por Suzume Mizuno » Lun Feb 03, 2014 11:09 pm
—Hace un año, un aprendiz llamado Fyk y yo derrotamos en Coliseo del Olimpo a alguien llamado Gárland Su fuerza y su magia era lo más poderoso que había visto y se suponía que no volvería nunca más.
Fátima asintió lentamente, dándole a entender que escuchaba con atención. Sí, aquel nombre le resultaba familiar. Estaba convencida de que Lyn había dicho algo, aunque fuera muy superficial, sobre él. O, al menos, lo había nombrado.
—Pero hace unos días Diana, una aprendiza, me dijo que había pasado algo que tenía que ver con él.
«Diana…» entrecerró los ojos, intentando hacer memoria.
¿De dónde conocía aquel nombre…?
Abrió mucho los ojos. ¡Sí, claro! Era aquella chica tan guapa de Bastión Hueco que estaba con Andrei en el pueblo donde... Donde Ronin le habló del pasado de Lyn. Esa que parecía tan interesada en Xefil.
—Volamos hasta Coliseo del Olimpo y nos encontramos a varios aprendices y a la Maestra Lyn. Como nuestro objetivo era destruir la armadura de Gárland decidimos hacer una tregua y colaborar. Al parecer, la verdadera misión de Lyn era recuperar aquella armadura porque planeaban convertir a ese ser en una poderosa invocación que exterminase a todos los que vivíamos en Bastión Hueco. Eso nos contó la propia Lyn.
Fátima entreabrió la boca, sorprendida. Lyn solía marcharse a menudo de Tierra de Partida para cumplir misiones, pero jamás habría pensado que estuviera metida en un tema… Así. Ni ella ni ningún Maestro, a decir verdad.
—Cuando llegamos hasta la armadura fue demasiado tarde, unos tipos llamados los Villanos Finales se habían hecho con ella y liberaron a ese monstruo.
Quiso interrumpirle y pidiera que fuera más despacio. ¿Quiénes eran esos Villanos Finales? ¿Por qué se habían hecho con ella? Pero Ragun estaba inmerso en su narración, parecía que estuviera muy, muy lejos de allí, y no se atrevió a decir nada. Así que se abrazó a sí misma, porque empezaba a temblar por culpa de las ropas mojadas, y escuchó en silencio.
— Nadie pudo hacerle frente, así que yo me quedé atrás para asegurar la huída de los demás y ganarles algo de tiempo. Fue ahí cuando perdí el brazo.
Ragun se estremeció y su rostro se deformó en una mueca. Fátima tragó saliva y volvió a mirar el muñón, a pesar de que no quería hacerlo. Se preguntó que se sentiría al perder de pronto un miembro. Para siempre, sin posibilidad de recuperarlo nunca, por mucha magia que se pudiera utilizar. Pero no era sólo eso, sino plantearse cómo debía haberse sentido Ragun. Si lo que decía era cierto, había estado solo, sin posibilidad de recibir refuerzos. Había sido su elección, pero seguramente no esperó salir tan malogrado. En el fondo, nadie lo esperaba.
—Uno de los aprendices de Tierra de Partida volvió y me llevó con él logrando escapar con vida de esa bestia. Tras eso, Nanashi nos recogió, y en Bastión Hueco trató las heridas de ese y otro aprendiz más que se había quedado atrás—mientras Ragun se tumbaba de espaldas (qué gustazo debía ser no tener vértigo), Fátima se removió incómoda en su sitio al escuchar el nombre de su anterior Maestra—. Todo es culpa de ese Ronin. Si hubiese destruido la armadura él no habría revivido. Es demasiado peligroso, demasiado poderoso. ¡Ni siquiera Lyn pudo dañarle!
>>Estuvo cerca de destruir Tebas una vez.
Y Ragun calló.
Y Fátima también lo hizo durante un largo rato, intentando poner en orden sus pensamientos. Era mucho lo que había que asimilar. Para empezar no sabía si debía creer a Ragun; toda visión estaba matizada por la persona que lo narraba y estaba claro que él no le guardaba precisamente cariño a Tierra de Partida. O, más bien, debería decir a Ronin… Sólo había que ver que había dicho «ese», como si nunca hubiera sido su Maestro cuando Ragun todavía pertenecía a la Orden de los Caballeros.
Pero, ¿qué sentido tenía todo aquello? ¿De verdad Ronin había pretendido controlar a un Dios? Oh, sí, había leído que existían en el mundo de Tebas, pero de ahí a creerlo como tal… Ella se había criado en un mundo donde un Dios era algo absoluto, que no se podía manejar de ninguna manera por un humano. Los dioses de los que hablaban los libros de Tebas eran demasiado humanos, por poderosos que fueran, para que pudiera considerarlos tan peligrosos.
En el fondo, y a su pesar, no creía que Ragun estuviera mintiendo. Sus gestos y su forma de hablar eran sinceras. Otra cosa era que su historia no tuviera muchos huecos y estuviera muy, muy resumida. Fátima estaba convencida de que había mil detalles importantes que el joven se había saltado… Porque no eran destacables para él. Por ejemplo:
—Me cuesta creer que el Maestro Ronin quisiera un arma para acabar con vosotros —dijo tratando de no parecer agresiva. Sólo quería exponer sus dudas:—. Para empezar, Ronin siempre ha dejado abierta la posibilidad de que nos pasemos a vuestro «bando» cuando queramos y nunca se ha mostrado realmente agresivo con vosotros. Es más, una vez… Andrei fue a matarme —se esforzó por imprimir indiferencia a su voz— y Ronin evitó que lo hiciera pero no atacó a Andrei, aunque estoy convencida de que habría podido con él sin problemas.
También era cierto que luego llegó Nanashi para rescatar a Andrei, pero aun así Fátima continuaba pensando que Ronin podría haber matado al chico sin parpadear de haberlo querido así.
—No voy a discutir contigo si Ronin es un monstruo o no. Está claro que yo sólo he visto una cara de él y que ha sido la más buena y amable. Pero no voy a empezar a pensar que es un hombre cruel y despiadado, por mucho que lo que me digas sea… Escalofriante. Y preocupante —añadió, mordiéndose una uña rota. Usar a un dios, o lo que fuera, que estuvo a punto de acabar con un mundo no era algo bueno. En absoluto. ¿Tan desesperados estaban en Tierra de Partida?—. ¿Quiénes eran esos Villanos Finales que has mencionado? ¿Tienes algún nombre?
»¿Y cómo es que se hicieron con la armadura? ¿No estaba Lyn con vosotros?
¡Gracias por las firmas, Sally!Awards~