por Miké » Dom Sep 05, 2010 10:59 pm
Capítulo 1: Caso Gula.
Instituto San Valero. Era un caos total. La educación española cayó en picado. Los estudiantes paseaban por los pasillos, charlaban entre ellos, mientras los más empollones, y, por qué negarlo, los pringados, se quedaban en la clase estudiando.
Pero, aquel instituto no era el único, eso era lo lamentable.
Cada estudiante guardaba en su bolsillo y/o mochila un cuchillo, machete, navaja, etc. Y si, un profesor se les acercaba en todo amenazante, cuchillazo en la pierna o en el brazo.
Y nadie hacía nada para pararlo.
Absolutamente nadie.
Los profesores, desprotegidos y desesperados. Los estudiantes, “gobernando el instituto”.
Y estaban divididos en clases sociales: los atletas, las animadoras, los normales y los empollones. Pero, dentro del apartado “normales”, estaban Enrique y Miguel. Eran una pareja de amigos que no tenían nada que ver.
Enrique, más bien conocido como Quique, era un chico de estatura un poco más baja de la estatura media. Era rubio, con el pelo corto y al final, rastas. Sus ojos eran azul verdosos. Solía llevar ropas anchas, una camiseta de manga corta, simple y ancha, unos vaqueros que medían más que sus piernas y que iba arrastrando por el suelo, y unas deportivas blancas y verdes de J’hayber. Es decir, un estilo rapero.
Y Miguel, era un tipo alto, moreno y pelo algo rizado. Ojos marrones, parecido a la Coca~Cola, o, sinceramente, parecido al color de una mierd... ¿Vale? Solía llevar camisetas de manga corta anchas y negras. Con algún dibuje de alguna calavera, o la Muerte, o algo por el estilo. Siempre llevaba vaqueros. Además, solía llevar uno vaqueros más largos que sus piernas y que, poco a poco, fue desgastando la parte de debajo de aquellos pantalones. Sus bolsillos eran bastante grandes, perfectos para robar sin que se enteren. Y la cartera la llevaba en el bolsillo izquierdo del pantalón, donde enganchó una cadena desde la cartera hasta una hebilla del pantalón. Y llevaba unas deportivas que le encantaban. Eran blancas y anchas. Bastantes cómodas. Y, en la parte que da al exterior, llevaba un dibujo de una calavera, verdaderamente, muy buena. Tenía un estilo más Heavy.
Paseaban por el instituto tan tranquilamente, como si el problema de educación no les fuera.
Se comportaban semejantes a los políticos.
Mientras en el instituto se montaba el caos, los profesores se reunieron en una sala secreta en la enfermería y que se accedía mediante las ondas wifi que podías mandar poniendo una contraseña en una página web por el móvil.
La sala era bastante grande. Con una puerta de madrera normal, y una gran mesa con 12 sillas. Todas ocupadas.
El director se situaba en un sillón bastante cómodo, y tenía una vista de todos los profesores.
-Hay que hacer algo...-siguió el director-si los políticos se limpian las manos, lo tenemos que hacer algo.
-Es verdad que la educación española ha bajado en picado-comenzó el profesor de Ciencias Sociales-pero, no podemos hacer nada, no tenemos el poder suficiente. Si tocamos a un alumno, nos encierran en el calabozo.
-¡Algo se podrá hacer!-dijo el de Religión, pegando un golpe en la mesa-Dios nos podrá dar una ayuda...
-¡Tranquilos!-gritó el director, controlando la reunión- algo se puede hacer...
“¿El qué?” se preguntaron inmediatamente todos los presentes en esa sala.
-Huelga de profesores-aclaró el director, finalmente.
-¿Huelga de profesores?-comenzó de nuevo el de Religión-¡estás loco! ¡Dios no te pudo dar esa idea!
-¿Y el alumn...?-comenzó a preguntar la profesora de Inglés, hasta que una mirada del director cayó a todos.
Esa mirada era intrigante. Con sólo mirarla sabías en lo que estaba pensando en ese momento.
Y, salieron del instituto vestidos con una capa negra abrochada con una cremallera, y una capucha, del mismo color, que tapaban la mayor parte de sus caras.
Iban caminando cabizbajos, mirando al suelo para tapar la mayor parte de sus caras y no chocarse ni tropezarse.
Mientras éstos iban con sus capas estilo organización mafiosa, la comisaría de la ciudad estaba trabajando a tope.
Habían pasado dos semanas desde el caso “Gula”. Habían prohibido retomar el caso, por los daños que podría causar, pero, la gente no se iba a quedar así como así. La gente quería la verdad.
E iban a conseguirla.
Fernando Morante. ¿Os suena aquel apellido?
Hermano del fallecido Francisco Morante.
Se había metido a policía tras el asesinato de su hermano para retomar el caso “Gula”.
Él era un hombre de 19 años. Se lleva 13 meses de diferencia con su hermano menor. Lleva el pelo castaño y muy alborotado. Parece que no se ha peinado en 5 años. Era bastante alto y delgado. Llevaba unas gafas de pasta fina negra. Era un chico bromista y alegre, al igual que su hermano. Pero siente una gran curiosidad por las cosas, y hace todo lo posible por esas cosas. Puede llegar a ser bastante valiente.
Estaba absolutamente sólo en la comisaría. Sin ningún apoyo.
Era, un “pringao” de Practicas.
Pero era bastante inteligente. Y tenía un plan sobre su mente.
Se acercó hacia el despacho del comisario y llamó a su puerta.
-Pase-dio permiso a Fernando sin inmutarse un pelo.
Y éste suspiró y entró.
Y tuvo su golpe de suerte, todo salió según lo planeado.
Hackeó la página de Correos y vio que un paquete correspondía al nombre del comisario. Y, si tenía tanta seguridad, sólo podía significar una cosa, algo malo pasaba.
Fernando cogió aire para empezar su historia, pero llamaron a la puerta.
-Abre-volvió a dar permiso el comisario.
Y por la puerta entró un repartidor bastante joven, de unos 20 años, con un paquete sujeto por sus dos manos.
El hombre se levantó de su silla y se acercó al joven.
-Firme aquí, por favor-le dijo el chico señalando un lugar del paquete.
Y le dio un boli. El hombre lo cogió enseguida.
-Claro-contestó, a la vez que firmaba.
Al terminar le dio el boli de nuevo con prisa y cogió el paquete.
El chico volvió por donde había venido.
Fernando se echó dos pasos atrás, para esconderse un poco.
Y el comisario abrió el paquete rápidamente. Había solamente un trozo de papel.
-¿Qué coñ...?-se preguntó el hombre.
Pero, sin dudarlo, lo cogió y lo leyó:
Querido Comisario:
No pensamos usar el sarcasmo, así que iremos bastante deprisa. Nuestra banda no quiere a “Gula” circulando por nuestras calles, ya que causa demasiado terror entre la gente.
Nuestra solución, hemos colocado bombas estratégicamente en puntos de Zaragoza. El propósito es sembrar nosotros más caos, y, ya de paso, si cae “Gula”, mejor.
Si quieres eliminar las bombas, debes saber que forman un triángulo invertido. Y, en el centro, se encuentra El Pilar. Si una bomba, la colocada a más mala leche, explota, media plaza se irá al garete.
Y la cuenta atrás comienza...
Suerte:
Apocalipsys.
Y, el hombre no podía reaccionar. Una cuenta atrás se había activado, y, sabía perfectamente que “Apocalipsys” no iba a dejar mucho tiempo.
Salió corriendo del despacho y de la comisaría.
Y Fernando tuvo vía libre.
Se sentó en el sillón del ricachón, y abrió los cajones del escritorio.
En el primero había carpetas y papeles. Podría haber algo del caso de su hermano.
Empezó a mirar los títulos de la carpeta. Ninguna contenía la palabra “Gula”. Y los volvió a guardar en su cajón totalmente ordenados.
En el segundo cajón, CD’s.
“Si hay CD’s, debe haber un ordenador”-pensó.
Uno de sobremesa imposible, se vería a simple vista la pantalla, el teclado y la torre. Debía ser un portátil.
Y, cuando miró al suelo, vio un portátil encendido liado entre unos cables.
Subió el portátil hasta la mesa y lo abrió. Directamente salió el escritorio.
-Muy descuidado por tu parte, jefe...-dijo hacia sí mismo Fernando.
Entró en “Búsqueda” y buscó con la palabra clave: “Gula”. Salió un solo resultado. Entró en él, pero pedía una contraseña.
Y él no la tenía.
Al fin y al cabo, el tío no era tan tonto.
Y, mientras Fernando seguía con su búsqueda, los profesores seguían a su tema.
El caso, jodernos.
Éstos se pararon justo enfrente de la puerta principal del Ayuntamiento. El director se acercó a ella, donde se situaba un guarda de seguridad taponando la puerta.
-Necesitamos hablar urgentemente con el Alcalde-dijo el hombre.
-Lo siento mucho, señor, pero debe pedir cita especial antes-le contestó el policía.
El hombre agachó la cabeza decepcionado.
-Va...vale...-dijo, finalmente, mientras se daba media vuelta y volvía por donde había ido.
Pero eso sí, no se iban a rendir fácilmente.
Con el director en cabeza, entraron a las oficinas de la planta baja y subieron a las de la planta alta.
La gente flipaba con la ropa que llevaban. Parecían una banda terrorista peligrosa.
En el segundo piso, cruzaron las oficinas rápidamente y se colocaron en un gran pasillo. Al final a la izquierda, la sala de reuniones.
Cruzaron el pasillo y el director puso la oreja en la puerta.
-¡No pienso permitir que inviertas productos nucleares peligrosos a mi río!-gritó el Alcalde, dentro de la sala.
-Tampoco son tan peligrosos-alzó la voz un hombre, propietario de una planta nuclear, al parecer.
-Como si son inofensivos... son productos nucleares. Mi río no se va a ensuciar por tu culpa-contestó el Alcalde.
-¿De cuánto dinero estamos hablando?-comenzó a sobornar el cabrón.
-No pienso aceptar tu soborno...-respondió el Alcalde.
-Eres un alcalde fiel, al parecer. Pero en el fondo sé que quieres un buen fajo de billetes-volvió a persuadirle.
-¡Que no lo pienso aceptar, cojones!-gritó el Alcalde, enfurecido, mientras le daba un golpe contra la mesa.
-¿Diez millones?-preguntó el hombre, insistiendo, pero, ahora el Alcalde se había callado y su cara había cambiado totalmente-me parece que ya hablo su idioma.
-¿Sigues insistiendo?-preguntó el Alcalde.
-¿Aún quieres más?-le contestó con otra pregunta.
Y la cara del “amado” Alcalde cambió. Estaba dudoso: coger el dinero o no. Todos sus problemas habían desaparecido, pero, si no cogía el dinero, iban a resurgir y, si lo cogía, la vida sería más fácil.
Creo que no hace falta decir lo que decidió.
Y cerraron el pacto dándose la mano.
-Me encanta hacer tratos con usted-le dijo finalmente el dueño de la Planta Nuclear.
Y separaron las manos tras decir eso, el hombre dueño cogió su maletín y lo puso encima de la mesa. Después salió de la habitación, sin echar cuenta a los profesores que se encontraban al lado de la puerta.
Habían oído todo. Absolutamente todo.
Pero no se iban a parar impresionados por la conversación escuchada.
Iban a actuar.
Y entraron a la sala.
El Alcalde, sorprendido, cerró el maletín rápidamente y se giró hacia el grupo.
-¿Qué queréis?-preguntó, asustado.
Se le veía en los ojos. Estaba cagado.
-Estamos hartos de que los críos nos tomen por el pito del sereno-comenzó el director del instituto.
Y el miedo de sus ojos desapareció. Soltó una minúscula risa sarcástica y siguió:
-¿Piensan negociar conmigo algo que le incumbe al Gobierno?
-No-contestó el profesor de Sociales-pensamos negociar contigo algo que incumbe a Zaragoza, y que, tú, como Alcalde de Zaragoza que eres, debes arreglarlo. ¡Ni siquiera los padres quieren la tan mala educación que podemos dar a los niños!
-Yo no puedo hacer nada-se lavó las manos-para cambiar la educación hace falta cambiar las leyes... por mucho que yo gobierne Zaragoza, yo no puedo cambiarlas por un capricho de unos profesores cabreados.
-¿No puedes, o no quieres?-le preguntó el director.
Pero el señor no habló. Cerró su boca. No sabía que decir.
Las gotas de sudores empezaron a caer desde su frente.
-Entiendo...-dijo, finalmente el director de San Valero, tras cinco minutos de silencio.
-Has perdido todo nuestro respeto-dijo la profesora de Lengua y Literatura.
-Y no sólo el nuestro, el de Dios también-dijo, finalizando la conversación, el de Religión.
Y aquel grupo se fue lentamente, cabizbajo.
En cuanto la última persona dejó de pisar el suelo de aquella sala, el tío no cerró la puerta.
Temblando y sudoroso, cogió el móvil de su bolsillo y marcó la agenda. Marcó el número de alguien llamado “X”, y llamó.
-Puede espantarlos... pero están muy cerca...-dijo, sin dejar que el otro preguntara quién era.
Ya al atardecer, en la comisaría, acababa de llegar el comisario.
Resulta que todo fue una mentira de la banda a saber por qué y lo que estarían planeando.
Pero a Fernando no le interesaba aquel caso, si no el caso “Gula”.
Se encontraba en el ordenador de su mesa, metido en el registro de cuerpos en la sala forense.
-Clara Fernández... Clara...-decía murmurando el nombre de la chica asesinada por el sanguinario asesino.
Pero aquel nombre no salía.
En el buscador de arriba escribió la página del registro de enterrados en el cementerio de Zaragoza.
-Clara Fernández... Clara...-decía murmurando el nombre de la chica asesinada en este misterioso caso.
La diferencia estaba en que ahora sí aparecía el nombre.
-¿Enterraron el cuerpo sin terminar la investigación? ¿En qué estarán pensando?-se preguntó.
Pero la noche llegó y la Luna Llena acechaba.
Una famosa silueta escondía su rostro de nuevo por la contraluz.
Una mujer de unos 18 años. Morena. Pelo rizado. Con un vestido largo de fiesta. Llevaba unos tacones negros como el azabache.
Y la sombra comenzó a seguirla a unos pocos metros de diferencia.
La mujer se dio cuenta de la presencia y comenzó a aligerar el paso. Pero la sombra siguió amentando el paso.
Y la mujer paró de repente.
-¿Gula?-murmuró la joven.
Y su pecho explotó brutalmente tras oírse un disparo.
La sangre salpicó todo el suelo y el cadáver calló al suelo desplomado. El ruido fue estremecedor.
No había ni un alma en la calle. “Gula” podía explayarse.
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Siento la tardanza, he tenido unos imprevistos y sólo me he podido conectar ahora, por lo que aprovecho para colgar el capítulo. Bastantes días me ocurrirá esto, pero, intentaré que sean los mínimos.
Sólo decir que, lo del nombre, siempre que me conectaba iba con prisa y no me fijé. Y que este capítulo se basa de descripción simple. Excepto en los personajes, que se 8usa descripción detallada.
Y, Roxas!!, no recibí tu MP.
-->Una firma de mi dios, by
YoKazu
--->Vany Vanitas~~ (?)
---->xXRIKUXx
-->Me da igual que me regales firmas, no cenas~~
-->Mi Mentos me mima~~(?)
--->Cajita Heavy :D
Entra, es genial ;)