[Ciudad de Navidad] Mi primer viaje

[Tidus Cloud]

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Cronología

Ban: Trama “No quedará ni uno” > Encuentro “MI Primer viaje” > Trama “Villain’s Vale
Bavol: Encuentro “Déjà vu” > Encuentro “Mi primer viaje”

Un día libre. Perfecto.

Y no iba a ser un día como otro cualquiera. En esta ocasión saldría por fin de Tierra Partida para explorar nuevos mundos. Hasta ahora sólo había salido de aquel mundo para visitar Tierras del Reino, pero en aquella ocasión había ido acompañado por Kousen y el Maestro Kazuki debido a un asunto relacionado con los sincorazón.

Se sentía bastante nervioso, pero se había autoconvencido de que tenía que hacerlo. Era cierto que estaba planeando unas interesantes aventuras con Myxa en otros mundos, pero antes de viajar con su amiga quería demostrarse de que era lo suficientemente fuerte para defenderse solo. Ya no era en absoluto aquel debilucho que se enfrentó a los sincorazón en París, había aprendido varios trucos que estaba deseando probar contra sus enemigos.

La pregunta era qué mundo debía visitar solo por primera vez. Si era sincero consigo mismo, sentía mucha curiosidad por el mundo del que le había hablado Mei: Bastión Hueco, donde vivían los malos. Sin embargo, no estaba loco. Era más fuerte, pero no se había vuelto tan imprudente como para meterse directamente en la boca del lobo.

Tras desayunar una rápida comida preparada por su apreciado cocinero de nombre impronunciable, se volvió a su cuarto. Allí se comenzó a equipar para el viaje: dos pociones, una daga… Mientras recogía, sus ojos se fijaron en el bloc que tenía sobre la mesa. Dudó unos segundos sobre si debía llevárselo, pero enseguida rectificó y decidió dejarlo ahí, todavía no había llegado el momento de usarlo. Por último, agarró la capa que guardaba de su mundo y se la puso. Si estaba en Tierra de Partida, había días en los que decidía no ponérsela; sin embargo, tenía claro que ese recuerdo le acompañaría a todos los mundos que visitase. Cuando creyó que ya estaba listo se dirigió hacia los jardines.

Se aseguró de que no había nadie conocido antes de entrar en los jardines. Ya estaba bastante intranquilo, no quería que nadie le comenzara a hacer más preguntas sobre lo que planeaba hacer y le pusiera más nervioso. Afortunadamente, ninguno de sus amigos estaba allí en ese momento.

— Vamos allá. —musitó Bavol y soltó un soplo de aire por la boca intentando tranquilizarse.

Seguidamente lanzó con fuerza su Llave Espada al cielo, la cual se convirtió en su Glider. Llevaba ya bastante tiempo sin usarlo, esperaba no haberse olvido de cómo se usaba. Invocó su Armadura y nerviosamente se subió al Glider agarrándose con fuerza por donde pudo.

Cuando el Glider comenzó a ascender Bavol cerró los ojos casi instintivamente muerto de miedo; no obstante, en cuanto observó más de cerca y las estrellas y se aseguró de que todo estaba bien, sonrío relajado.

— ¡A la aventura! —exclamó Bavol y aceleró su vehículo en busca de algún mundo que le gustara.

[Astro]

Por fin había llegado el día que Ban tanto había esperado.

Después del fiasco de París, las cosas no habían ido bien para el pequeño Oswald. La Maestra Nanashi le había puesto bajo su supervisión, los entrenamientos eran todavía más intensos y no parecía que le fueran a encargar una misión en mucho mucho tiempo. Pero, inesperadamente, la noche anterior le habían dado una deseada noticia: por fin tenía permiso para viajar con libertad por los mundos. Ya no tendría que depender de misiones o maestros para viajar, podría hacerlo cuando quisiera.

Y, justo ese día, Ban lo tenía libre de entrenamientos. No habría un momento mejor para ir a visitar nuevos mundos sin preocuparse por los horarios. Además, Ban necesitaba salir del bastión con urgencia. Aquel lugar resultaba cada día más deprimente.

Después de desayunar y de un humor fantástico, Ban bajó hasta uno de los patios del castillo e invocó su llave espada. Tomó una larga bocanada de aire y lanzó su arma hacia el aire para transformarla en su glider. Con un golpe en la hebilla de su cinturón, el chico se enfundó en su armadura y se subió de un salto en su vehículo.

—¡Vamos allá!

No había plan. Ni siquiera destino. Ban solo quería salir del lúgubre bastión y explorar, por primera vez, el inmenso intersticio. ¿Encontraría un mundo donde poder relajarse de tanto estrés? ¿O quizás uno donde hubiera videojuegos de última generación?

Decidido, Ban pegó un acelerón y se elevó hacia el cielo. Rumbo: las estrellas.

[Tidus Cloud]

Todos los mundos parecían perfectos para ser explorados, cualquiera de ellos habría sido un buen comienzo. Sin embargo, Bavol se decantó por uno que le resultó de lo más curioso. Un extremo del mundo estaba recubierto por una blanquecina nieve que le otorgaba un aspecto invernal, pero lo realmente llamativo era que si se le daba la vuelta al mundo el paisaje cambiaba radicalmente. Era un hecho digno de investigar.

Bavol decidió aterrizar en la zona nevada del planeta; no obstante, el aterrizaje no fue tan bien como el despegue. No supo muy bien por qué ocurrió, quizás fue por algún movimiento o quizás fue por el temporal del mundo, pero acabó estampado contra la nieve.

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Bavol, un tanto dolorido, se levantó lentamente como pudo después de aquel golpe e hizo desaparecer la armadura. De pronto, sintió como un frío intenso atravesaba su piel y le recorría todo el cuerpo. Antes de decidir qué mundo quería explorar, debía haber pensado mejor si llevaba el equipo y la ropa adecuada. Bavol se maldijo a sí mismo, tenía que haber elegido el otro extremo del mundo.

Mientras se quitaba los restos de nieve de encima y se tapaba lo mejor que podía con su capa, contempló algo colina abajo. Era un pequeño pueblo, lleno de color y con grandes abetos repletos de luces brillantes. Bavol se quedó maravillado ante aquel paisaje alegre y lleno de magia, tenía que visitarlo enseguida.

— Hola. —saludó una voz chillona a sus espaldas.

Cuando Bavol se dio la vuelta, observó a un niño un poco más pequeño que él, vestido con ropajes y un sombrero verdes, con unas puntiagudas orejas y una llamativa nariz.

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Aquel niño le miraba fijamente mientras esbozaba una gran sonrisa. Bavol se asustó al pensar que le podía haber descubierto cuando “aterrizaba” con su Glider y podía haber roto la regla de no alterar el orden de los mundos.

— ¡Hola!—repitió el niño exactamente con el mismo tono.

— Eh…hola…

— ¡Me llamo Billy! ¿Cómo te llamas tú?

Bavol dudó en si debía contestarle a aquella pregunta. Finalmente, decidió hacerlo, al fin y al cabo sólo era un inofensivo niño, no podía estar alterando nada.

— Me llamo Bavol.

— ¡Bavol! ¡El niño que se ha cambiado de casa! Tenías que haberle escrito una carta avisando, le ha costado mucho encontrarte y no tiene tiempo que perder.

— ¿Cómo?

Bavol no comprendía qué es lo que le estaba diciendo Billy. Parecía conocer su nombre de algo, pero jamás lo había visto ni había estado en aquel mundo. Y le había dicho que se había cambiado de casa, no era cierto, seguía viviendo en… Se dio cuenta que a lo mejor el niño se estaba refiriendo a su traslado a Tierra de Partida, pero eso era imposible, no podía saberlo. Justo cuando iba a preguntarle, Billy le dijo:

— ¡Sígueme! Te enseñaré el pueblo.

Y Billy comenzó a andar cuesta abajo sin esperar ningún tipo de respuesta de Bavol. El gitano decidió que si quería que le contestara a sus preguntas, tenía que acompañarle. Bavol se apresuró y siguió al niño hacia el pueblo.

[Astro]

El intersticio de los mundos era inmenso. Infinito. Para el vago y sedentario de Ban, aquello era toda una experiencia increíble. Nunca se habría imaginado que disfrutaría tanto viajando de aquí para allá, observando mundos a cada cual más diferente. Bosques, castillos, ciudades, e incluso le pareció ver una especie de animal gigante nadando a lo lejos.

Tras casi una hora de pilotar por el espacio, Ban empezaba a aburrirse. Vislumbró un mundo a poca distancia y, sin perder ni un segundo, aceleró en su dirección. El primer vistazo fue impresionante: todo era blanco. Podía ser...¿¡nieve!? Ilusionado, el aprendiz descendió a toda velocidad hacia el precioso mundo que había descubierto.

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—¡Demonios, qué frío!

Esa había sido la primera sensación al poner un pie en aquel mundo: menudo frío. Aun llevando abrigo, bufanda y guantes, el muchacho tiritaba de frío. Sin embargo, había una cosa que lo compensaba: ¡nieve! En Villa Crepúsculo se conocía la nieve, pero nunca nevaba. Para Ban, aquella era la primera vez que la veía en persona.

—Guau, me la imaginaba más pesada —el chico, que se había quitados los guantes, examinaba con gran asombro aquel maravilloso fenómeno—. Igual podría hacer un muñeco...nah, luego. Veamos si hay algo interesante en esta ciudad.

El rubito se volvió a poner los guantes y echó a andar, todavía tiritando de frío. Había aterrizado en un callejón de la pequeña ciudad que se alzaba en mitad de aquel terreno nevado, toda decorada con luces de colores, y era el momento de explorarla.

Movido por la curiosidad Ban llegó a la plaza principal de la ciudad, donde un grupo de niños bajitos jugaban a tirarse bolas de nieve alrededor de un tiovivo.

—¡Jjijiji, a que no me coges!

—¡Jooooo, no es justo! ¡Haces trampa!

Ban giró la cabeza para observar a dos de esos niños más apartados del resto, que parecían estar jugando al pilla-pilla. Sin embargo, ahora que los veía de cerca, pudo fijarse en varios detalles: no sólo eran inusualmente bajitos, también tenían las orejas puntiagudas y la nariz extrañamente redonda y rosada. Parecían una mezcla entre duendes y niños pequeños.

—¡Uy!

—¡Eh, cuidado!

Uno de los pequeñajos, el que corría para que no le cogiesen, había chocado con Ban, cayéndose al suelo de culo por el golpe.

—¡Jajajaja, torpeee! —se rió su compañero, tocándole la cabeza mientras estaba en el suelo—. ¡Tú la llevas!

—¡Jo, tramposo! —protestó el otro, levantándose del suelo.

—¡Mira quién habla! ¡El tramposo eres tú!

—¿Yooo? ¡Tú!

—¡No, tú!

—¡Tú!

—Ejem.

Ban fingió una tos, intentando captar la atención de los dos pequeños.

—¡Anda mira, un forastero!

—¡Es verdad! ¡Hola! Ah, y siento lo del golpe.

—¡Bienvenido a la ciudad!

—¿¡Podéis callaros un momento!? ¡Me estáis poniendo de los nervios, demonios! —protestó Ban, fulminando con la mirada al par de duendecillos.

Los dos soltaron una risita, pero se mantuvieron en silencio mientras observaban al recién llegado.

—Esto...sí, soy un forastero —comentó Ban, intentando poner en orden sus ideas. No podía delatarse en su primer viaje fuera del bastión—. ¿Podríais decirme cómo se llama este mu...ejem, esta ciudad?

—¡Claro que sí!

—¡Estás en la ciudad más maravillosa de todas!

—¡La Ciudad de la Navidad!

[Tidus Cloud]

— ¡Bienvenido a Ciudad de Navidad! En este mundo preparamos la llegada de la Navidad durante todo el año.

Billy lo llevó a través del pueblo procurando enseñarle todo el pueblo a la vez que acompañaba la visita con sus propias explicaciones. Sin embargo, hubo un comentario del niño que le sorprendió bastante.

— ¿Mundo? —preguntó Bavol un poco atónito, cómo era posible que aquel niño supiera esas cosas.

— ¿No eres un portador de la Llave Espada? ¿No sabes que hay otros mundos? Si eso lo sabe hasta nuestro jefe.

Bavol se quedó perplejo ante las afirmaciones del pequeño niño. Era la primera vez que iba a un lugar en el que los habitantes conocían la existencia de otros mundos, a excepción de Tierra de Partida. Lo más curioso es que Billy estaba mencionando constantemente a un tipo que sabía bastante sobre todo aquello. Se preguntó si había acabado en otro mundo lleno de Aprendices de la Llave Espada y si su jefe sería un Maestro como Ronin o Kazuki.

— ¿Quién es tu jefe, Billy?

— ¿Qué quién es mi jefe? ¡El hombre más generoso y maravilloso del mundo: Santa Claus!

— ¿Santa Claus?

— ¡Santa Claus! ¡Ya sabes: Santa Claus, Papá Noel, Don Nicolás, hombre mayor con sobrepeso y minas de carbón!

— ¡¿Estamos en el mundo de Papá Noel?! ¡¿El hombre que reparte regalos a todos lo niños en Navidad?!

Bavol no se podía creer lo que estaba escuchando. Papá Noel era uno de los hombres más buenos de los que había escuchado hablar en toda su vida. Se dedicaba a repartir regalos a todos los niños que se habían portado bien independientemente de si eran ricos o pobres, aunque la verdad es que varios años sus regalos habían dejado bastante que desear en comparación con los de los demás parisinos. Si lo pensaba bien, si Papá Noel era capaz de viajar de un mundo a otro tenía que ser un Portador de la Llave Espada… No lo dudó un instante más, tenía que hablar con él personalmente. Aunque antes de que dijera nada, Billy ya le respondió a sus deseos.

— Si seguimos andando, llegaremos a su taller.

***

— ¡Y este es el taller de nuestro gran jefe: Santa Claus! ¡Aquí se crean todos los regalos que se repartirán a los niños buenos! ¡Y para eso Santa utiliza su mágico trineo para viajar entre mundos y transportar felicidad!

— ¡¿En serio?!

— ¡Claro que sí! Pero no están permitidas las visitas de forasteros.

No se podía creer lo que le estaba diciendo. Llevaba toda su vida oyendo hablar sobre Papá Noel cada Navidad y ahora tenía su casa justo delante. ¡Y le estaba diciendo que no podía hablar con él ni un solo momentito rápido!

— ¡Espera, Billy! ¡Quiero hablar con Papá Noel! Hay unos cuantos regalos sobre los que me gustaría hablarle.

— Eh… sí…ya. Pero el jefe está un poco ocupado estos días. —le respondió Billy mientras se rascaba la cabeza—. Le diré a Santa que te has pasado por aquí. ¡Sigamos la visita!

Con una fuerza mayor de la que cabía esperar en un niño de su altura, Billy agarró por el brazo a Bavol y lo arrastró lejos del taller. El gitano intentó resistirse, alargando su brazo intentando agarrar el pomo de la puerta; no obstante, fue inútil. Observó impotente cómo poco a poco lo alejaban del taller y de sus oportunidades de hablar con Papá Noel.

— ¡Ey, mira! ¡Son mis amigos Irving y Mandy! —exclamó Billy señalando a unos niños que estaban más adelante.

— ¡Pero yo quiero ver a Papá Noel!

— ¡Y parece que también están acompañados! ¿Un amigo tuyo, Bavol?

Bavol alzó la vista ante el comentario de Billy. Se preguntó si podía tratarse de otro Aprendiz de la Llave Espada que estuviera visitando el mundo también ese mismo día. Observó junto a dos niños de puntiagudas orejas y vestido como Billy a un joven algo más alto que él, de cabellos rubios y vestido con ropajes negros. No sabía si se trataba de un nativo del mundo o de un visitante, pero de lo que estaba seguro es de no haberlo visto en Tierra de Partida, aunque tenía que reconocer que aquel mundo estaba lleno de aprendices.

— ¡Irving! ¡Mandy! ¡¿Quién es este visitante?! —preguntó Billy con su característica voz chillona.

[Astro]

—¿Qué...?

Ban parpadeó incrédulo, mientras los dos canijos reían entre ellos. ¿La Ciudad de la Navidad? Bueno, la decoración era muy acorde al tema, pero la idea era bastante absurda.

—¿La Ciudad de la Navidad? —repitió Ban, soltando un par de risas— Sí, ya. Y vosotros sois los elfos ayudantes de Santa Claus, ¿no?

—¡Pues sí! ¡Somos elfos!

—¡Y ayudamos mucho a nuestro jefe!

—¿Vuestro jefe...?

—¡Papá Noel! —respondieron los dos al unísono.

—Já. No me coláis. Papa Noel no exi...

—¡Irving! ¡Mandy! ¡¿Quién es este visitante?!

Una voz chillona interrumpió al aprendiz: un nuevo pequeñajo de orejas puntigudas y nariz rechoncha había aparecido detrás de ellos, arrastrando a otro niño junto a él. El niño, a diferencia de los demás que jugaban por la plaza, era de estatura y apariencia normal. Pelo negro, piel morena, y aunque era un poco bajito no se podía comparar con los demás.

Ban arqueó una ceja, mirando al chico con curiosidad. ¿De dónde salía uno de estatura "normal"?

—¡Hola, Billy!

—Acabamos de conocerlo, ¡ni siquiera sabemos su nombre!

—¡Igual es un portador de esos!

—¿Pero será de allí o de allá?

—¡Si es de allá seguro que está en la lista de niños malos, jijiji!

—¡De los muy malos, jijiji!

—EJEM.

Ban volvió a fingir una tos, esta vez más fuerte, para captar una vez más la atención de los dos canijos. Canijos que, por cierto, cada vez le ponían más de los nervios. Y encima ahora aparecía otro más...

—Mi nombre es Ban —anunció el rubio, frotándose los brazos para combatir el frío—. Y eso de...portador...¿a qué os referís?

Ban tenía una ligera sospecha de a qué se estaban refiriendo, pero además de ser bastante improbable no quería anticiparse. Aunque lo de "allí" y "allá"...

—¡De la llave espada!

—¡Sí, esos que viajan por los mundos peleando contra los sincorazón!

—¡¿C-c-cómo sabéis vosotros eso?! —balbuceó Ban, bastante sorprendido.

—¡Es nuestro trabajo!

—¡Repartimos juguetes por todos los mundos!

—Y dale, si vosotros lo decís... —gruñó el chico, que seguía convencido de que le estaban tomando el pelo—. Y bueno, sí. Soy un portador.

Ya que estaban, no tenía sentido seguir fingiendo. Además, seguro que así le tratarían con respeto.

—¡Chachi, hace mucho que no veía a uno!

—¡Ven a jugar con nosotros! ¡Vamos!

Casi sin que se diera cuenta, Irving y Mandy agarraron a Ban, uno de cada brazo, y le arrastraron con una fuerza sobrehumana hacia el centro de la plaza donde jugaban los demás.

—¡E-esperad, demonios!

—¡Billy, tú y tu amiguito también, venga!

[Soul Artist]

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—¡Al ladrón! ¡Al ladrón!

Al llegar a la plaza de la ciudad los jóvenes no pudieron ignorar los gritos de un gnomo. El pequeño salió de la casa persiguiendo a una bola de pelo verde que cargaba con una bolsa tan grande como él, llena de juguetes y otros cachivaches.

Pero en realidad se trataba de un disfraz. Tras todo aquel pelo verde, Bavol y Ban pudieron apreciar una enorme y sonrosada nariz que revelaba la identidad del pequeño monstruo. Tenía engañados a los demás habitantes del mundo, pero a ellos, a menos que resultaran muy inocentes, no.

—¡Es el Grinch! ¡Está robando la Navidad!

—¡Kupopó! ¡Apartaos de mi camino si no queréis que os robe a vosotros también!

El moguri disfrazado iba directo hacia ellos corriendo a gran velocidad. A aquel paso, les arrollaría y dejaría para el desguace.

[Astro]

Irving y Mandy apenas habían dado dos pasos arrastrando a Ban cuando un grito hizo que se detuviesen en seco. De la casa principal habían salido dos figuras corriendo: un pequeño elfo perseguía a una especie de bola de pelo verde, que llevaba a volandas una bolsa enorme llena de juguetes y trastos similares.

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—¡Es el Grinch! ¡Está robando la Navidad!

—¿Qué...?

Mandy e Irving, asustados, echaron a correr soltando los brazos del sorprendido Ban, quien miraba atónito la escena. Habían llamado a esa cosa "el Grinch", pero si se agudizaba un poco la vista se podía ver perfectamente que se trataba de uno de esos odiosos moguris.

—¡Kupopó! ¡Apartaos de mi camino si no queréis que os robe a vosotros también!

El gato gordo disfrazado iba lanzado hacia ellos, y a gran velocidad. Ban no tuvo mucho tiempo para pensarlo, y se dejó llevar por el instinto, por el mal humor que le habían puesto los elfos, y por todo el odio que tenía por aquella irritante raza.

Invocó su llave espada y arremetió contra el moguri con su mejor ataque.

—¡Y una mierda! ¡Golpe temporal!

El filo de la llave, cargado de energía temporal, chocó contra el moguri.

[Tidus Cloud]

Billy consiguió finalmente arrastrarle hasta sus dos amigos y aquel extraño chaval. Tal y como había revelado Billy, Irving y Mandy también conocían el secreto de la existencia de otros mundos y de los portadores de la Llave Espada. Sin embargo, lo más curioso era que el joven (Ban había dicho que se llamaba) se había delatado como portador.

Justo cuando iba a decirle algo al respecto, Irving y Mandy arrastraron a Ban hacia el centro de la plaza al igual que había hecho con él Billy.

—¡E-esperad, demonios!

—¡Billy, tú y tu amiguito también, venga!

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— ¡Al ladrón! ¡Al ladrón! —gritó de pronto una voz.

Otro de aquellos pequeños niños de puntiagudas orejas apareció de dentro de la casa persiguiendo a un extraño ser verde que cargaba con una gran bolsa llena de juguetes.

—¡Es el Grinch! ¡Está robando la Navidad!

—¿Qué...?

Bavol había creído lo que gritaba aquel niño si no fuera porque observó la gran nariz roja y redonda de aquella criatura verde. Se trataba sin duda alguna de un moguri, pero qué hacía uno de ellos tan lejos de casa. El gitano decidió que dejaría las preguntas para después, ahora tenía que detener al malhechor.

— ¡Moguri, detente!

—¡Kupopó! ¡Apartaos de mi camino si no queréis que os robe a vosotros también!

Billy, Mandy e Irving se apartaron de en medio y corrieron hasta alguna zona un poco más segura. Por su parte, confirmando lo que había dicho, Ban invocó una Llave Espada y se lanzó contra el moguri.

—¡Y una mierda! ¡Golpe temporal!

Quizás no era el método más delicado de actuar, pero tenían que detener a aquel ladrón fuera moguri o no. Si el golpe del otro Portador no había resultado suficiente, Bavol decidió ayudarle. Invocó también su Llave Espada y apuntando contra el moguri conjuró:

— ¡Hielo!

Esperó que aquellos dos golpes fueran más que suficientes.

[Soul Artist]

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Dos ataques fueron más que suficientes para detener el avance del moguri. El cuerpo de este se echó atrás un par de metros y la bolsa quedó frente a él, mostrando su contenido: juguetes y caramelos. Claramente, todo aquello robado, tal y como había señalado el elfo.

—¡Kupóooo! ¡Sois tontos!

La nada adorable criatura echó al vuelo y se colocó sobre la bolsa, dirigiendo su mirada hacia los dos aprendices. Ahora que Bavol podía verle más de cerca, reconocería que se trataba de una de las criaturas que supuestamente se habían perdido durante sus vacaciones: su líder, Mog, andaba bastante preocupado por ello. ¡Y allí estaba uno de ellos, robando juguetes como un vulgar ladrón!

—¡Apartaos de mi camino! Si lo hacéis —los ojos de la criatura brillaron mientras sacaba de la bolsa dos regalos envueltos con un contenido misterioso— no dudéis en que os lo recompensaré...

[Tidus Cloud]

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El moguri fue derribado con la combinación de los ataques de los dos portadores de la Llave Espada. Al golpearlo, soltó la bolsa y Bavol pudo observar que estaba llena de juguetes. ¡Le había estado robando a Papá Noel! Era cierto que no siempre le había traído los regalos que se merecía, pero de ahí a pretender robarle a uno de los hombres más buenos del universo.

—¡Kupóooo! ¡Sois tontos! —exclamó la criatura colocándose encima de la bolsa.

— ¡Eres un ladrón! ¡¿No te da vergüenza robarle a Papá Noel?! ¡Debería darte un buen castigo! —exclamó enfadado acercándose a aquel ser verde.

Al tenerlo tan de cerca pudo confirmar que se trataba indudablemente de un moguri. Ahora que lo pensaba bien, había oído hablar algo en Tierra de Partida sobre que algunos moguris no habían regresado de un viaje. Quizás este ladrón se trataba de uno de ellos, de ser así tenía que mandarlo de vuelta a casa y que allí recibiera su castigo.

—¡Apartados de mi camino! Si lo hacéis no dudéis en que os lo recompensaré...

Bavol no estaba dispuesto a escuchar semejantes chantajes, no iba a aceptar nada que hubiese sido robado a Papá Noel. Y si realmente quisiera un regalo, siempre podía pedírselo a Papá Noel o algunos de sus Maestros después de este gran logro. La verdad es que no era su estilo, pero colocó amenazantemente su Llave Espada muy cerca del moguri, tenía que intentar intimidarle un poco.

— No cuela. ¿Vienes de Tierra de Partida, verdad? Lo mejor será que vuelvas a casa por las buenas o por las malas. —se acercó más al moguri y le susurró—. Y como acabas de ver, mi compañero no tiene mucho tacto, seguro que está deseando tener un nuevo muñeco de prácticas.

Estaba un poco nervioso, no estaba acostumbrado a hacer estas cosas y esperaba que por aquellas amenazas al moguri ladrón no fueran a meterle en la lista de los niños malos, al fin y al cabo estaba intentando hacer lo correcto.

[Astro]

El moguri ladrón no sólo chocó con el ataque de Ban, sino que también recibió un ataque mágico por parte del niño de estatura normal que había aparecido antes. El "Grinch" cayó al suelo un par de metros atrás, con la bolsa frente a él y con varios juguetes y dulces desparramados por el suelo.

—¡Kupóooo! ¡Sois tontos! —protestó el agredido.

—¡Eres un ladrón! ¡¿No te da vergüenza robarle a Papá Noel?! ¡Debería darte un buen castigo! —le recriminó el niño, acercándose a él.

Niño que, por cierto, también portaba una llave espada. Otro aprendiz en la ciudad, pero...¿aliado o enemigo?

El gordinflón verde se abalanzó sobre la bolsa de objetos robados, mirando desafiante a los dos chicos. Ban no pudo evitar soltar una risa: parecía un gato, verde y gordo, defendiendo su comida. Solo le faltaba que empezase a bufar.

—¡Apartaos de mi camino! Si lo hacéis —el ladronzuelo sacó dos regalos de la bolsa y se los ofreció a sus agresores— no dudéis en que os lo recompensaré...

—Pfff, no me hagas reír.

Ban soltó un bufido de desprecio. Él era un Oswald, y no necesitaba que nadie le ofreciera nada. Y mucho menos un moguri cleptómano.

—No cuela. ¿Vienes de Tierra de Partida, verdad? —Ban arqueó una ceja, mirando con todavía más interés al pequeño. Su duda había sido resuelta: era de Tierra de Partida— Lo mejor será que vuelvas a casa por las buenas o por las malas.

El niño se acercó aún más al moguri y le susurró algo en el oído que Ban no llegó a oír, pero por cómo movía su llave espada parecía estar intentando intimidar al gordinflón. Era una escena un poco extraña: ver a un niño amenazar a un gato mutante con una llave gigante, y Ban no pudo evitar soltar un par de carcajadas.

—Tú, gordete cleptómano —el pequeño Oswald se acercó a los otros dos, apuntando con su arma al ladronzuelo—. No tengo ni idea de qué haces aquí robando, ni tampoco me importa, pero has tenido muy mala suerte: odio a los moguris. Y TÚ has intentado atropellarme.

»Así que te sugiero que me pidas perdón de rodillas y te largues, o cumpliré un deseo que tengo desde que os conocí: ver qué les pasa a los moguris cuando se les mete en un horno encendido — Ban le arreó una patada al saco de juguetes.

Con los moguris del bastión no podía pasarse, pero con éste podría hacer lo que quisiera.

[Soul Artist]

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Bavol fue claro: el moguri debía regresar a Tierra de Partida. Sin embargo, Ban fue más violento con él, obligándole a pedir clemencia o volver con el rabo entre las piernas a su hogar. Y aquello no le hizo mucha gracia a la criatura disfrazada.

Rápido como un rayo, el moguri se abalanzó sobre Oswald tras escuchar su amenaza y clavó sus dientes en su brazo, mordiéndole con fuerza. Por mucho que se agitara y protestara, el pequeño no pensaba soltarse de él: y cuanto más intentara soltarle Ban, más presión ejercería con su mandíbula.

—¡Discúlpate a Mogrey, kupó! —obligó el pequeñajo machacándole el brazo con más fuerza; aquello dejaría marca—. ¡O él te meterá en un horno a ti para comerte!

Aunque no le hacía falta un horno: ya se estaba comiendo a Oswald sin él.

[Astro]

La actitud de Ban no fue la más acertada ni de lejos. En lugar de asustarse, el moguri se lanzó a por el chico rubio enganchándose a su brazo con un fuerte mordisco.

—¡¡AAAHHHH!! ¡¡SUELTA, BICHO!!

Ban agitó el brazo todo lo fuerte que pudo y en todas las direcciones posibles, pero el maldito gordinflón se negaba a soltarle. Para ser tan pequeño y gordo, el moguri tenía una fuerza en su mandíbula increíble. De hecho, cuanto más se movía Ban, más apretaba el otro.

—¡Discúlpate a Mogrey, kupó! —demandó el ladronzuelo, haciendo todavía más fuerza—. ¡O él te meterá en un horno a ti para comerte!

—¡¡QUE ME SUELTES, DEMONIOS!! —protestó el rubio, de cuyos ojos empezaban a salir lágrimas por el dolor.

Ban no iba a disculparse tan fácilmente, y mucho menos sin pelear. En un intento casi desesperado de salvar su brazo, el chico utilizó el mango de su llave espada para golpear repetidas veces la cabeza del moguri.

Ojalá aquel gordinflón no tenga la rabia.

[Tidus Cloud]

Hacer que el moguri regresase a casa iba a ser más difícil de lo que inicialmente pensaba, sobre todo por culpa de la agresiva actitud de su compañero. El moguri, pese a acabar de haber sido derribado, se lanzó contra Ban y le mordió con bastante fuerza a la vez que le exigía:

—¡Discúlpate a Mogrey, kupó!¡O él te meterá en un horno a ti para comerte!

—¡¡QUE ME SUELTES, DEMONIOS!!

Ban comenzó a golpear al moguri con la Llave Espada en la cabeza intentando que se soltara y se librara de ese doloroso agarre. El moguri había pedido una disculpa y quizás con eso fuera suficiente, pero también era cierto que acababa de robarle a Papá Noel y no se merecía en absoluto unas disculpas. Puede que su solución se encontrase a medio camino.

— ¡Por favor, suelte a mi compañero! —no estaba seguro todavía si podía llamar a Ban así—. Le pedimos perdón si nos hemos pasado, pero vuelva a Tierra de Partida, por favor.

Bavol le apuntó con la Llave Espada, aunque no paraba de temblar debido a los nervios.

— No quiero hacerle daño, pero lo haré si no me deja más remedio. Y si no quiere venir conmigo, avisaré al Maestro Ronin para que venga a buscarle personalmente. Y no creo que sea tan amable, ¿verdad?