por Soul Artist » Mié Jun 27, 2012 2:12 am
Entré justo a tiempo para que mi compañera cerrase la puerta, dejando atrás a aquella horda de oscuros enemigos ansiosos de devorar nuestro corazón. Tropecé al poco de entrar y me precipité al suelo, chocando mi frente contra él y poco faltó para abrirme la cabeza. Además noté un fuerte golpe en mi rodilla, aunque no di importancia al dolor en ella.
Me di media vuelta y observé la puerta por la que habíamos accedido, asustado y sin preocuparme de mis heridas. Había cientas de aquellas criaturas la última vez que pude observarlas. Una de ellas era de la especie de la terrible armadura que había visto junto con Hitori en Ciudad de Paso, la cual había intentado acabar con Fátima y por poco lo lograba. Si pululaban Sincorazón de esa clase por allí, como quien no quería la cosa... ¿Habría monstruos todavía más poderosos allí?
Tragué saliva, intentando no imaginar la clase de enemigos a los que deberíamos hacer frente si queríamos salir vivos. Por algún motivo que no llegué a entender, los Sincorazón no la habían atravesado todavía, como si hubiesen perdido el interés en nuestra presencia de golpe. Se acababan de lanzar en gran número contra nosotros; era imposible que, tan sencillamente, dejaran de atendernos.
—Creo que estamos a salvo... —susurré con la mirada perdida, intentando asimilar nuestra situación—... Por ahora.
Me levanté con algo de esfuerzo y noté una pequeña punzada en mi pierna derecha, además del coscorrón que me saldría en la frente. No estaba preparado para aquellas carreras; nunca había sido un gran amante del ejercicio físico, era bien sabido. Observé a Fátima con una mueca de disgusto y se me pasó por la mente pedirle algo de ayuda al caminar, pues empezaba a doler bien la rodilla al dar unos pasos. Pero no, era una señorita; y como tal, no podía pedirle algo así. Si Pichu estuviese allí, podría pedirle que usase una Cura, pero...
Pichu. La imagen de mi pequeña mascota cruzó mi mente, preocupándome inmediatamente por ella. ¿Estaría bien? ¿Quizás lo Sincorazón habían perdido el interés en nosotros para perseguirla a ella? Quise salir en su búsqueda de inmediato, pero al dar un paso hacia la puerta tuve que apoyarme en la pared mientras maldecía para mí mismo por el dolor de la pierna.
—¡Joder! —solté en bajo, llevándome una de las manos hacia el dañado miembro. Quizás Fátima quiso acercarme a ayudarme, pero me adelanté a sus acciones—. ¡No necesito tu ayuda! Puedo arreglármelas, signorina.
Apoyé mi espalda completamente en la pared y dejé mi cuerpo caer hasta el suelo, esperando que, si descansaba un poco, la pierna se curase por sí sola. Sabía que no iba a ser así, pero ¿qué le iba a hacer? Me mordí el labio inferior, desviando la mirada de mi compañera.
Por primera vez me paré a observar el edificio en el que estábamos. El suelo estaba formado por baldosas cuadradas de color gris perfectamente ordenadas. Justo delante de nosotros, entre las paredes de color gris majestuoso, una pequeña puerta daba acceso a otra estancia, aunque su acceso era imposible, pues mesas, sillas e incluso una lámpara de araña habían sido juntadas en forma de barricada para evitar el paso a los posibles Sincorazón. A la izquierda y a la derecha unas escaleras daban acceso a un piso superior, donde también parecía que se había creado otra barricada, pero sin mucho éxito a juzgar de los restos de objetos de ella que estaban desperdiciados por el suelo antes de subir.
Los ventanales, situados por encima de las escaleras, daban acceso al exterior, donde pude ver algunos Sincorazón voladores patrullar de lejos. Un edificio concreto del paisaje de la ventana derecha llamó mi completa atención: el castillo de aspecto destruido que se levantaba por encima de toda la ciudad que, pese a su estado, seguía siendo parcialmente majestuoso. ¿Por qué lo llamaban Bastión Hueco?
Desde aquella posición no podía ver qué había escaleras arriba, pero la curiosidad interior me empezaba a inundar. Estábamos en una mala situación, con un peligro constante acechando sobre nosotros, pero algo de aquel lugar me llamaba. Junto a la puerta que tenía la barricada había un mostrador que me recordaba a alguna clase en concreto de edificio que había visto tanto en Tierra de Partida como en Ciudad de Paso. ¿Pero qué tipo de lugar? Caí en la cuenta al ver unos libros apilados en él.
—Creo que estamos en una biblioteca.