Como es tu propio NPC, sí, se te permite controlar al dueño de la tienda. No te preocupes por eso~~
—
Ya estoy listo, Rebecca —manifestó Naxid, con una enorme sonrisa, mientras se paraba al lado de su nueva Maestra. Advirtió que ella se hallaba mirando el cielo de manera distraída, así que decidió acompañarla por unos segundos.
La bóveda celeste sobre Ciudad de Paso brillaba con incontables granos de luz. Cada uno de ellos, un mundo... un mundo que Naxid, con suerte, podría visitar algún día. Su vida estaba a punto de cambiar por completo...
Rebecca notó su presencia y se sobresaltó un poco. Cuando vio que se trataba de él, sin embargo, dejó salir un gran suspiro y luego le dedicó otra sonrisa. Una de
esas sonrisas.
—Entonces... si estás... emm... listo... —comenzó la joven, sin preguntarle a dónde había ido ni con quién había hablado. Naxid supuso que Rebecca comprendía la privacidad de una despedida, especialmente si se trataba de dejar
el mundo por un periodo indefinido de tiempo. Después de todo, tuvo que haberlo vivido alguna vez.
De pronto, la Maestra le tendió un aro de metal, compuesto por varias placas unidas. Cuando Naxid la miró sin comprender, ella procedió a explicar:
—
Es tu... umm... tu armadura —sonrió la joven. Aparentemente, le divertía la idea de que la magia hiciera posible meter un equipo tan voluminoso como una armadura en un delgado accesorio de metal—.
Te lo, emm... pones donde quieras y... y... umm...Rebecca se encogió de hombros y, aparentemente decidiendo que una demostración sería más apropiada, se llevó la mano al cuello, donde llevaba un aro parecido, y presionó lo que parecía un botón. Al instante, un destello de luz la envolvió como un manto y, cuando desapareció, una armadura la recubría por completo. Estilizadas placas de metal plateadas, grises y moradas se unían en armonía para proteger su cuerpo en su totalidad, acompañadas por un casco de visor negro y una elegante capa blanca.
Luego la joven invocó su Llave-Espada, la cual apareció en un parecido haz de luz. Sin decir nada al respecto, la lanzó alto en el aire, donde un tercer destello la cubrió por completo. Cuando volvió a bajar al suelo, ya no era una Llave, sino un vehículo con los mismos tonos que la armadura en donde la Maestra podía subir.
—¿Por qué no... umm... lo intentas por ti mismo? —preguntó Rebecca, con su voz un poco ahogada por el casco—.
Cuando lo hagas... podremos... erm... si está bien para ti... irnos de una vez.