The Lanes BetweenBastión Hueco. Jamás lo había visto de aquella manera. Desde el exterior, desde el refugio del frío y vacío intersticio; rodeado por aquel peligroso e impenetrable cinturón de Sincorazón y cubierto por su atmósfera de penumbras, invisible pero perceptible ante el corazón. El mundo, previamente prohibido, desde arriba se veía como cualquier otro: un refugio de vida flotando en la inmensidad del espacio.
Pero sabía que era uno de los más peligrosos en el intersticio. Sólo había estado en él una vez y aquello me había bastado para no querer volver nunca más. Y eso que no me había topado con ni un solo Sincorazón; en cambio, me había enfrentado a uno de los antiguos Maestros y la mía propia me había abandonado para apoyar el bando de Bastión Hueco. Sí, más que nada, eran los asuntos sentimentales los que me habían ahuyentado de aquel mundo.
Y eran asuntos sentimentales los que me traían de vuelta…
Diana Thorn… No podía saber si aquello era realmente una buena idea. Intentaba convencerme de que la verdadera razón por la que había acudido allí era para asegurarme de que se hallaba bien. Según las terribles noticias que había recibido en Tierra de Partida (las cuales me hicieron estallar y gritarles tanto a Kazuki como a Ronin), Diana había tenido que volver a su mundo por sí sola, todavía herida por el fatal corte que Seymour le había hecho con una daga.
Pero, en el fondo, tenía algo más que me había llevado hasta allí.La última vez que nos habíamos visto, habíamos decidido… O bueno, ella había decidido que no tenía sentido ocultar el interés que teníamos en el otro y que lo mejor para ambos era, tal vez, ignorar el hecho de que entrenábamos bajo bandos contrarios y empezar a conocernos. A salir. Como... una especie de preámbulo a... bueno, a ser
algo. Digo que la decisión había corrido por su cuenta, pero la verdad era que se había esforzado para darme unos momentos de claridad mientras yo pensaba en mi respuesta. Sin estar hechizado bajo sus encantos, aun así me encontraba bajo mucha presión y tal vez la decisión había sido algo apresurada.
Pero no podía quejarme. No tenía la mente clara todavía… pero no me hacía daño decidirme mientras descubría más y más sobre ella. En realidad, aquello debía ayudarme todavía más. Porque ella me intrigaba. Tenía esta corrupta necesidad de saber más sobre su historia, su origen, su pasado, sus ideales, sus sueños… Todo, absolutamente todo sobre ella.
Sin embargo, y aunque estoy seguro que los he descrito de una manera similar, aquellos sentimientos eran muy diferentes a los que experimentaba con Nadhia. Porque no podía negar que mi afecto por ella superaba cualquier cosa; a tal grado, incluso, que había sido la defensa perfecta contra el poder de Diana en una ocasión. No, a Nadhia la quería; y demasiado, estaba seguro. Y no me arrepentía de lo que acababa de vivir con ella en Villa Crepúsculo.
En realidad, el interés por Diana era casi… mecánico. Como quien desarma un reloj para conocer su funcionamiento o como quien diseca un animal. Quería comprender todo sobre ella porque tenía… sed de conocimiento. Para mí, ella se había convertido en un misterio que valía la pena resolver. Un libro que
necesitaba leer. Una pequeña diosa que tenía que descomponer pieza por pieza.
Nadhia Hoghes me enamoraba; a Diana Thorn necesitaba comprenderla.
Aquellas eran mis dos razones. Saber si se encontraba bien y… aprovechar mi oportunidad de conocerla mucho más.
Doctor Who - Time of the Doctor: New Regeneration CycleY sin embargo… allí me encontraba, volando en amplísimos círculos alrededor del mundo prohibido, sin saber muy bien cuál sería mi próxima acción. Tenía que haberlo pensado mejor, estaba seguro. ¿Ahora cómo pretendía evadir las centenas de Sincorazón que rodeaban el mundo, descender sin ser detectado, pasar por la ciudad abandonada hasta el castillo sin que los Maestros me viesen en su tablero, encontrar a Diana, conversar con ella y volver a recorrer el trayecto de salida?
No... Era de locos. Tierra de Partida gozaba de tan poca seguridad comparada con el antiguo Vergel Radiante. Eso porque los Maestros no temían mantener sus puertas abiertas ante el enemigo, como si supiesen perfectamente que Bastión Hueco no se atrevería a hacer ningún movimiento estúpido.
Por un breve instante, medité por qué no había elegido a Bastión Hueco, con tal de tener la vía libre. Por supuesto, no lo pensé en serio.
Okay... Un plan de locos para un loco. Alejé el Glider un par de millas y observé la alarmante cantidad de Sincorazón que rodeaban la atmósfera, cuestionándome qué los mantenía en aquel sitio. ¿Por qué no se dispersaban? ¿No podían entrar, como lo hacían los Portadores de la Llave-Espada? De cualquier manera, estaba claro que aquella era la mejor línea de defensa que la fortaleza tenía.
Ay, madre. Y yo me disponía a atravesarla.
Aceleré tan rápido como mi transporte podía permitírselo, dejando tras de mí una estela verde brillante. Recorrí el espacio que había puesto entre los Sincorazón y yo en cuestión de segundos, veloz como una flecha surcando el aire. Salí disparado hacia el primer posible hueco que pude encontrar, aunque pronto las bestias se encargaron de bloquear todas mis posibilidades.
Podía hacerlo. Estaba seguro. Tendría que empujarme hasta mis límites y exigirme todavía más que eso, pero podría lograrlo. Debía excederme. De lo contrario, aquellos Sincorazón me rodearían y estaría acabado. Oh, ahora ya no sonaba tan plausible...
El muro de sombras se alzó frente a mí, preparado a detenerme en mi camino. Aceleré todavía más, pero mi Glider ya iba a máxima velocidad. De cualquier manera, no me detuve ni disminuí mi carrera, pues bien sabía que ya no había vuelta atrás.
Mano al frente, para una correcta canalización del flujo de magia. Punto focal visualizado. Cubo de espacio virtual delineado. Intersección de los ejes colocada en el centro del campo visual. Aristas equidistantes en relación a la fóvea.
Y luego un disparo en el momento preciso. El intersticio se arrugó y dobló a mi alrededor, mientras yo me dispersé en millones de retazos de luz verde. En un instante, salté de un sitio a otro completamente nuevo; está vez, más allá del primer grupo de Sincorazón. Luego vino el segundo, al cual evadí de la misma forma. Luego el tercero, y después el cuarto. Cada guiño era más amplio que el anterior, e igualmente más complicado y fatigante. Mi usual límite de
cinco metros quedó olvidado tras varios saltos con los que recorrí varias decenas, al menos.
Era la velocidad. Volaba como un cometa, dejando mi incontinua estela detrás de mí. Y se sentía tan... Fantástico. Y liberador.
Era una maldita estrella fugaz, cayendo a Bastión Hueco. Y era la mejor sensación de mi vida.