usar la Llave Espada, no se liberó corazón alguno. Tras eso, pudo acercarse a la muchacha rubia, que se había agazapado al escuchar los disparos y levantó la cara al escuchar a Freya.
—
Tenemos que salir de aquí, y rápido. Sígueme.La chica seguía aterrada, pero le asintió con la cabeza y aceptó su ayuda para incorporarse.
—
¡Cuidado!Antes de que pudiesen echar a correr, un segundo Nocturno Rojo ya se les estaba acercando por uno de los flancos, preparando una bola de fuego con la que atacar a ambas chicas. No llegó a dispararla, pues un súbito tajo lo partió por la mitad a tiempo y lo vaporizó.
—
¿Estáis bien? —El joven espadachín de antes, con estoque en mano, se acercó a las chicas y miró en derredor. Pareció pararse a observar algo en concreto y su expresión se encrudeció—.
Ah, mierda…De seguir su mirada, Freya daría cuenta a unos cinco metros de distancia, entre la multitud que corría despavorida, que el orondo capitán mosquetero les fulminaba con la mirada, señalándoles con el dedo y bramando algo que no llegaron a oír por los constantes gritos. No es que les hiciese falta para darse cuenta de que se habían metido en un buen lío.
—
Venga, nos vamos.El joven enfundó su arma y agarró de la muñeca a ambas mujeres para escabullirse entre una muchedumbre que luchaba por salir con vida de ese caos.
***—
¡Estás loco! ¿Cómo se te ocurre atacar al capitán de la guardia cardenálica?Freya y compañía llevaban avanzando entre trompicones un buen trecho de calle por el que decenas de personas circulaban sin orden y cuidado alguno para evacuar la plaza del mercado y salvar sus vidas. A esas alturas ya habrían dejado bien lejos el lugar por el que los Sincorazón deambulaban, pero el problema estaba en que se estaban dejando llevar por la corriente de gente sin tener en mente un rumbo alguno.
—
¿Ese tonel andante es el capitán? Válgame el cielo… —El joven de melena castaña bufó y se detuvo, poniéndose de cuclillas para mirar por encima de las cabezas de la gente—.
Además, no sé por qué te pones así después de salvarte. Por cierto, ¿qué ha hecho una damisela como tú para que el gordinflón te apresase?—
Eso no es de tu incumbencia. Y para ser salvada por un pueblerino alborotador prefiero que no lo hagan.—
Qué carácter el de las damiselas de la capital… —balbuceó con un forzado tono afligido y clavó la vista en Freya—.
Y qué puntería. Gracias por lo de antes, soy D’ Artagnan.La muchacha rezongó de hastío ante la falta de seriedad del muchacho y desvió la mirada del intento de conversación que intentaban tener. No les duraría mucho, ya que…
—
¡¡…an pasoooo!!Una sombra que no llegaron a tiempo se les aproximó a toda velocidad y pegando berridos. Se les iba a echar encima.
—
¡¡Eh!!* Maya y FreyaTal y como acordaron Maya y Lawrence, cada uno tomó una ruta diferente para dar con el enmascarado que se había dado a la fuga con la piedra negra de los dos compañeros del rey. Goofy se fue junto con Maya por la calle en la que vieron al primero de todos, pero lo que les esperaba a continuación era, en pocas palabras, desesperante.
Al poco de avanzar, la calle estaba hasta arriba de transeúntes alterados que corrían y se empujaban entre ellos como borregos descarriados. Algo gordo habría ocurrido. Quizás a eso venían las campanadas que escucharon antes…
Aunque Goofy pareció tener un plan para seguir adelante entre tanto atasco: le indicó a Maya que se pusiera tras suya y gritó:
—
¡¡Mosquetero de servicio!! ¡¡Abran pasoooo!!Tan sutil como un elefante, pero efectivo. Pudieron correr un buen trecho por el camino que baría Goofy, pero…
—
¡¡Eh!!Tuvieron la mala pata de chocarse con un pequeño grupo al que el perro sorprendió y que inevitablemente se llevó por delante. Maya también acabó por darse un buen trastazo con una muchacha del grupo y ambas cayeron al suelo la una sobre la otra. Antes de que la bruja se incorporase, se percataría de que la cara de la chica le resultaba familiar.
Tan familiar que ya habrían coincidido en otra misión de antaño: Freya.
—
¡Pero bueno, ¿a qué viene eso de embestirnos?! ¡No eres el único que tiene prisa!El pobre Goofy, aun viendo las estrellas por el golpe, se incorporó entre tambaleos.
—
L-lo siento, es que estábamos…—
¡Un mosquetero! —La muchacha rubia se sobresaltó y se llevó la mano a la boca—.
Gracias a dios. Al fin un poco de ayuda decente.—
¡Oye! —protestó D’Artagnan, echándole una mala mirada al perro.
—
Bueno, esperad, yo…Goofy había sido engatusado del todo por la chica, que lo fusilaba a base de explicaciones y testimonios sobre demonios voladores que arrojaban fuego y que asolaban el mercado. Lo iban a tener un buen rato ocupado, por lo que, si querían, Maya y Freya podrían ponerse al día y contarse la una a la otra que estaban haciendo por ese mundo.
No tendrían que extenderse mucho en las palabras, ya que las dos vislumbrarían por el rabillo del ojo justo a una figura negra con una máscara metálica escurrirse por la marabunta de transeúntes, aprovechando el desconcierto para que nadie sospechase de él. Maya ya había dado con él, pero si no se daba prisa, lo iban a volver a perder.
Freya
VIT: 30/30
PH: 25/30
Maya
VIT: 36/36
PH: 32/40
*****MakotoMickey se quedó meditando unos cuantos segundos las palabras de Makoto. No tardó mucho en ceder, era una oportunidad que no podían desaprovechar y el joven tenía razón con lo de los refuerzos.
—
De acuerdo. Si estoy en lo correcto, debe de haberse dirigido a una zona que ya ha tenido bastantes conflictos con los Sincorazón en el pasado. —Sacó un mapa de su faltriquera y señaló una zona marcada en el papel y con pequeñas notas al lado—.
Habrá que andarse con ojo. El distrito se clausuró y no se ha terminado de inspeccionar a fondo. No me extrañaría que los tipos que vimos antes lo estén usando de punto de reunión.>>
Confiaremos en que las fuerzas de la ciudad y tus compañeros se puedan hacer cargo de lo que esté ocurriendo ahí fuera. —Enarcó una ceja—.
Que, por cierto, podrías haberme dicho que tu maestro se ha traído a más gente. ¿Cuántos sois exactamente?Le respondiese o no, Makoto y el ratón se pusieron en marcha, tomando la calle por la que fue el enmascarado de la piedra negra.
*Makoto y LawrenceTal y como acordaron Maya y Lawrence, cada uno tomó una ruta diferente para dar con el enmascarado que se había dado a la fuga con la piedra negra de los dos compañeros del rey. Junto a Donald, Lawrence salió escopetado por la avenida en la que vieron escabullirse al segundo enmascarado que les apareció. Les acabó llevando a un distrito desierto, con claros signos de haber estado vacío una buena temporada por todos los puestos y tiendas cerrados a cal y canto y con las ventanas entablonadas.
La calle les llevó no muy lejos de un enorme edificio, también con casi todas las ventanas taponadas por tablones. Sin embargo, al rato escucharon unos pasos viniendo de una calle cercana que alertaron al pato, dando un respingo un tanto ridículo y exagerado.
Con las plumas erizadas, Donald se agazapó y a punto estuvo de invocar su bastión cuando los dos individuos que venían se les plantaron en frente.
—
¿Donald?En esos momentos, Makoto y Mickey, que venían de un par de manzanas más abajo siguiéndole la pista al enmascarado, hicieron acto de presencia frente a Lawrence y Donald, con el segundo mirándoles con cara de alucinado.
—
¡Majes…! ¡Mickey! —saltó Donald, saliendo como una bala hacia el ratón y agarrándose a sus hombros—.
¡Tenemos un problema gordo! ¡Gordo de narices!—
¡U-un momento, Donald! Cálmate, no entiendo nada de lo que me estás… ¡Ay, deja de zarandearme!—
¡No hay tiempo! ¡Tenemos que…!Un sordo estruendo metálico se escuchó en la lejanía acallando al pato. Mickey frunció el ceño e indicó a todos que guardasen silencio, adelantándose un par de pasos. Un segundo choque de metal pudo oírse, seguido de otro, y otro… Cada vez más cerca. Hasta que el causante, tan grande como una de las casas del distrito, se asomó por la esquina con si traqueteo metálico y andares pesados.
Una
Armadura, aunque con la peculiaridad de que le faltaban las manos. Aun sí, no dejaba de tratarse de un Sincorazón de alto nivel. La mole de metal viró su cabeza flotante hacia el grupo, como si los estuviese evaluando.
Y luego echó a correr a por ellos cual elefante en estampida.
Donald pegó un berrido de espanto y se calló de culo, arrastrándose un par de palmos por el suelo, aterrado. Mickey no tardó en saltar al frente para encarar al Sincorazón e invocar su Llave Espada.
—
¡Donald, llévate a los chicos al caserón que hay más atrás! ¡Yo lo entretendré!—
¡Qué! P-pero… —
¡Rápido!Donald tragó saliva y, tras incorporarse, asintió y miró a los dos Portadores con urgencia, esperando que le siguieran en dirección a la casa. Si querían retirarse, tendrían que actuar ya, la
Armadura estaba a punto de echárseles encima.
*****SimbadRaudo y veloz, Simbad interpuso su arma ante la trayectoria de la
Manopla. De no ser por el Aturdidor, la embestida recibida hubiese sido brutal para el aprendiz, que solo se llevó un buen golpe por el choque que le resintió los hombros. Seguido de eso, un sencillo hechizo Electro le cayó a la mano, repeliéndola y lanzándola contra una cama que hizo trizas.
Con una fuera de combate, Simbad pasó a la otra y ejecutó un segundo Electro que, pese a que no la desestabilizó del todo, sirvió para que la ratona cautiva se soltase un poco y la empujase con violencia. La extremidad Sincorazón no tuvo la más mínima oportunidad con la estocada de Simbad y el lanzazo relámpago con el que la ensartó la mujer nada más liberarse, deshaciéndose en una nube de humo negra.
Justo a tiempo, la segunda
Manopla se alzó en el aire de entre los restos de la cama, sólo para huir con viento fresco por la ventana. Podían dar el combate por finalizado.
—
De modo… que sois practicante de brujería.La mujer animal se masajeó el hombro y miró con escepticismo a Simbad. No parecía muy escandalizada por el hecho de que le hubiese visto tirar rayos, quizás porque, a fin de cuentas, le había ayudado a escapar de los Sincorazón… o tal vez porque ya de por si estaban ocurriendo tantos fenómenos extraños en París últimamente que uno más ya no importaba tanto.
De todas formas, la chica frunció el ceño y le señaló con la cabeza un punto en concreto: de los restos de la cama que destrozó una de las
Manoplas surgía una hilera negruzca que ascendía. Si Simbad rebuscaba entre los pedazos de madera y tela, daría con un guijarro que brillaba cual fragmento de azabache. Uno muy similar a los que le enseñó Ryota en su despacho.
Entonces, el sonido de espadas entrechocando les llegó desde la lejanía. Por cómo sonaban, debían de provenir del vestíbulo, justo la primera estancia a la que accedías desde la entrada principal. Y que Simbad supiese, en esos momentos solo podían haber dos personas allí.
La ratona giró sobre sus talones, agarrando con mayor fuerza la lanza, y proclamó:
—
Ya tendremos tiempo para discutir más tarde. Vamos.No le quedaba otro remedio que salir corriendo al vestíbulo. En el caso de la piedra, si Simbad no la recogía por ningún motivo, ya se haría cargo la mujer de agenciársela.
***Atravesaron los viejos pasillos del caserón a toda velocidad, sin ningún percance más que les saliese al paso. Apenas les llevó treinta segundos alcanzar el vestíbulo a una marcha rápida, y lo que se encontraron a continuación…
—
Ah, doña Freija. Debí imaginar que se trataría de vos.Lo primero que vieron fue a Milady apresada por la espalda por un individuo cubierto por una capa y sombrero negros que, junto a una extraña máscara de bronce, ocultaban su rostro por completo. Pese a que la mujer tenía en esos momentos un cuchillo en la garganta, era capaz de mantener una expresión serena y adusta, sin dejar llevarse siquiera por el miedo.
¿Y dónde estaba su guardaespaldas? Gilles también estaba allí. Tirado en una esquina, inconsciente y con marcas por su cuerpo de haber entablado combate.
Entonces, un cuchillo pasó volando cerca del costado izquierdo de Simbad y se clavó en la pared. La ratona conocida como Freija se viró con el arma lista por donde vino y le hallaron: un segundo enmascarado, con el mismo atuendo que el otro, aguardaba cual estatua en un rincón de la habitación. No hizo ningún otro movimiento, solo quedarse mirando a la pareja, que tendría tiempo para darse cuenta de que el cuchillo que había arrojado tenía anudado en el mango una hoja de papel.
Ninguno de ellos reaccionaría en cuanto Simbad abriese la nota y leyese su contenido:
Entrega la piedra y la mujer no sufrirá daño alguno.
Freija masculló entre dientes y miró al chico. El mensaje había sido claro: por el momento ninguno de los enmascarados parecía dispuesto a atacar o a herir a Milady. Por el momento, claro. Simbad tendría que tomar una decisión cuanto antes: ¿darles lo que querían, o ingeniárselas de cualquier otra forma?
Simbad
VIT: 31/38
PH: 26/38
*****Fecha límite: lunes 21 de marzo.