Un empate. En efecto, los dos jugadores se habían arrebatado bolas de struggle mutuamente, al mismo tiempo. Los gritos del público se acrecentaron, aunque de manera paulatina. Estos aún se hallaban sorprendidos, en parte por la sorpresa que Nad les había dado a todos ellos: era difícil de creer que para para haber dejado el deporte durante tantos años, se manejara en el ring como una profesional, igualando a Light.
—¡Esto es increíble, señoras y señores! ¡¡Estoy que no me lo creo!! ¡Hacía mucho tiempo que no teníamos un claro empate entre dos legendarios luchadores! ¡¡Qué demonios!! ¡Nunca! ¡¡Un aplauso para nuestros campeones de la Villa, sí señor!!
Tras la confirmación del árbitro, el público entero recibió a los dos campeones del combate con un gran y cálido aplauso. Ovacionados por todos sus fans, ambos jugadores se acercaron para estrecharse las manos.
—Eres genial —admitió, estrechando gustosamente la mano de su contendiente. Lo sabía de primera mano, y es que un jugador normal y corriente habría intentado evitar su contraataque a toda costa, inútilmente; y en cambio, ella había tenido la suficiente sangre fría para aprovecharse de su asalto para asestar ese golpe—. Luchemos en otra ocasión.
—Light, gracias. Esa ha sido una jugada muy buena —admitió a su vez Nadhia, sonriente. Sin previo aviso, el hermano de la muchacha se lanzó a abrazarla sin pensarlo. Resultaba normal que se sintiera orgulloso de ella.
—¡Lo sabía, lo sabía! ¡Eres la mejor, hermanita! —exclamó—. Já, te ha hecho morder el polvo!
—Mi más sincera enhorabuena a ambos, muchachos —el conocido árbitro se acercó hasta ellos, felicitandoles por tan gran combate—. Y bien, Nadhia, ¿qué tal te sientes? ¿O debería decir... Nad?
Era obvio. ¿Cómo se iba a sentir al volver a practicar el Struggle, después de tanto tiempo?
—¡Mejor que nunca! —respondió, levantando con energía su bate de Struggle.
—¡Esto hay que celebrarlo Nad! Venga, hoy que estoy generoso y me sobran platines os invito a un helado de sal marina, ¿qué os parece?
—Perfecto —respondió Light al instante. Era bastante frecuente que los combatientes de Struggle salieran a comerse un helado merecido tras sus intensos combates. En su caso, normalmente prefería zamparlo a solas, mientras observaba el crepúsculo desde la torre de la estación.
—Me parece genial, Da-... ¡!
Cuando se pudieron dar cuenta, Nadhia y él se hallaban a sí mismos rodeados por una cuadrilla de críos de todas las edades, deseosos de conseguir sus autógrafos o de unas simples palabras de sus ídolos. Light se agachó para igualarse a sus alturas y charlar con ellos. Escucharía sonriente todas sus comentarios acerca del combate y les contaría los secretos para ser un campeón… o casi todos. Nadhia también pondría de su parte.
—Por cierto, Light, ¿no has ido a ver a tu abuela? —Light se mordió la lengua y maldijo para sí mismo. Realmente, pretendía abandonar Villa Crepúsculo cuanto antes, pero el torneo de Villa Crepúsculo y la invitación de Dan había retrasado su salida. Seguramente se acabaría enterando de que había participado en el combate de exhibición, así que tendría que volver a casa irremediablemente. Su abuela desearía enterarse cuanto antes de los avances de sus entrenamientos de Tierra de Partida— Como se entere de que andas por aquí y no vas a visitarla, te cuelga de los pulgares de los pies.
—Oh, supongo que debería ir a visitar a mi abuela... —comentó con la cabeza gacha. En cierto modo, quería demostrarle a su abuela todas las habilidades que había aprendido en Tierra de Partida, ¿y por qué no? Presumir un poco de ellas y conseguir su aprobación.
—¿Su abuela? —preguntaba Nadhia, dubitativa.
—Nad, tienes que conocerla sí o sí. Es la mujer que se encarga de la tienda de chuches desde hace años —explicó.
Tarde o temprano, Nadhia terminaría reconociendo ese nombre. Después de todos los cuchicheos diarios que se oían a kilómetros, su abuela se tenía que haber ganado algo de fama, a la fuerza.
—¡Oh! ¿Ágatha?
—¡La misma, Nad!
—A veces da un poco de miedo, pero es una mujer muy amable. Seguro que nos invita a unos de esos regalices mágicos —confirmaba con el rostro iluminado, antes de girarse hacia Nadhia—. ¿Los has probado alguna vez? ¡Esos que se alargan y que parece que nunca se acaban! Los sabores cambian como por arte de magia, son mi favoritos.
Nada que su abuela no pudiera hacer. Experta cocinera y maga, podía hacer todo tipo de chucherías; inimitables, por supuesto, parecían sacadas de película. Los mini pasteles explosivos y los chicles que hacían globos gigantes, entre otros, eran de las chucherías más conocidas de la ciudad.
Y no sólo chucherias. También era una cocinera profesional, y por muy bien que cocinara el ilustrísimo chef de Tierra de Partida, Higashizawa, jamás podría competir con una veterana como ella.
—¿Qué os parece? Vamos a visitarla.
En cuanto al menos uno de los hermanos aceptara su sugerencia, le conduciría hasta la tan famosa tienda de chucherías de Villa Crepúsculo. Poco tendrían que andar para llegar hasta su destino: se encontraba en la plazoleta del tranvía la famosa tienda de Ágatha Furier, siempre llamativa por su iluminado cartel, dulce y tentador. Una tienda no muy grande, más semejante a un quiosco.
Extraño. Light juraría que a esa hora se encontraba atendiendo a sus clientes; y habiendo torneo de Struggle de por medio, la clientela, que pasaba por allí para llegar al solar deportivo, no debería ser pequeña precisamente. Curiosamente, en ese momento no se encontraba nadie frente al puesto.
Probablemente ya habían empezado las rondas finales del torneo.
—¿No está la abuela? ¡Abuela! —la llamaba mientras se asomaba a través del mostrador con curiosidad, barajando la posibilidad de que se encontrara oculta, organizando o limpiando el almacén de dulces, seguramente. No había absolutamente nadie allí...
¿Dónde estará?
—¡¡Sincorazón!!
Alarmado, reconocería aquella voz en cualquier parte. Un grito de furia familiar, muy familiar. Ese berrinche tan característico, la agudez del chillido, esa energía liberada... ¿Acaso había sido su abuela la que había acabado de gritar? Había dicho...
¿¡Sincorazón!?
¡No puede ser!
Light rápidamente salió en busca de su abuela, disparado. Si su sentido del oído no le engañaba, su abuela se encontraba en esos precisos momentos en su casa, la cual se encontraba justo delante de la tienda de chucherías, el edificio naranja de dos pisos que los jóvenes alcanzarían dando escasos pasos.
Corrió hacia dicho lugar sin pararse. Seguía sin creerlo... ¿Sincorazón en Villa Crepúsculo?