por Marioxulo » Vie May 01, 2015 6:22 pm
Aaron comenzó entonces a despotricar contra mí. Bah. Ya tenía mi espada, y seguramente él era producto del castillo, ni siquiera sería real. Además, todo lo que decía parecía no tener sentido alguno. Atravesé entonces la puerta.
***
Volvía a estar con todos mis compañeros. Vi a Bavol, que parecía haber escogido el báculo, que hablaba con otro de los que nos acompañaba al principio, el cual tenía el escudo. No pude distinguir el arma del tercero. Entonces, la sala comenzó a subir, dando lugar a una habitación bastante extraña.
—Tomad asiento. El juicio va a dar comienzo en breves momentos.
Así que un juicio. Quedaba únicamente un asiento libre, junto a aquel aprendiz del que no pude distinguir su arma. Bavol y el del escudo estaban en el otro lado. Como no había otro lugar al que ir, me dirigí a aquel asiento.
—Tu también has escogido arma y has escogido la espada... ¿verdad? Es que no parece que lleves nada como alguno de los otros dos... —me pregunto, en un tono bastante bajo. Me giré para mirarle a los ojos— ¿Y qué has vivido exactamente? Yo he conocido a un tal Aaron... y me ha hecho estar en una guerra para probarme. —dijo mientras me ofrecía la mano— Soy Saito, ¿y tú, eres?
—Lyon, un placer —dije apretando su mano. Me quedé callado unos instantes, y luego volví a hablar—. También has conocido a ese capullo... Sí, tengo la espada. Y, por lo que veo, a todos los que escogiésemos la espada nos ha tocado hacer lo mismo: luchar en esa batalla —paré para tomar aliento—. Pf, una batalla de la estúpida guerra entre los dos bandos. Si ni siquiera sé por qué luchamos. Es una completa idiotez.
Una voz cortó nuestra conversación de golpe.
—Los acusados entran en la sala.
Entonces entraron tres aprendices en la sala. Eran los que habían escogido el otro camino al principio, los que se fueron por aquel extraño pasadizo. ¿Qué habían tenido que pasar ellos? Dudaba de que se tratase de lo mismo que nosotros.
—Estas personas son juzgadas por la destrucción de una propiedad importante del Castillo del Olvido, el Espejo de Nithael —dijo la misma voz que nos había estado hablando—. Acusados, pasen a la palestra para presentar su versión de los hechos.
Entonces, en el lugar del juez, apareció una figura también familiar. El Guía se mostraba ante nosotros, con una sonrisa, para variar, burlona en su rostro. Y además… ¿Llevaba barba ahora? No podía distinguirlo muy bien.
—En primer lugar —se adelantó uno de los aprendices para defenderse—. La prueba consistía en derrotar a tu reflejo, que es lo que hemos hecho, y en ningún lugar había un maldito tablón con reglas. Si nos hubieran avisado igual hubiéramos hecho lo correcto. Es que es demasiado obvio.
>>Además, el destrozo del espejo no es nuestra culpa, la culpa es de quién decidió poner el espejo como suelo, ¿a quién se le ocurre colocar algo tan valioso en un lugar dónde van a caminar quién sabe cuántas personas? Y si es un objeto tan mágico —hasta un niño pequeño hubiese distinguido el sarcasmo—, debería haber resistido los golpes de unos míseros aprendices.
>>Por otra parte, ¿qué ganáis con matarnos? ¿Tanto importa lo de las pruebas? ¿Con qué propósito? Ni siquiera deberíamos estar aquí.
La aprendiz pelirrosa le susurró algo al oído a aquel aprendiz. Por lo que se veía, se conocían de antemano, o al menos habían tenido tiempo de conocerse durante el rato que llevábamos en el castillo. En todo caso, aquello era irrelevante. Se adelantó entonces para hablar ella.
—Sí, es cierto que debíamos derrotar a nuestros reflejos. Pero nadie nos dijo cómo hacerlo. Fue entonces cuando surgió la idea del espejo... Era bastante evidente que si destruíamos aquello que había hecho surgir los reflejos, ellos también morirían ¿Verdad?
»Soy consciente de que quizás no era la opción más acertada... ¿Pero qué hubiese hecho otro en nuestro lugar? ¿Dejarse llevar por la desesperación?
»Y, por descontado, ni Simbad ni Enok tienen la culpa de nada. —así que así se llamaban los otros dos. Se detuvo entonces un instante—. Debí haber sido más sensata y no dejarme llevar. Por lo tanto, me responsabilizo de todo lo que pasó.
El último aprendiz se adelantó para hablar.
—Ah...—parecía nervioso, más teniendo en cuenta que todos le miraban en aquel momento—.Fre-Fre-Freya no es culpable... Ah... —calló.— Vu-vuestra justicia se articula por acciones fí-físicas... y no por intenciones... Así que... seriamos culpables para vosotros... Pero no lo seríamos para la verdadera justicia.—el sudor recorría su frente— Nun-nunca tuvimos intención e ignoramos la situación...A-así que conocemos nuestra inocencia.
Entonces vi como se alejaba para reunirse con el reto de acusados, segundos antes de desmayarse. Parecía bastante simple: se les acusaba de romper el espejo y nosotros, o tendríamos que defenderles o acusarles.
—¡Una vez los acusados han hablado, es el turno de juzgar sus acciones! Fiscalía, ¿qué tienen que decir al respecto? —El Juez contempló a Bavol y al que estaba a su lado—. Oh, por si nadie os lo ha dicho… Fiscalía (blancos) y Abogados (negros) estáis enfrentandoos ahora mismo y el que pierda… No superará esta prueba. ¿Qué sucederá cuando un bando pierda? Ah, bueno, no tiene gracia si lo sabéis de antemano, ¿verdad? Con todo, os recomiendo esforzaros; no siempre tengo por qué ser compasivo. En una situación normal esos tres aprendices habrían muerto… ¿Por qué? ¡Porque no superaron su prueba! ¡Porque no son dignos! Sin embargo, su forma de realizar trampas me proporcionó un buen rato de entretenimiento, así que he decidido darles una oportunidad. Además, ¿qué gracia tendría matarlos sin más? En fin… Por eso he decidido que vosotros juzguéis. Espero que sea una decisión limpia y justa. Nadie saldrá de aquí hasta que los dos grupos hayan ejercido bien su papel de acusadores y defensores.
Entonces era tal y como me imaginaba. Teníamos que defender a aquellos aprendices, demostrar que eran inocentes. Y nuestros adversarios eran entonces Bavol y aquel otro aprendiz. Bavol lucharía con todas sus fuerzas para ganar, su convicción para devolver Tierra de Partida era férrea. No dudaría en, a pesar de que estuviese en su contra, luchar con todas sus fuerzas para ganar. Y yo no iba a ser menos. No me apetecía
»¿Y ustedes, abogados? —Sonrió, mirándonos a Saito y a mi—. ¿Cómo defenderéis a vuestros clientes?
La acusación habló primero. El compañero de Bavol se levantó con intención de hablar.
—La verdad es que no entiendo muy bien de que va el tema pero si no me equivoco les están acusando de romper un espejo ¿No? —dijo mientras observaba la sala—Pues... ya han declarado que lo han roto, el fin me es indiferente, si se les acusa de romper un espejo y declaran que lo han roto no sé que más prueba quieren, ya se han mostrado como culpables en su declaración, no pretendo injustificar así sus motivos, pero los hechos son esos, y eso es lo que al final termina importando.
—Además el propio testigo, el señor sombra oscura, ya ha declarado que son culpables y que el simple hecho de que estén aquí es porque hicieron trampas, algo de lo que los acusados no se han defendido, tal vez a sus otros dos compañeros, pero no a si mismos, por lo cual es cierto, así que, muy a mi pesar son culpables —Respondió—Aunque, señoría, me gustaría llamar a un testigo sorpresa ¡Que pase el
testigo! —gritó mientras señalaba a la puerta. ¿De qué coño iba eso?
Un extraño ser apareció por la puerta. Creí recordar que se trataba de aquel que acompañaba a dicho aprendiz, pero parecía que se habían separado. ¿Se trataba entonces de un emotivo reencuentro entre dos grandes amigos?
—¡Me habeis dejado tirado! —Corrió hacia él y le pego una patada en la pierna. Masculló para si, pero prosiguió con su discurso. Parecía que el reencuentro emotivo sucedería en otro momento.
—Perdón por esta intromisión, normalmente esto suele funcionar. Bueno, eh... de todos modos, como seguramente la defensa planteará una "solida" argumentación contra que unos aprendices hayan roto un cristal, que ya me dirás como coño van a decir que no lo han hecho si ya se han declarado culpables, me gustaría pedir el acta de juicio y las pruebas de la escena del crimen, al igual que, como mínimo, un testigo para interrogar.
Bajó entonces la cabeza para mirar a Bavol. El ya había acabado, ahora era el turno de Bavol.
—Y ahora, sin más preámbulos, dejo turno para que mi compañero pueda argumentar si lo desea —dijo mientras se sentaba.
Tras escuchar a Bavol, comenzaba nuestro turno de defenderles. No pensaba dejar que aquel imbécil nos castigase por un juicio que acababa de inventarse.
—Es cierto, los acusados han roto el espejo. De eso no hay duda alguna —comencé a decir—. Sin embargo, hay un pequeño asunto que me inquieta. Dicho espejo, tal y como han dicho tanto el juez —dije señalándole con la mano— como los acusados —les señalé también— tenía un gran poder mágico, por lo que no debería haberse roto tan fácilmente. Y si, en caso de que de verdad fuese tan frágil como parece que es, ¿no deberían saberlo los dueños de este? ¿Y por qué, si es que es el caso de que lo sabían, estaba en el suelo? Nadie colocaría algo tan valioso en el suelo —entonces me detuve durante un instante—. Bueno si, si hay un motivo.
Era cierto, ellos habían roto el espejo. Pero tenía que intentarlo de todas formas. Y esta era mi única baza.
—Primero, hay que decir que no conocían las normas de dicha prueba. Es normal, entonces, que pensasen en romper el espejo, la causa de los supuestos reflejos de los que tenían que librarse. Cualquiera hubiese pensado en esto —dije. Entonces dirigí la mirada al Guía—. Entonces, ¿Qué hacía el espejo en el suelo, si cualquiera con dos dedos de frente habría pensado en romperlo? Muy simple. No querían que pasaran la prueba, no al menos de la forma que les dijo que era “correcta”. Querían que ellos rompiesen el espejo.
>>¿Para qué? Pues porque, si no lo hacían, no iba a haber juicio. Porque así acabarían, tal y como lo han hecho, en este estúpido juicio. Todo ha sido una trampa. Sabían lo que iban a hacer y es normal, únicamente querían sobrevivir, seguir adelante. Lo único que busca el Guía es entretenerse, aunque para esto tenga que acusar a gente inocente para su propia satisfacción y entretenimiento. ¿Por qué si no estaría algo tan valioso en el suelo, al alcance de cualquiera?
Dejé que asimilaran lo que acababa de decir. ¿de verdad había funcionado? Bueno, el tiempo lo diría. Volví a sentarme entonces en mi asiento.
—Todo ha sido pues una trampa —me giré para mirar a mi compañero—. Dicho esto, le dejo el turno a mi compañero.
Do u even heingue?To mi amol pa Aru por las lindas firmas