—El chicle es una golosina, Yang. Se mastica y se saborea, pero no se traga —explicó Simon. No parecía ni enfadado ni sorprendido, como si estuviese acostumbrado a que Aprendices desconocieran objetos impropios a su mundo—.
Y si te aburres, siempre puedes... —de sus labios brotó una pequeña bomba de color rosada, la cual se aseguró de hacer tronar mientras la reventaba.
Mientras la Maestra llegaba, Simon decidió que, como al fin y al cabo iban a entrenar, los Aprendices mostraran sus habilidades mágicas o de combate entre ellos. Era más una exposición que un duelo, pues ninguno de ellos sacó su Llave-Espada en ningún momento. El comerciante les ayudó dándoles algunos consejos, como cómo mantener una posición correcta en un doble-salto o cómo utilizar las afinidades y debilidades del oponente a su favor. Excluyendo sus conocimientos (sin duda extensos para alguien que ni siquiera era un Aprendiz), no mostró ninguna de sus habilidades, aunque por la manera que se había deshecho del dibujo, los Aprendices podían deducir que, por lo menos, algo de magia sabía.
—¡Simon! ¡Estáis aquí temprano! —llamó de pronto una voz femenina desde la entrada del castillo. De tanto jugar con hechizos y otras cosas, a los Aprendices se les había ido poco más de media hora volando. Y ahora, llegando más que puntual, su cita se hallaba cruzando la puerta, tremendamente sorprendida y con Llave-Espada en mano.
Aquella Maestra era bastante joven, aunque no tanto como Lyn (¡ni hablar de Akio!). Tenía una larga cabellera de color oscuro, completamente lisa, que cubría medio rostro y uno de sus ojos color violeta. Llevaba lo que parecía un atuendo escolar, aunque de mangas largas y con medias, incluso con el calor que hacía. Cuando se acercó, sin embargo, los Aprendices descubrieron que aquella chica no cubría su cuerpo por nada: cicatrices recorrían el lado derecho de su cuerpo; cicatrices de quemaduras.
—Umm... —balbuceó la chica cuando llegó a la altura de los Aprendices y les vio allí, acompañados por Simon y dispuestos a entrenar. Apartando siempre la mirada, declaró, dudando cada dos o tres palabras, con una voz bastante suave—:
Soy... Yo soy la Maestra Rebecca y... soy quien los ha convocado para... el entrenamiento. Esto... por lo que veo ya habéis... entrenado magia y combate, así que... umm... ¿por qué no conocimientos?Happy, Zeix, podéis decidir si queréis describir qué hicieron vuestros personajes en esa media hora; o también podéis, como yo, simplemente resumirlo y darlo por hecho. De cualquier manera, en el próximo post empezará el entrenamiento, así que nada de saltos temporales n.n