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Tienes que tener mucha fiebre para decir eso, ¿verdad?—
No tengo febre... Fiebe... Fie... Gruñí disgustado. No acostumbraba a estar enfermo; no me agradaba estarlo, así que sencillamente lo evitaba. ¡Nunca estaba en mis planes! Mucho menos en aquella etapa de mi vida... ¿Qué pasaría con mi entrenamiento? ¿Y si infectaba al grupo de Maestros y estos morían por el terrible virus, y Light quedaba a cargo de Tierra de Partida? Un escalofrío me estremeció la columna.
Mientras Nadhia iba a llenar un cubo con agua, yo me estiré con un esfuerzo inhumano hasta que la mitad de mi cuerpo colgó por el borde de la cama. Explorando el mundo como un pequeño murciélago, extendí las manos bajo la base de madera y busqué entre mi grupo de tesoros lo que había guardado para aquella ocasión en concreto: una pequeña cajita de envoltorio anaranjado en la que me había gastado gran parte de mis ahorros.
Allí estaba también el regalo de Ronin. Caí en cuenta que, en realidad, no lo había abierto por completo. Me había quedado a la mitad, pensando en que era una mejor idea descansar que perder tiempo con los obsequios del Maestro. Así que, encogiéndome de hombros, tomé también aquella cajita. Ambas las escondí bajo las mantas cuando regresé a mi posición, unos segundos antes de que Nadhia volviese a darse la vuelta.
Ugh, me sentía mareado... y el cuerpo me dolía... y mi cabeza, válgame, mi cabeza... sentía el pulso de las arterias en mi sien y una presión acumulándose dolorosamente en el interior de mi cráneo... Okay, no volvería a agacharme de esa manera.
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Primero hay que bajar esas décimas —señaló Nadhia, poniéndome un paño húmedo sobre la frente sin aviso alguno—.
¿Quieres que te traiga algo del comedor?—
No tengo mucha hambre, no... —mentí. La verdad era que no tenía ganas de que Nadhia dejara la habitación. ¿Y si se olvidaba de mí y yo moría en soledad? ¿Y si encontraban mi cuerpo en un improvisado ataúd de pañuelos, mantas y moco solidificados? ¿Qué pensarían al ver lo que tenía bajo las cobijas y...?
Estornudé.
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Aunque lo más seguro es que quieras dormir, ¿no?Me giré hacia Nadhia, sin comprender muy bien su proposición. Alzando una ceja y entrecerrando los ojos debido a las lágrimas, cuestioné:
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¿De verdad quieres dormir conmigo? —parpadeé varias veces. ¿Era cosa de la fiebre? Pero yo me sentía perfectamente bien, estaba seguro, así que...—
B-Bueno, hay... hay espacio en la-la-la cama, s-sí...
>>Pero no quisiera contagiarte. ¿Y dónde están las hechiceras? —pregunté luego, para extrañeza de Nadhia, mientras miraba por la habitación desde mi cama. No parecía haber nadie, especialmente ni un solo espectro molesto—.
Hey, te compré algo en Ciudad de Paso. ¿Quieres ver?Me froté los ojos para intentar descansarlos después de dedicarle una sonrisa a Nadhia. Levanté las cobijas y le mostré la cajita anaranjada (ignorando, por el momento, la que Ronin me había entregado la noche anterior) y se la ofrecí en mi mano:
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Los moguris dicen que es valioso y es... de lo más "techno" —ilustré las comillas con la otra mano—.
C-como sabes, no sé m-mucho de eso, así que... —confesé avergonzado, mientras apartaba mis ojos enrojecidos—.
Espero que te guste.Se me hacía de pésimo gusto dejar el Libre a medias, así que Xefil le compra a Nadhia un
Dispositivo de Comunicación por el precio de 5.000 platines. Y, como cualquier regalo, el diseño queda a mi gusto y no al de ella. Así que si no le gusta, ajo y agua ^^