—
Yo… y-yo soy… Exuy. ¿Nunca te habló de mi? Vaya… pero si Tsuki y yo éramos muy buenos amigos de él…. Al menos…Durante unos segundos, Fátima se le quedó mirando fijamente, sin que las palabras tuvieran significado alguno para ella.
—
Fátima… este lugar viene de tus recuerdos, tu más que nadie lo sabe. Estás dentro del libro de Exuy… Más bien su corazón.Y con la respuesta a por qué conocía su nombre, la dejó todavía más anonadada.
«
No entiendo nada» pensó, perpleja, bajando la punta de la Llave Espada sin molestarse en volver a adoptar una postura agresiva.
Era demasiada información de golpe. ¿Cómo que se llamaba Exuy? Se pasó una mano por la frente y apartó el flequillo. Lo que aquel joven estaba diciendo era que Exuy usaba un nombre falso. El suyo, para ser más exactos…
Fátima bajó la mirada, confundida. Podía entender que alguien quisiera cambiarse el nombre —como ella misma había hecho— pero, ¿por qué suplantar a otra persona? Y, además, la persona que estaba frente a ella había dicho que era amigo de Exuy y de un tal Tsuki —dedujo que se refería al amigo del que había hablado el chico antes de llegar a la Biblioteca—. Y esperaba que Exuy, no, Vladimir, le hubiera hablado de él…
Estaba claro que estaba suplantando a su amigo.
Al menos, claro, si aquel chico le estaba diciendo la verdad.
—
Tengo que decir que en este lugar puedes saber muchas cosas que puedan permanecer escondidas. Como tu secreto…Fátima pegó un respingo y se le revolvió el estómago, hasta el punto de que la boca se le lleno de bilis. ¿Otra persona más que lo sabía? ¿Es que al final aquello iba a ser como un castillo de cartas, que, una vez se caía una, la seguían en cadena todas las demás?
—
Pero no te preocupes, yo igual guardo los mios… y los de Vladimir.—
Gracias… —supuso, aunque no muy segura de si estaría diciendo la verdad.
Ahora que podía mirar al que decía llamarse Exuy con más tranquilidad, se dio cuenta de que ahora entendía por qué le resultaba familiar. No era su rostro, sino sus gestos, su forma de hablar y comportarse. Soñador y risueño.
Sí, como Exuy.
—
Ahora comprendo un poco mejor las cosas… cuida de él por favor. No tengas miedo de lo que deseas ser. Lo comprenderá, lo tomará en sus manos y lo atesorará, mientras…Se acercó hacia ella. Fátima no pudo evitar ponerse nerviosa, a su pesar. Quiso creer que decía la verdad, que no diría nada, que si Exuy llegara a saberlo no se lo tomaría a mal. Después de todo, era un chico tan dulce… Aunque podría sentirse engañado. Como todos sus amigos.
Entonces, Exuy se quedó delante de ella, guardado una cómoda distancia, y sonrió. Fátima le miró a los ojos y, sin darse cuenta, le devolvió el gesto con ciertos titubeos. Esos ojos eran completamente sinceros y no albergaban ninguna intención de hacer daño.
—
Sólo escucha… El hecho de que puedas traer recuerdos a tu mente hace que puedas perder otros. El chico a quien conoces por otro nombre oculta un horrible hecho, una horrenda memoria. Su magia le ayuda de cierto modo… pero veo que me ha olvidado. Prefiero eso a que se atormente con su pasado.—
¿Estás hablando de lo que le ocurrió, del «ataque»? ¿O de antes de que llegara a Villa Crepúsculo?—preguntó, con un timbre de preocupación en la voz.
Exuy era tan encantador, tan inocente… ¿Cómo podía nadie ser así con un recuerdo tan cruel como el que le estaban insinuando? Pero… ¿Era todo una fachada? ¿O de verdad había olvidado?
Abrió mucho los ojos.
Exuy no sabía de qué mundo provenía. ¿Era a eso a lo que se estaba refiriendo?
—
Toma —el supuesto verdadero Exuy interrumpió sus pensamientos tendiéndole los papeles que llevaba en la mano—.
No tenemos mucho tiempo, esta realidad se desvanecerá y lo más probable es que ya no exista. —
¿Cómo? —exclamó con alarma. ¿Qué quería decir con que esa realidad iba a desvanecerse?
—
Esto le ayudará a ir comprendiendo mejor las cosas, ésta es la recompensa, recíbela. Gracias.Aceptó los papeles y musitó:
—
¿Pero por qué no puedes dárselos tú? ¿Por qué estás aquí? ¿Qué ha…?Entonces, como si hubieran derramado un jarro de tinta sobre su alrededor, una capa de oscuridad cayó sobre ella. Fátima soltó un grito de angustia al extender una mano y ver que volvía a trasparentarse su piel. ¿¡Pero qué iba a pasar ahora!? Tendió el brazo hacia delante, llamando al chico, que seguía sonriendo mientras se fundía con la oscuridad.
****El libro de Exuy, que yacía en medio de la biblioteca abierto de par en par, empezó a brillar una vez más. Kraspy, que mantenía arrinconado a Exuy, se volvió en ese momento con un aire triunfante.
Fátima apareció entonces a poco menos de dos metros de ambos. Aturdida, sacudió la cabeza y miró a su alrededor, tratando de ubicarse. Su gesto se suavizó por el alivio, pero no tuvo tiempo ni de alegrarse de no haber desaparecido junto a la dimensión del interior del libro.
Porque entonces Kraspy se arrojó sobre ella y le arrancó algo que no se había dado cuenta que sostenía en la mano: un éter.
—
¡Eh! —gritó.
—
¡Se siente! —rió Kraspy.
Entonces, de entre las estanterías surgió una masa alargada, blanca y verde, atravesó como un rayo la distancia que le separaba del moguri y lanzó una pequeña llamarada que acertó a su enemigo en la cabeza. Mientras este gritaba, indignado y asombrado, Harun atrapó entre los fuertes dientes el éter y trazó una curva para volver volando con su dueña.
—
¡Bien hecho, Harun! ¡Exuy, corre! —exclamó, invocando su Llave Espada y golpeando al moguri con todas sus fuerzas.
Fue hacia Exuy, olvidándose por completo del libro, y trató de llevarle hacia el pasadizo por el que habían entrado.
—
¡Vamos, a la puerta! —dio un tirón y echó a correr como alma que lleva el diablo.
Una vez allí se dio la vuelta y soltó un grito ahogado al ver que Exuy se había quedado peleando atrás. Se quedó boquiabierta al ver que usaba su libro como si fuera un arma. Pero estaban haciendo demasiado ruido, ¡les iban a encontrar de un momento a otro!
Miró a su alrededor con angustia y sus ojos se clavaron en la palanca. Se le ocurrió una idea.
—
¡Rápido Exuy, corre, corre!En cuanto vio que el muchacho se dirigía hacia ella, apretó la palanca para cerrar la puerta.
—
Vas a enterarte de lo que es bueno, bichejo —masculló, enarbolando su arma con una mano y asestando un tajo vertical a la palanca, que se quebró con un seco chasquido. Después puso a Harun delante y le ordenó que lo quemara. Con satisfacción, vio desaparecer el resto de la palanca. Se volvió hacia Exuy y le tendió una mano—.
¿Puedes caminar? Te curaré en cuanto nos hayamos alejado un poco. Si no podía moverse, haría que le pasara el brazo por los hombros, le rodearía la cintura y cargaría con su peso en la medida que fuera capaz, porque estaba exhausta.